Por primera vez desde el 2015, más latinoamericanos piensan que su respectivo país está progresando frente a quienes consideran que está retrocediendo, aunque casi la mitad percibe estancamiento. Una pequeña mayoría piensa que la democracia es preferible a otras formas de gobierno, un ligero incremento respecto de años recientes.
Aunque son críticos de sus políticos e instituciones, están un poco menos descontentos con el funcionamiento de sus sistemas políticos. Nayib Bukele, el autócrata electo que gobierna El Salvador con puño de hierro, continúa siendo el líder más admirado en la región.
Esos son algunos de los resultados de la encuesta Latinobarómetro, realizada en 17 países y publicada en exclusiva por The Economist. Dado que se ejecuta con regularidad desde 1995, sirve para analizar cómo evolucionan las opiniones en la región. A pesar de que América Latina ha sufrido años de estancamiento económico, turbulencia política y el aterrador avance del crimen organizado, la data de la encuesta de este año apunta a cierto grado de resiliencia.
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El apoyo a la democracia ha mejorado desde el sondeo del 2023, pero aún es inferior al nivel que existía antes del 2017. Lo importante es que los latinoamericanos creen en la democracia y se observa que los nuevos presidentes son un impulso a la democracia. Es el caso de Argentina, que el año pasado eligió a Javier Milei, y de México, donde Claudia Sheinbaum es respaldada por Andrés López Obrador, el popular expresidente. Comicios en Ecuador, Guatemala y Panamá también reavivaron la fe en la democracia.
Sin embargo, ha perdido sostén en Perú, que carga con una presidenta frívola, Dina Boluarte, y un Congreso que legisla para sus propios intereses; y en Bolivia, donde la toma de decisiones está paralizada por una lucha de poder entre el presidente, Luis Arce, y su exmentor político, Evo Morales. El Latinobarómetro revela descontento generalizado en ambos países.
En la región, la satisfacción con la democracia mejoró este año, aunque dos tercios de los sondeados siguen descontentos. El 2009, en el pico del boom de commodities que apuntaló a muchas de las economías latinoamericanas, el porcentaje de quienes estaban a gusto con sus democracias era casi el mismo que los insatisfechos. Pero un análisis más profundo indica que las actitudes son ambivalentes.
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Más de la mitad —y el 61% de quienes se definen como clase alta— dice que no le preocuparía tener un gobierno antidemocrático, si este resolviese los problemas del país. “La mayor debilidad de la democracia latinoamericana es que cuatro de diez (encuestados) creen que puede funcionar sin partidos políticos, parlamento u oposición”, señala Marta Lagos, directora del Latinobarómetro. El alza del respaldo a la democracia en México, pese a que Sheinbaum está concentrando poder en el Ejecutivo, es sintomática de esa contradicción.
En una región marcada por inequidades extremas de ingresos y riqueza, el 72% opina que su país es gobernado por grupos poderosos para su propio beneficio (el 2018, 79% pensaba así). El Salvador y México van en contra de la tendencia: 62% y 47%, respectivamente, dice que sus países son gobernados para el bien de todos. Si bien el 76% piensa que la distribución del ingreso en su país es desigual, en Chile es el 89% y en la supuestamente socialista Venezuela, el 85%.
En años previos a la pandemia, América Latina vivió un número de explosiones sociales, en algunos casos con protestas masivas y violentas lideradas por jóvenes. Hoy, el ánimo es sereno. Solo el 26% dice que su sociedad necesita un cambio radical (30% el año pasado) y el 35% opina que su sociedad puede mejorar con pequeños cambios. Pero la mayoría rechaza el statu quo.
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Asimismo, hay poca confianza en las instituciones. Si bien la Iglesia católica sigue liderando en ese rubro, ha perdido la confianza de una de cada diez personas. En cambio, ha aumentado la confianza en la Policía, lo cual refleja una demanda por seguridad ante el crimen. No obstante, casi el doble de encuestados señala que el principal problema de su país es la economía. A pesar del crecimiento generalmente mediocre de la región, el 60% dice que su familia ha progresado en los últimos diez años, y el 48% se define como clase media (41% el año pasado y 32% el 2020).
Por otro lado, el 25% indica que carece de suficiente alimento, algunas veces o casi siempre. El 92% tiene acceso a teléfono móvil, el 69%, a Internet, y el 35%, a auto. El respaldo a la economía de mercado ha subido sostenidamente, desde 47% el 2007, a 66% este año, lo que concuerda con una leve inclinación a la derecha en las actitudes políticas.
Y su tuviesen que escoger, los latinoamericanos preferirían lazos más estrechos con Estados Unidos que con China. Pero eso fue antes de la elección de Donald Trump, de quien tienen una opinión menos positiva que de Xi Jinping, el líder chino. No obstante y a diferencia de otras partes del sur global, los latinoamericanos tienden a identificarse con Occidente más que con Oriente.
Traducido para Gestión por: Antonio Yonz Martínez
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