Con asombrosa velocidad, la guerra de Rusia en Ucrania lleva a Europa Occidental de nuevo a los brazos extendidos de Estados Unidos, particularmente evidente cuando el presidente Joe Biden ofreció este viernes una gran expansión de envíos de gas natural a su homóloga de la Unión Europea (UE).
En conversaciones con la presidenta de la Comisión Europea (CE), Ursula von der Leyen, Biden dijo que el tema central era “ayudar a Europa a reducir su dependencia del gas ruso lo más rápido posible”. Y Europa, que depende de Moscú para el 40% del gas natural usado para calentar hogares, generar electricidad y la industria del transporte, necesita la ayuda.
Un cálculo económico erróneo con consecuencias geopolíticas enormes, a lo largo de los años muchas naciones de la UE se permitieron aumentar su dependencia a los combustibles fósiles rusos con la vana esperanza de que el comercio superaría la animosidad de la Guerra Fría en un continente con demasiada frecuencia afectado por el conflicto.
La longeva práctica significa que el bloque de 27 países no podría simplemente detener las importaciones de energía rusas como parte de las sanciones del Occidente para castigar a Rusia por la invasión que inició hace un mes.
Y cambiar la política energética es tan complicado como darle la vuelta a un transportador de gas natural licuado (GNL) en un mar agitado. En realidad, tardará años.
Aquí es en donde Biden se metió el viernes. Bajo el plan, Estados Unidos y algunos socios con ideas similares aumentarán este año las exportaciones de GNL a Europa a 15,000 millones de metros cúbicos. Esas exportaciones se triplicarán en los años por venir, una medida necesaria si la UE puede respaldar su afirmación de que se librará de las importaciones rusas en cinco años.
“Estamos encaminados para alejarnos del gas ruso y acercarnos a los proveedores confiables de nuestros amigos y socios”, manifestó Von der Leyen.
Ello requerirá una enorme inversión y puede resultar complicado hacer llegar más GNL a Europa. Las instalaciones de exportación estadounidenses ya operan a máxima capacidad, y la mayoría de las nuevas terminales todavía están en fase de planeación. La mayoría de los envíos estadounidenses de antemano van rumbo a Europa.
Incluso aunque se pueda enviar más gas a Europa, el continente podría batallar para recibirlo. Las terminales de importación se encuentran en zonas costeras y el sistema de gasoductos de Europa todavía no cuenta con las conexiones necesarias para enviar gas natural a través del continente.