La emblemática ONG Memorial ha documentado durante tres décadas las purgas de la época estalinista y después la represión de la Rusia contemporánea de Vladimir Putin, de la que ella misma ha terminado siendo víctima.
La Corte Suprema rusa ordenó el martes pasado la disolución de Memorial por violar una controvertida ley sobre “agentes del extranjero”, una decisión que la oenegé señala como política.
La liquidación puede ser el golpe de gracia para esta organización convertida en símbolo de la democratización de los años 1990 y en redoble final de un año 2021 marcado por la represión del Kremlin contra sus detractores.
Durante su existencia, Memorial no dejó de llamar la atención a las autoridades, ganándose la enemistad de numerosos responsables y siendo víctima de represalias que llegaron al asesinato.
Fundada en 1989 por disidentes soviéticos, entre ellos el premio Nobel de la Paz Andréi Sájarov, la organización era respetada por sus investigaciones rigurosas de los crímenes estalinistas hasta los abusos en Chechenia.
En el 2009, el Parlamento Europeo la premió con el premio Sájarov para la Libertad de Conciencia, bautizado así en honor a su distinguido cofundador.
En uno de sus últimos trabajos, en marzo, la oenegé identificó y denunció por crímenes de guerra en Siria a paramilitares de la organización “Wagner”. Según sus detractores y los países accidentales, este grupo actúa por cuenta del Kremlin.
Paralelamente, Memorial también elaboraba una lista de presos políticos a los que ofrecía asistencia, así como a migrantes y personas de minorías sexuales.
“Enemigos del pueblo”
Fue sobre todo su trabajo en Chechenia, república rusa en el Cáucaso escenario de dos guerras, lo que dio a conocer a la oenegé en Occidente, donde goza de gran prestigio.
En esos dos conflictos en los años 1990 y 2000, los colaboradores de Memorial estaban en el terreno, documentando los abusos de los soldados rusos y sus refuerzos locales.
“El poder siempre detestó eso”, decía en noviembre la historiadora Irina Shcherbakova, una de las fundadoras.
En el 2009, la responsable de la ONG en Chechenia, Natalia Estemirova, fue secuestrada a pleno día y ejecutada con un disparo en la cabeza en Grozny.
Culpado por este asesinato, el autoritario dirigente checheno, Ramzan Kadyrov, acusó a los integrantes de Memorial de ser “enemigos del pueblo”.
En el 2018, la organización terminó retirándose de esa región por la condena de su responsable local en un caso de drogas que ellos denuncian como un montaje.
Trabajo por la memoria
Según sus fundadores, Memorial empezó su actividad antes de su creación oficial en 1989 con el objetivo de dar nombre y recordar a los millones de las víctimas olvidadas de la represión soviética.
En los años 1960 y 1970, militantes disidentes empezaron a recoger clandestinamente informaciones sobre estos crímenes. Con la apertura impulsada por Mijáil Gorbachov en la recta final de la URSS, lo empezaron a hacer sin esconderse.
“Memorial es el heredero de un movimiento y, más tarde, de una organización que no dejó de gritar alto y claro que era muy peligroso que la memoria de la dictadura desapareciera de la conciencia colectiva”, resumió Shcherbakova.
Con la llegada de Putin en el 2000, esta tarea se complicó porque el Kremlin defendía una interpretación histórica subrayando el poder ruso y minimizando los crímenes soviéticos.
El 9 de diciembre, Putin criticó su trabajo argumentando que colaboradores nazis habían sido clasificados por Memorial como víctimas del estalinismo. Memorial respondió que fue un error puntual, corregido después en su base de datos de tres millones de nombres.
Ante la Corte Suprema el martes, el fiscal Alexéi Yafiarov la acusó de “crear una imagen falsa de la URSS como Estado terrorista” y de buscar “rehabilitar criminales nazis”.
La ONG denunció otros procesos para acallarla. En diciembre, en otro caso que denuncia como un montaje, uno de sus historiadores, Yuri Dmitriev, fue condenado a 15 años de cárcel por “violencias sexuales”.