Por Leonid Bershidski
Entre jueves y viernes surgió una controversia en Twitter por el discurso de uno de los líderes del brexit, Michael Gove, en la embajada de Alemania en Londres, en el que estuvo tan cerca de plantear una comparación entre el brexit y la reunificación alemana en 1990 que algunos miembros de la audiencia lo abuchearon. Más allá de la intención real de Gove, la discusión sobre su discurso demuestra el peligro de las referencias históricas frívolas en el contexto de las decisiones políticas controversiales de hoy.
Gove, miembro del gabinete del primer ministro Boris Johnson, se encontraba en la embajada en el Día de la Unidad Alemana, la principal festividad del país, celebrada en memoria de la reunión de Alemania Occidental y Alemania del Este en 1990. Empezó hablando con admiración de algunos estadistas alemanes posteriores a la Segunda Guerra Mundial: Konrad Adenauer, Ludwig Erhard, Willy Brandt y finalmente Helmut Kohl, quien supervisó la reunificación como canciller.
"El ejemplo de la Alemania moderna nos recuerda la importancia de unificarnos", dijo Gove, "también nos muestra que podemos reunirnos rápidamente cuando reconocemos la importancia de dejar de lado las divisiones". Entonces, sin ninguna transición desde este inofensivo comentario, pasó al brexit: "Gran Bretaña tomó la decisión democrática de dejar la Unión Europea hace tres años".
Para algunos de los presentes, sonaba como un intento de comparar la votación del Reino Unido en 2016 con la reunificación alemana. Peter Neumann, profesor de Kings College, tuiteó:
Aquí está @michaelgove, junto a la banda Luftwaffe en el Día de la Unidad Alemana, diciéndole a la audiencia alemana que la decisión de abandonar la UE está a la par de la caída del Muro de Berlín y la búsqueda de libertad por parte de los alemanes del este. La audiencia grita: “absurdo”.
Otros de los presentes, incluidos William Wright, fundador del centro de estudios New Financial, y Wolfgang Blau, director operativo de la gigante editorial internacional Conde Nast International Ltd., compartieron la interpretación de Neumann de que Gove estaba vinculando sutilmente la separación de Alemania del Este del dominio soviético con la salida del Reino Unido de la UE.
Los alemanes –y Neumann y Blau son alemanes– pueden ser sensibles a las equivalencias falsas relacionadas con la espinosa historia de su país. Los partidarios del brexit, por su parte, son conocidos por su predilección hacia esas comparaciones. Repetida e innecesariamente, han arrastrado la Segunda Guerra Mundial y el rol de Gran Bretaña para ganarla a las discusiones sobre el brexit. El año pasado, Jeremy Hunt, el entonces secretario de Relaciones Exteriores del Reino Unido, comparó a la UE con la Unión Soviética, lo que despertó ira en todo Europa.
Sin embargo, no fueron solo los alemanes, sino también los británicos, los que abuchearon y voltearon los ojos, según relatos de testigos, cuando Gove parecía lanzar una de esas frívolas comparaciones.
Más tarde, Gove negó que su intención fuera hacer una comparación con la Unión Soviética y acusó a Neumann de intentar usar su discurso "como arma para sus propios objetivos". Pero ya sea que Neumann y el resto de la audiencia le hayan entendido mal o no, sus reacciones muestran claramente cuán terriblemente divisivo es el brexit.
Esa es una diferencia importante y característica entre el brexit y la reunificación alemana. Si bien no había unanimidad absoluta en Alemania al respecto, en 1991, de acuerdo con Pew Research, 79% de los alemanes occidentales y 89% de los alemanes del este la aprobaban. Gove elogió a Kohl como el líder que “en un acto supremo de habilidad política logró juntar a Alemania en una unidad que celebramos hoy”. Pero lo que hizo Kohl era deseable, o al menos razonable, para una mayoría abrumadora de los alemanes. La resistencia a la que se enfrentó provenía principalmente del extranjero. La primera ministra del Reino Unido, Margaret Thatcher, estaba en contra de la reunificación, e incluso le pidió al líder soviético, Mikhail Gorbachev, hacer todo lo posible por impedirla.
Gove tiene razón respecto al principal legado de Kohl: actuar en el interés de su pueblo, aun cuando a algunos de sus colegas líderes mundiales les preocupaban las consecuencias, fue un acto supremo de habilidad política. Pero por esa misma razón, nadie debería hablar del brexit en los mismos términos. La votación de 2016 fue muy cerrada y enfrentó a los votantes de Escocia e Irlanda del Norte (quedarse) contra los de Inglaterra y Gales (irse). No tenía caso intentar superar el desconcierto abierto de los aliados del Reino Unido en la UE después de una votación tan polarizante. Kohl era un estadista; los partidarios del brexit son partidistas.
Como quedó registrado en la transcripción oficial, el discurso de Gove fue pusilánime y aburrido. Pero en la tensa situación de hoy, con el Parlamento enfrentado al primer ministro, el público furiosamente dividido y una mayoría de británicos convencidos de que una salida antes del 31 de octubre es improbable, parece despreocupadamente hipócrita que un ministro del Reino Unido hable de la eliminación de una frontera interna en Alemania mientras el gabinete planea una nueva frontera en Irlanda y, tal vez, establece los cimientos para la división del Reino Unido.
Tal vez sea cierto que Gove no oyó la salida en falso de su discurso, pero el Reino Unido necesita con urgencia líderes que puedan pensar claramente sobre el significado del ejemplo de Kohl. Son los unificadores los que son recordados gratamente, no los divisores.