“Con 100 marcos alemanes llenabas el carrito de la compra. Ahora, con 100 euros, no alcanza ni para dos bolsas” dice Maria Napolitano en Fráncfort.
Al igual que muchos europeos, esta mujer de origen italiano todavía piensa que el euro hizo subir los precios, a pesar de que las estadísticas oficiales no lo avalan. “El euro es catastrófico”, afirma Napolitano.
Fue hace 20 años pero Víctor Irún, un profesor español de 53 años, recuerda la sensación de que el país había “entrado en un club de gente rica y todavía no teníamos la ropa buena para entrar”.
La sensación era “de que no estábamos preparados todavía para hacerlo” explica este vecino de Madrid. “Era como si pagáramos con dinero holandés o francés, y viviéramos como en España”.
En Alemania, a la moneda única se la llamó en su momento el “teuro”, un juego de palabras entre euro y “teuer”, “caro” en alemán.
Percepción y estadísticas
El profesor universitario alemán Hans Wolfgang Brachinger ya habló en un estudio del 2006 sobre el incremento del índice de “percepción” de la subida de precios por los ciudadanos alemanes, un 7% entre el 2001 y 2002 cuando normalmente era un 2%. Salvo que las estadísticas de la época no muestran una aceleración de la inflación en Alemania.
“Existía una fuerte sensación de que los precios habían subido, pero a pesar de todo las estadísticas nos dicen lo contrario”, recuerda Giovanni Mastrobuoni, profesor de economía de la Universidad de Turín, autor de un detallado estudio sobre el tema.
Para ilustrar sus palabras, recogió los precios de varios productos del día a día en la zona euro: productos baratos subieron de precio con el cambio de moneda por los “redondeos” que hacían los comerciantes, normalmente por encima del antiguo precio. Es en este tipo de productos donde se centra la indignación de los europeos.
Entre ellos, frutas y verduras, bebidas y comida en los restaurantes y cafés, el pan... “Productos que consumimos todos los días, que aunque no cuesten mucho, dan forma a esa percepción porque son las transacciones más corrientes”, explica Mastrobuoni.
En Francia, el café solo subió de forma imprevista entre finales del 2001 y principios del 2002, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INSEE), pasando de media de 1.19 euros a 1.22.
Bajadas de precios
Este fenómeno se dio más en aquellos países donde el sector de la distribución estaba menos concentrado, según Mastrobuoni, ya que los pequeños comerciantes tenían más libertad para subir los precios. Esta subida “mecánica” por el cambio al euro fue entre el 0.1% y el 0.3%, calculó la Comisión Europea.
Pero las estadísticas generales de la inflación no se vieron afectadas ya que los productos más caros no subieron de precio. Incluso hubo algunos que bajaron por el aumento de la productividad.
Las doce mayores economías de la zona euro tuvieron una inflación que se situó en el 2.3% en el 2001 y 2002, según la oficina de estadísticas europea Eurostat. Y, a pesar de llegar al 2.8% y el 3.6% en el 2001 y 2002, respectivamente, en España, se mantuvo estable en la mayoría de los países, bajando incluso en Bélgica, Alemania, Luxemburgo y Países Bajos.
Para comprender la desigual percepción de los precios, es importante estudiar los “perfiles” de consumidores, afirma Pierre Jaillet, investigador del Instituto Europeo Jacques Delors: “La cesta de consumo media se corresponde con el presupuesto de un hogar de clase media que vive en una ciudad. Hay pocas oportunidades de que se corresponda con el de la mayoría de consumidores”.
Las categorías más desfavorecidas, que dedican buena parte de su sueldo a comprar productos alimentarios, pudieron sentirse afectadas, indica Jaillet, que también explica que, en general, los consumidores recuerdan más las subidas de precio que las bajadas.
El economista belga Philippe Defeyt considera, por su parte, que el fuerte aumento de los productos petrolíferos y de las frutas y verduras en los meses anteriores a la entrada del euro (no imputables a la moneda única) contribuyeron a crear esta mayoritaria percepción negativa.