El mundo enfrenta una nueva era de inflación y tasas de interés más elevadas a medida que el deterioro de los lazos entre Occidente, Rusia y China y las secuelas del COVID hacen retroceder la globalización, advirtió el director del Banco de Pagos Internacionales (BPI).
El aumento de los precios mundiales de la energía y los alimentos hace que casi el 60% de las economías desarrolladas tengan una inflación interanual superior a 5%, la mayor proporción desde finales de los años 80, mientras que en más de la mitad del mundo en desarrollo supera el 7%.
Si bien las principales economías, como Estados Unidos y Reino Unido, y una serie de economías menos desarrolladas están subiendo las tasas desde mínimos históricos, sería necesaria una rápida aceleración si se produjera un cambio de paradigma fundamental.
“Un mensaje clave es que podemos estar en la cúspide de una nueva era inflacionista”, dijo el martes el director general del grupo de bancos centrales del BPI, Agustín Carstens.
“Tenemos que estar abiertos a la posibilidad de que el entorno inflacionista esté cambiando fundamentalmente. Y si mi tesis es correcta, los bancos centrales tendrán que ajustarse”, añadió.
Esa tesis es que el repunte de los precios de la energía, las materias primas y los alimentos se ha visto amplificado por la guerra en Ucrania. Las cadenas de suministro se han visto dañadas tanto por la pandemia como por las guerras comerciales, mientras que el aumento del costo de la vida hace que los trabajadores exijan salarios más altos.
También hay indicios de que las expectativas de los consumidores, las empresas y los mercados financieros sobre el alcance de la inflación se están “desligando”.
Carstens se refirió a las previsiones de los profesionales, que ahora ven una inflación superior a 4.5% en Estados Unidos y gran parte de Europa durante los próximos dos años, y superior a 3.5% en muchas otras economías avanzadas.
La implicación inmediata sería que las autoridades monetarias tendrían que cambiar con rapidez su “mentalidad” sobre cómo evitar que la inflación se descontrole, un problema que pocos han tenido desde los años setenta.
“Lo más probable es que esto requiera que las tasas de interés reales suban por encima de los niveles neutrales durante un tiempo para moderar la demanda”, manifestó Carstens, reconociendo que esto podría hacerlos impopulares.
“Pero los bancos centrales ya han estado aquí antes. Son plenamente conscientes de que los costos a corto plazo en términos de actividad y empleo son el precio a pagar para evitar costos mayores en el futuro”, afirmó.