Los granos de mostaza sufren el cambio climático, el precio del vino blanco, del vidrio y del cartón se dispara y aumentan problemas de suministro en todo el mundo. La combinación de todos estos factores castiga con fuerza a la célebre mostaza de Dijon francesa.
“En el 2021-2022, se estima que la producción de semillas de mostaza cayó 28%” en Canadá, el mayor productor mundial, según el último informe del Ministerio de Agricultura canadiense. “Por lo tanto, el precio medio debería ser casi el doble del 2020-2021, alcanzando un récord de US$ 1,700 por tonelada”, añade.
“Ha habido una sequía desastrosa en el oeste canadiense” el verano (boreal) pasado, explica Ramzy Yelda, analista de los mercados de materias primas. “Los que quieren la mostaza de alta gama pagarán más”, resume.
Y cuando hay problemas en Canadá, Borgoña, en el centro-este de Francia, se ve afectada. La región donde se encuentra la gran mayoría de los fabricantes de mostaza depende en gran medida de los agricultores canadienses para la fabricación de este condimento consumido en todo el mundo.
“Estamos en una crisis que no hemos visto en 25 años”, lamenta Christophe Planes, director de ventas Francia en “Reine de Dijon”, el tercer productor francés de mostaza, filial del grupo alemán Develey. “El precio de las semillas se multiplicó por tres o cuatro, y quizás pronto cinco”, añade.
“Además no hay oferta. La escasez es tal que tenemos una disminución potencial del 50% de las semillas. Nuestra producción será por tanto de menos 50%”, destaca.
“La escasez es una realidad”, confirma Marika Zimmermann, directora industrial de la empresa con sede en Dijon. “Normalmente, nuestras líneas de producción funcionan 120 horas a la semana. Estamos a un promedio de 60 horas en este momento”.
La situación es aún más tensa puesto que los precios de los productos de envasado se disparan. “Todos los días me anuncian un aumento. El impacto sobre los precios globales es de más del 60%”, explica Planes.
Cápsulas, potes y vino
“Las cápsulas metálicas de los potes aumentaron 42%, el vidrio 12%, el cartón 20%”, subraya Marc Désarménien, director de la fábrica de mostaza Fallot. El vino blanco de Borgoña, otro ingrediente esencial, se duplicó, debido a la helada tardía que amputó severamente la cosecha en el 2021.
La empresa francesa, que exporta la mitad de su producción a Japón, señala también el coste del flete marítimo “multiplicado por 4.5 e incluso 6, lo que representa 10%-15% del precio de venta”.
Fallot ya decidió un aumento de sus mostazas comprendido “entre 7% y 16%” para el 2022.
Reina de Dijon también prevé un aumento. “Lo necesitamos, si no la empresa no sobrevive”, afirma Christophe Planes.
Para intentar encontrar una solución, el responsable quisiera limitar la dependencia de Canadá, principal proveedor de las semillas transformadas por los mostacillos, e “impulsar la producción de semillas de mostaza en Borgoña”.
El cultivo local de semillas, que antes estaba muy extendido, data de la Edad Media en Dijón, pero actualmente hay una fuerte disminución de la producción debido a la globalización del comercio y a la competencia de países con rendimientos más elevados.
Después de los esfuerzos de recuperación, los agricultores locales sufren hoy el calentamiento global que, “desde hace tres o cuatro años, provoca un aumento de las poblaciones de insectos”, explica Fabrice Genin, productor de semillas de mostaza en Marsannaye le Bois en Borgoña y presidente de la Asociación de Productores de Semillas de Mostaza de Borgoña (APGMB).
La producción de semillas de Borgoña se “dividió por tres en cuatro años, pasando de 12,000 toneladas a 4,000 toneladas en el 2021, mientras que los fabricantes de mostaza podrían encargarnos 16,000″, subraya.