Es posible que dentro de un año Estados Unidos haya salido del agujero económico de la pandemia con un crecimiento muy superior a su tendencia anterior y que la producción se haya recuperado en gran medida.
O puede que esté luchando por recuperar los US$ 2 billones de Producto Bruto Interno (PBI) perdido, con un crecimiento estancado, una crisis de salud en curso y un desempleo crónico.
El juego de conjeturas en el que se han convertido los pronósticos económicos para Estados Unidos ha producido una enorme distancia en las predicciones, ya que los economistas, desde la Reserva Federal hasta los bancos de Wall Street, enfrentan incógnitas como el curso de la pandemia y la capacidad de un Congreso dividido para comprometerse con el gasto.
La situación ha dado a los responsables políticos pocos cimientos para planificar y ha hecho que la Fed sea reacia a anunciar nuevos pasos para apoyar la economía hasta que esté más claro qué se necesita y por cuánto tiempo.
No se espera que los funcionarios de la Fed, reunidos esta semana, tomen medidas de política monetaria, en parte debido a “una perspectiva muy incierta”, escribieron los analistas de Cornerstone Macro. “Calibrar en estas condiciones es muy difícil”.
La dificultad es mayor porque cualquier rebote del PBI, el indicador más amplio de la actividad económica, bien podría no coincidir con una expansión del mercado laboral, dejando a millones de estadounidenses desempleados sin ninguna sensación de recuperación, incluso si hay un crecimiento superior.
De hecho, desde la década de 1990 los empleos se han recuperado mucho más lentamente de las recesiones que el PBI, ya que las empresas se han adaptado para usar menos trabajadores y esperan a que la demanda se recupere totalmente antes de contratar.
La economía tiene actualmente unos 11 millones de puestos de trabajo menos que en febrero. Se necesitaron más de cuatro años, hasta mediados del 2014, para recuperar los 8 millones de puestos de trabajo perdidos en la recesión del 2007-2009.
La recuperación es claramente diferente. La adición de más de 10 millones de puestos de trabajo en la economía durante los últimos cuatro meses sorprendió a muchos responsables políticos. La tasa de desempleo de 8.4% en agosto ya está por debajo de la media de 9.3% prevista para finales de año por los funcionarios de la Reserva Federal.
Los banqueros centrales deben ahora juzgar si ese ritmo de mejora continuará o no, una discusión enmarcada por las nuevas previsiones económicas que se publicarán el miércoles.
Cuando se difundieron sus últimas proyecciones en junio, había un verdadero abismo que los dividía. Los pronósticos individuales para el 2020 veían que el PBI caía tanto como 10% o tan poco como 4.2%.
La brecha era 10 veces mayor que en diciembre del 2019, cuando las predicciones de fin de año entre los funcionarios más optimistas y los más pesimistas estaban separadas por sólo medio punto porcentual.
Las estimaciones para fin de año de la tasa de desempleo en junio oscilaban entre el 7% y el 14%.
Un crecimiento récord, ¿y luego qué?
Los economistas están de acuerdo en que cuando el gobierno federal publique el mes que viene su primera estimación del PBI para el período de julio a septiembre probablemente romperá los récords de crecimiento, al igual que el período de abril a junio vio un descenso histórico.
Pero a partir de ahí las previsiones divergen no en base a los modelos o a las matemáticas, sino por la forma de leer los avatares políticos y en su estimación del éxito de una vacuna contra el coronavirus.
Supongamos que el Congreso aprueba otro estímulo de US$ 1 billón, que las empresas reconstituyen sus inventarios y que hay una vacuna a principios del año próximo, y que se obtiene lo que Goldman Sachs considera un escenario de crecimiento anualizado del 35% de julio a setiembre, una expansión constante a partir de entonces y un rápido ascenso a los niveles de producción prepandémicos.
Supongamos que no hay estímulo, que el despliegue de la vacuna es lento y que el gasto es letárgico porque las familias y los gobiernos locales están en quiebra, y “la economía nunca recupera la línea de tendencia anterior al COVID”, escribió el gerente senior de Deloitte LP, Daniel Bachman, entre los pocos analistas que predicen que la actual recesión provocará un daño económico permanente.
Muchos analistas han mejorado sus perspectivas para el actual trimestre con el tiempo, ya que los datos han sorprendido al alza. La estimación de la Reserva Federal de Atlanta, o “nowcast”, de crecimiento económico casi se ha triplicado desde julio hasta alcanzar una tasa anualizada de 30.8%, casi igualando la caída de 31.7% del segundo trimestre.
La cuestión crítica ahora es si la serie de buenas noticias continúa.
“Debemos permitir que la ventana de posibilidades aquí sea más amplia de lo que pensábamos” durante los sombríos primeros días de la pandemia, incluyendo que aún podría desarrollarse un “círculo virtuoso” de resultados que se refuerzan a sí mismos, dijo Erik Weisman, economista jefe de MFS Investment Management.
Pero para eso “habría que ver una temporada de gripe que no sea tan mala. Que no haya una segunda ola (del coronavirus) ni un quiebre con China. Que haya noticias alentadoras sobre una vacuna y un resultado electoral que no provoque una crisis constitucional”, dijo. “Algo de esto saldrá mal”.