En Auckland, dos millones de neozelandeses iniciaron el lunes un confinamiento de tres días debido a tres casos de COVID-19. Actuar rápidamente y con fuerza para volver rápidamente a la vida norma: es la llamada estrategia “COVID cero” adoptada en Asia y Oceanía. ¿Pero es aplicable en Europa?
Esta estrategia pretende reducir a cero la circulación del coronavirus en una región o país, mediante la adopción de medidas estrictas en cuanto aparecen casos, combinadas con un control drástico de los brotes de infección (hacer pruebas, rastrear y aislar). Al mismo tiempo, la vida normal puede continuar en las zonas donde no circula el virus.
Cada vez más especialistas abogan por aplicar esta estrategia - que se ha visto en países como Nueva Zelanda, Australia, China, Taiwán y Vietnam - en Europa.
“En términos de salud, son los campeones mundiales indiscutibles en cuanto al bajo número de muertes por habitante, y en términos sociales, la vida ha regresado como antes: los bares, los restaurantes, las actividades culturales y deportivas, las escuelas y las universidades están abiertas, y prácticamente no hay gestos barrera”, explica el epidemiólogo Antoine Flahault.
“En el plano económico, Taiwán y China registraron un crecimiento positivo del PBI en el 2020”, añade Flahault, director del Instituto de Salud Global de la Universidad de Ginebra.
“Vivir con el COVID”
Para él, la opción de “COVID cero” es mejor a la que ha adoptado la mayoría de países occidentales, en los que “se vive con el virus” “entre dos olas”.
“La situación actual no es aceptable, crea demasiada incertidumbre a largo plazo”, señala Martin McKee, profesor de salud pública en la London School of Hygiene and Tropical Medicine.
“Intentamos en vano controlar la epidemia”, dice McKee. “Hay un resurgimiento constante del virus, lo que significa confinamientos adicionales, y nadie puede planear nada, ya sea ir de vacaciones, casarse o invertir en un restaurante”, agrega.
Y “cuanto más circula el virus, más nos exponemos a la aparición de mutaciones. No podemos seguir con una tercera, cuarta, decimoquinta o vigésima ola”, insiste el profesor, que está convencido de que “COVID cero” es “la única alternativa”.
¿Pero esta estrategia es posible en Europa? “Sería más difícil”, admite Archie Clements, epidemiólogo de la Universidad de Curtin, en Perth (Australia).
“Hay varias razones a esto: la mayor movilidad y densidad de población en Europa, la dependencia de la economía europea a los viajes transfronterizos y el hecho de que Europa es un destino turístico importante”, explica.
“Imperialista”
“En Australia y Nueva Zelanda tenemos ventajas naturales que no tienen otros países, especialmente nuestro aislamiento y la falta de fronteras terrestres”, añade.
Pero este tipo de argumento no convence a los europeos que están a favor del “COVID cero”.
“Cuando Reino Unido tiene una tasa de mortalidad superior a la de Alemania, Suiza o Francia, no decimos que su insularidad sea la razón de sus malos resultados”, señala el profesor Flahault, aunque admite que esta estrategia implicaría controles fronterizos en el espacio Schengen.
McKee recalca por su parte que “Taiwán y Vietnam están densamente poblados” y también rechaza otra teoría que se escucha a veces, según la cual los asiáticos serían más dóciles que los europeos. “Es una visión bastante imperialista”, estima.
Independientemente de que la estrategia “COVID cero” pueda ser importada o no, en cualquier caso es “demasiado tarde para eso en Europa”, donde el virus y sus variantes circulan con mucha fuerza, estima el profesor Clements.
“Europa perdió la oportunidad de adoptar una estrategia de COVID cero al final del primer confinamiento” y “prefirió aprovechar el verano” dejando “circular el virus”, dice el profesor Flahault.
Según él, nuestras democracias deben abrir un “verdadero debate” para evitar “repetir los errores del pasado”. “Varios países europeos verán disminuir significativamente el número de casos en pocas semanas y tendrán que hacerse esta pregunta.