La disputa del Banco de Inglaterra con los mercados financieros sobre cómo comunicar la política monetaria no es la primera. Hasta que los inversionistas reconozcan cómo el enfoque del banco central del Reino Unido difiere de la orientación de la Reserva Federal de Estados Unidos, es probable que haya más enfrentamientos.
Si hay una lección que aprender de la reacción contra la decisión sorpresa del Banco de Inglaterra de este mes de dejar las tasas de interés sin cambios, es que el lenguaje puede ser tan poderoso como la política.
Ningún cambio chocó después de que el gobernador del banco central, Andrew Bailey, advirtió en octubre que las autoridades “tendrían que actuar” para frenar la inflación.
Los inversionistas habían descontado el primer aumento en los costos de endeudamiento desde el inicio de la pandemia, lo que provocó un aumento de los mismos en los mercados financieros. Los bancos respondieron retirando ofertas de hipotecas baratas. Las palabras de Bailey tuvieron el efecto de un aumento de tasas de casi el 0.15%.
La turbulencia en los mercados del Reino Unido contrasta con el sistema que la Fed ha adoptado desde el 2013, cuando algunas palabras fuera de lugar provocaron una liquidación generalizada de valores del Tesoro de Estados Unidos y de activos de mercados emergentes.
El lunes, Bailey culpó a los participantes del mercado británico por el malentendido. Dijo que los inversionistas transformaron sus declaraciones “condicionales” sobre la dirección de las tasas de interés en una conferencia del G30 el 17 de octubre en “visiones incondicionales del mundo”. Horas después de la decisión sobre las tasas el 4 de noviembre, el gobernador le dijo a Bloomberg TV que no era su trabajo “dirigir los mercados”.
La distinción que hace Bailey es importante porque inversionistas y muchos economistas ya comenzaron a descontar un aumento de tasas el 16 de diciembre a pesar de la sorpresa de este mes.
La Fed ha apuntado a una orientación más detallada y mercados estables desde la turbulencia de hace ocho años. En ese episodio, el entonces presidente de la Fed, Ben Bernanke, dijo al Congreso que las compras de activos se ralentizarían en una fecha futura. El mercado reaccionó con fuerza.
Entre mayo y diciembre de 2013, el rendimiento a 10 años aumentó del 2% al 3%, lo que llevó a los inversionistas de activos en dólares a retirar dinero de países en desarrollo de regreso a casa. El incidente desestabilizó los mercados globales.
Philip Shaw, economista para el Reino Unido en Investec, dice que la orientación cuidadosa de la Fed, en contraste con lo que algunos tildan de ambigüedad constructiva del Banco de Inglaterra, no fue “filosófica sino práctica”, habiendo aprendido la lección hace ocho años.
“Parecía como si estuvieran manejando mal las cosas [en ese entonces]. Por eso, la Fed aprovecha cada oportunidad para... ser granular sobre la orientación para evitar que los mercados sean sacudidos”.