Al presidente Biden le gusta decir que está a favor de los sindicatos y también que es una persona a la que le gustan los autos, como lo dejó en claro la semana pasada antes conducir en una pista de pruebas la versión camuflada de la nueva camioneta eléctrica F-150 Lightning de Ford.
Biden está haciendo un gran esfuerzo para potenciar la fabricación de vehículos eléctricos y baterías en Estados Unidos con “trabajos sindicales bien pagados”. Pero los detalles de cómo va a funcionar todo esto aún son confusos.
Si bien los vehículos eléctricos como la Lightning o la Hummer eléctrica de General Motors se fabricarán en plantas de ensamblaje sindicalizadas, las plantas que fabrican las baterías para alimentar esos autos siguen siendo una pregunta abierta.
La semana pasada, Ford anunció que construirá dos nuevas plantas de baterías en EE.UU. a través de una empresa conjunta con SK Innovation de Corea del Sur. Sobre la cuestión sindical, la directora de operaciones de Ford, Lisa Drake dijo que la estrategia laboral de la empresa aún no estaba definida. Se determinará a finales de este verano, dijo, una vez que se establezca la empresa conjunta.
GM, tal vez queriendo mantener la buena disposición de Biden, especialmente cuando los demócratas presionan por los subsidios a los automóviles eléctricos para los consumidores, se encargó de declarar públicamente esta semana que el sindicato UAW “estaría bien posicionado para representar a la fuerza laboral” en su planta de baterías Ultium, en sociedad con LG Energy Solution. Las empresas planean invertir US$2,300 millones para construir una nueva planta de baterías en Tennessee, además de la que están construyendo en Lordstown, Ohio, cerca de una antigua planta de GM.
La historia reciente ha sido menos alentadora para los trabajadores. La planta de SK en Georgia, que suministra baterías para la F-150 eléctrica y la Volkswagen ID.4, no está afiliada a sindicatos. Tampoco lo está la fábrica de LG en Michigan, que fue subsidiada por la Administración de Obama y vende baterías a GM y Stellantis (previamente Chrysler). La planta de Tesla en Fremont, California, que alguna vez albergó a una empresa conjunta sindicalizada entre GM y Toyota, actualmente no está sindicalizada.
Los fabricantes de automóviles extranjeros en el sur son un hueso aún más duro de roer para los sindicatos. El UAW ha perdido dos elecciones en la planta de VW en Tennessee, la última en 2019. También sufrió una derrota en una planta de Nissan en Mississippi dos años antes.
A pesar del historial inestable del sindicalismo, el presidente Biden le está dando esperanzas al UAW. La mano de obra organizada ha estado utilizando su estrecha relación con el presidente para presionar a los fabricantes de automóviles, especialmente porque le preocupa que las empresas de baterías no sindicalizadas puedan reemplazar a los proveedores sindicalizados que fabrican piezas de motores y transmisiones.
“Ford tiene la obligación moral, independientemente de cualquier acuerdo de empresa conjunta, de garantizar que los trabajos de fabricación de baterías que reemplazan a los trabajos de fabricación de motores de gasolina y transmisión sean los mismos trabajos sindicales bien pagados que han impulsado esta economía estadounidense durante generaciones”, dijo el UAW después de que Ford anunció sus planes de fabricación de baterías.