El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, y los 27 gobernadores del país dejaron de lado algunas diferencias y dieron este jueves alguna muestra de unidad contra el COVID-19, en momentos en que la pandemia acelera en todo el territorio nacional.
Brasil es hoy uno de los países más afectados en el mundo por la crisis sanitaria y Bolsonaro, uno de los gobernantes más escépticos en cuanto a la gravedad de la situación, alcanzó acuerdos mínimos sobre la ayuda financiera federal a los estados y municipios, cuando el país llega a casi 19,000 muertos y cerca de 292,000 casos.
Lo hizo en una reunión telemática con los gobernadores y miembros del Parlamento, en la que se trató apenas sobre la ayuda financiera y se omitieron la férrea censura y las críticas de Bolsonaro a las cuarentenas y otras medidas adoptadas por los gobiernos locales para contener lo que el mandatario ha llegado a calificar de "gripecita".
La reunión giró en torno a un programa de auxilio financiero a los estados y los municipios, ya aprobado por el Parlamento pero aún no sancionado por el presidente.
El proyecto prevé que el Gobierno federal distribuirá entre los estados y municipios un total de 120,000 millones de reales (unos US$ 21,000 millones) para el combate al coronavirus, de los cuales una primera mitad será liberada en cuotas durante los cuatro meses próximos.
Sin embargo, para sancionarlo, Bolsonaro pretendía introducir una cláusula que congele los salarios de todos los funcionarios públicos federales, regionales y municipales hasta fines del 2021, lo cual fue aceptado este jueves por los responsables de los Gobiernos locales.
Según dijo Bolsonaro, es una "cuota de sacrificio" que se le pide al sector público en un escenario de profunda crisis, en el que los trabajadores informales y de la empresa privada han sido hasta ahora los más afectados.
De acuerdo a datos del Ministerio de Economía, desde que estalló la pandemia, en Brasil unos ocho millones de trabajadores del sector privado han sufrido reducciones de jornada y de salario.
Asimismo, en un escenario que antes de la crisis sanitaria tenía ya cerca de 12 millones de personas sin empleo, unos 50 millones de trabajadores informales han pasado a subsistir gracias a un auxilio gubernamental de 600 reales (US$ 110), para cuya distribución se han presentado serios problemas logísticos.
¿Un pacto de no agresión?
Desde que se registró el primer caso de coronavirus en Brasil, el pasado 26 de febrero, esta fue la segunda reunión de Bolsonaro con los gobernadores y, a diferencia de la anterior, la concordia y el diálogo se impusieron a las discusiones y los gritos.
Bolsonaro, que en otras ocasiones ha acusado a los gobernadores de dirigir al país hacia "la quiebra" por restringir las actividades económicas, está vez se mostró cauto y preocupado por el COVID-19.
Propuso un amplio diálogo y afirmó que se debe "dar continuidad al esfuerzo de todos en la búsqueda de mitigar problemas y alcanzar a aquellos que son afectados por la crisis, cuyo tamaño todavía desconocemos", pero cuya gravedad subrayó.
"Sabemos cómo esto perjudica a Brasil y a todo el mundo", dijo el líder de la ultraderecha, que a pesar de su tono más suave se centró mucho más en los efectos económicos y el impacto sobre el empleo que en los aspectos más humanos y sanitarios de la crisis.
"Tenemos que trabajar en conjunto", pidió Bolsonaro, lo que fue apoyado por los gobernadores y los presidentes del Senado, Davi Alcolumbre, y de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, que también han sido objeto de censuras por parte de seguidores del mandatario, que han llegado a exigir "cerrar" el Parlamento y la Corte Suprema.
Joao Doria, gobernador de Sao Paulo, el corazón industrial y financiero del país y que ha tenido durísimos enfrentamientos con Bolsonaro por las cuarentenas que impuso en ese estado, fue uno de los que celebró el tono usado por el presidente.
"Brasil precisa estar unido", dijo Doria. "Vamos en paz. Vamos a trabajar por Brasil y vamos juntos", apuntó en su intervención.
El presidente del Senado se hizo eco y afirmó que “es hora de levantar una bandera blanca”, pues el país “está en guerra” contra el coronavirus “y en las guerras todos pierden”.