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Cuando Luiz Inácio Lula da Silva, del izquierdista Partido de los Trabajadores, ganó la elección presidencial de Brasil en octubre, muchos comentaristas se apuraron en pintar de rojo el mapa de América Latina.
En enero entrante, por primera vez, los siete países más poblados de la región tendrán gobiernos de izquierda o centroizquierda. Algunos lo vieron como un cambio fundamental, comparándolo con la “ola rosada” de principios de la década del 2000.
En dicha época, Lula y Hugo Chávez fueron figuras prominentes. Ese giro a la izquierda duró dos o más periodos presidenciales. Sin embargo, un análisis más profundo hace ver que existen motivos para creer que está por iniciarse un giro hacia la derecha, y podría ser más profundo.
Voto por los opositores
Para comenzar, la mayor tendencia en elecciones recientes ha sido el voto en contra de la reelección de autoridades en el poder: un oponente de algún u otro tipo ha ganado las últimas 16 elecciones presidenciales libres en América Latina.
Las economías se han desacelerado y, en general, los gobiernos han tenido dificultades desde el fin del boom de los commodities, el cual benefició a Chávez, Lula y los demás. Asimismo, los ciclos políticos se han acortado.
Es probable que el giro de vuelta a la derecha empiece en la elección presidencial de Argentina, en octubre del 2023. Los peronistas de izquierda, en el Gobierno, no han podido controlar la inflación y están divididos.
El próximo año también habrá elecciones presidenciales en Paraguay y Guatemala, y las probabilidades favorecen a la derecha.
A pesar del prevaleciente descontento con las autoridades en el poder, algunas victorias de la izquierda han sido apretadas. Lula venció por apenas 1.8 puntos porcentuales a Jair Bolsonaro, el presidente populista de derecha, cuya gestión de la pandemia fue desastrosa.
Este año en Colombia, el izquierdista Gustavo Petro derrotó por tres puntos porcentuales a Rodolfo Hernández, un excéntrico personaje ajeno al entorno político del país. Tanto Lula como Petro generaban la desconfianza de muchos electores.
En el caso del primero, se debía a la corrupción y mal manejo económico cuando su partido estuvo en el poder. Entretanto, Petro fue visto con sospecha por su pasado entusiasmo por Chávez, su tendencia de picapleitos y su caótica gestión como alcalde de Bogotá.
Factor fundamental
Los políticos de izquierda se benefician de inquietudes sobre inequidad y pobreza. Sin embargo, y este es el factor que potencialmente está ayudando a la derecha, la serie de victorias izquierdistas no refleja cambios en las preferencias ideológicas de los votantes.
Según la encuesta de opinión regional Lapop, alrededor de la mitad de sondeados se identifica con el centro político y alrededor del 20% con la derecha y un porcentaje similar con la izquierda.
Estas cifras no han cambiado mucho en más de una década. Pero hay una salvedad: Lapop encontró que la identificación con la derecha se incrementó en Brasil, de 18% el 2008 a 32% el 2019, así como aumentos más pequeños en simpatías derechistas en Argentina.
Existirían varios motivos para explicarlo. Uno es el aumento del respaldo a valores conservadores relacionados con religión, familia y patria. “La religiosidad, probablemente, no se ha incrementado, pero se ha vuelto un factor más importante en cómo la población vota”, señala Noam Lupu, director asociado de Lapop.
Otro motivo, señala Esther Solano, de la Universidad de São Paulo, es el miedo a caer en la escala social, que está muy marcado entre miembros de la frágil nueva clase media baja, quienes se consideran como hechos a sí mismos y están a favor de la libertad económica.
En tanto, el apoyo de la izquierda a las poblaciones indígenas ha provocado una reciente defensa de parte de algunos polemistas conservadores del valor “civilizador” de la conquista española.
Delincuencia
Otro factor es la delincuencia, contra la que la dereche tiende a ofrecer una retórica más dura y la derecha tiene menos respuestas. Por último, Solano señala, los derechistas tienden a ser más dominio digital en TikTok y otras plataformas de redes sociales. La izquierda es menos diestra en su comunicación digital con los jóvenes.
Estas tendencias han coincidido con el resurgimiento de la extrema derecha en América Latina, influenciada por el trumpismo y el populismo europeo. Recientemente, se han realizado reuniones en Brasil y México, y su ascenso podría ser el mayor problema para la centroderecha.
En Argentina, Javier Milei, un provocador libertario que atrae a la aspiracional “generación TikTok” plantea una seria amenaza para el alcalde de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, quien es de centroderecha y de no ser por Milei, podría esperar ganar la presidencia con facilidad.
El año pasado, en la elección presidencial de Chile, el izquierdista Gabriel Boric ganó en parte porque su opositor conservador, José Antonio Kast, era demasiado radical. Las tendencias no son inevitabilidades, pero el mensaje subyacente es que la izquierda tiene mucho trabajo que hacer si busca consolidar sus recientes éxitos.
Traducido para Gestión por: Antonio Yonz Martínez