No hay nada como tener el estómago vacío para poder enfocar la mente. Es posible que eso sea lo que esté impulsando las conversaciones comerciales entre Estados Unidos y China, que están más cerca ahora de una tregua de lo que han estado en meses.
China ahora considera retomar las importaciones de productos estadounidenses como la soja y la carne de cerdo que han estado sujetos a un embargo no oficial como resultado de la guerra comercial, informó Bloomberg News el jueves. Sería un gesto de buena voluntad antes de la próxima ronda de conversaciones bilaterales y podría reducir los precios del cerdo, que subieron 47% respecto al año anterior a inicios del mes pasado.
El presidente Donald Trump también está en modo indulgente, y prometió el miércoles en la noche que pospondría una parte de los aranceles por un valor aproximado de US$ 12,500 millones:
¿Estaríamos al borde de un gran avance?
Ciertamente, hay signos que revelan que la presión de los últimos meses ya comienza a pesar en ambos lados. China sufre un ciclo perpetuo de tres años de auge y caída de los precios de la carne de cerdo, como hemos escrito, pero este año los efectos del sacrificio de animales para detener la propagación de la peste porcina africana han causado el mayor aumento de precios desde 2011.
Claramente, la resolución del déficit de proteínas ha preocupado a los líderes del país. Las importaciones estadounidenses de carne de cerdo están restringidas debido a la prohibición de China de un aditivo común en Estados Unidos. Las importaciones de soja estadounidense, un ingrediente crucial de alto contenido proteico en la alimentación animal, también se han visto limitadas por un decreto gubernamental, así como por la destrucción de gran parte de la cosecha estadounidense en las inundaciones a principios de este año.
La preocupación de Pekín se extiende hasta Brasil, que recientemente superó a EE.UU. como el mayor productor de soja y también es un importante exportador de carne. Se espera que el presidente Jair Bolsonaro visite China en octubre y el presidente Xi Jinping devolverá el gesto al mes siguiente, dijo el lunes el vicepresidente de Bolsonaro. China también autorizó 25 plantas adicionales de empaque de carne para exportaciones, lo que eleva el total a 89, informó Reuters.
Es una notable historia de amor según los estándares de la espinosa diplomacia de Pekín, ya que Bolsonaro se ha esforzado por contrariar a China desde que comenzó su campaña presidencial en Brasil.
Se están produciendo más cambios al otro lado de la frontera sur de Brasil. Las trituradoras de soja argentinas finalmente podrán exportar harina de soja a China después de 20 años de conversaciones, informó Bloomberg News esta semana. Esto podría significar envíos a China para el mayor exportador mundial de alimentos para animales desde principios del próximo año.
La manera en que China avanza en el comercio agrícola con Sudamérica sugiere que Pekín tiene un plan a largo plazo para reorientar su dependencia de las importaciones agrícolas hacia países más pequeños que tiene una mejor oportunidad de dominar diplomáticamente. Simultáneamente, también existe un claro problema a corto plazo sobre suministros de alimentos en general, y poner freno a las importaciones estadounidenses solo puede ayudar.
El hambre en EE.UU. es más metafórica, pero no menos real. Los leales votantes de Trump del sector agrícola están sufriendo. El ingreso neto agrícola aumentará este año en aproximadamente 4.8%, pronosticó el Departamento de Agricultura de EE.UU. el mes pasado, pero la cifra estaría en declive si no fuera por un aumento de US$ 5,800 millones en pagos directos del gobierno, lo que representará aproximadamente 22% del ingreso total de US$ 88,000 millones.
Las bajas tasas de interés en la última década garantizaron que las tasas de bancarrota para la agricultura de EE.UU. se hayan mantenido relativamente moderadas, pero las medidas menos catastróficas de estrés financiero sugieren que el dinero se está agotando. El Departamento de Agricultura de EE.UU. pronostica que el capital de trabajo en el sector, que llegó a US$ 165,000 millones en 2012, caerá a US$ 57,000 millones este año, su peor nivel en 11 años de registros. Como parte de los ingresos brutos, solo representa 13%, también un mínimo histórico.
El riesgo es que si el conflicto comercial se intensifica cada vez más, podría llevar las cosas a tal punto que los subsidios del gobierno no serán suficientes para apoyar al sector. Una retirada gradual de la demanda china podría vaciar el sector agrícola estadounidense, de la misma manera en que el auge comercial de la década del 2000 diezmó a sus vecinos cercanos del sector de la manufactura. Gran parte del corazón industrial de EE.UU. ya padece condiciones de recesión a medida que la guerra comercial avanza.
La reactivación del acuerdo de agricultura, en el que ambas partes trabajaban antes de la interrupción en las conversaciones en mayo, al menos retrasaría la dependencia que tiene China frente a las exportaciones agrícolas estadounidenses y mantendría el suministro de alimento a los 1,390 millones de personas de ese país. Lo que le ha faltado a esta disputa es hambre, ansias por un acuerdo. Ahora finalmente parece que está sucediendo.
Por David Fickling