El candidato demócrata a la Presidencia de Estados Unidos, Joe Biden, quiere reconstruir los pilares de la arquitectura mundial que durante más de siete décadas garantizó la primacía mundial de Washington y que Donald Trump ha intentado desbaratar.
Las palabras que Biden más repite en sus discursos sobre política exterior son “democracia”, “liderazgo”, “un mundo libre” y “Europa”.
Su visión está influenciada por quién es: nació en 1942 como el hijo de una época en la que Estados Unidos era el héroe de la Segunda Guerra Mundial y creció en la década de los 50, cuando Washington se adjudicó el papel de benevolente guía de Occidente ante la Unión Soviética.
Por ser quién es, cree firmemente en la idea del “excepcionalismo estadounidense”, es decir, que Estados Unidos es una nación única cuyo liderazgo resulta indispensable para que el mundo sea libre, explicó el analista James Traub, periodista desde hace tres décadas y que ha conversado en numerosas ocasiones con Biden.
Un líder pragmático y escéptico
A pesar de ese idealismo, el líder demócrata no es alguien que se deje cegar por los ideales, y de hecho, su enfoque es “secular” y “pragmático”, avisó Traub.
“Biden al final es un político -apuntó Traub.- Biden hace lo que hacen los políticos. Y eso significa que le gusta conocer a los líderes de otros países, sentarse con ellos, tener largas conversaciones para entender cuáles son sus ideas. Su naturaleza, como político, es asumir que todo el mundo tiene intereses”.
Aun así, Biden no asume que sus intereses sean los únicos que son legítimos por ser estadounidense, algo que Trump sí da por hecho, indicó Traub.
Biden también está influenciado por su extensa experiencia en política exterior: durante tres décadas se sentó en el comité de Exteriores del Senado y lo presidió en dos ocasiones, además de que como vicepresidente de Barack Obama (2009-2017) jugó un papel crucial en la relación con Afganistán, Irak y Ucrania, entre otros países.
Esa experiencia crea cierta “tensión” interna dentro de Biden, que se divide ente el idealismo del “excepcionsalismo americano” y lo que ha aprendido durante su carrera, resaltó Traub.
Como resultado, Biden se ha mostrado mucho más escéptico que otros demócratas en temas como intervenciones humanitarias y promoción de la democracia mediante el uso de la fuerza, una idea que sí abrazaron los neoconservadores de George W. Bush (2001-2009) con las intervenciones en Irak y Afganistán.
La “doctrina” Biden: escuchar
En opinión de Traub, si existe una “doctrina Biden”, es decir, una serie de ideas que unifican su visión del mundo, esas serían “hablar” y “escuchar”.
Daniel W. Drezner, profesor de Política Internacional en la Universidad de Tufts de Massachusetts, está de acuerdo; aunque él define la “doctrina Biden” como “restauracionismo”.
Su objetivo es que Washington vuelva a ser el líder del orden internacional mundial que nació después de la Segunda Guerra Mundial y cuya espina dorsal son las democracias occidentales y la cooperación a través de organismos internacionales como Naciones Unidas y la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Con su inflamado nacionalismo, Trump ha cuestionado la vigencia de las alianzas que han sustentado durante décadas el poder geopolítico estadounidense, como la OTAN; y, a golpe de aranceles, ha fracturado el sistema de comercio internacional que contribuyó al dominio económico de Washington.
Por eso, después de cuatro años, la pregunta es: ¿Es posible reconstruir ese orden internacional? ¿Volverán los aliados a confiar en Washington?
“Se puede argumentar que el problema para los aliados de EE.UU. es que, incluso si Trump pierde, incluso si Trump sale de la esfera internacional, ya ganó una vez. El mensaje, lo que le queda a los aliados estadounidenses, es que esto podría ocurrir de nuevo”, argumentó Drezner.
A su juicio, todo depende de si los republicanos se reconcilian con el orden liberal internacional, lo que permitiría a Washington mostrar al mundo una posición unificada.
Europa y la inevitable Asia
Con la idea de restaurar el liderazgo estadounidense, Biden ha prometido que una de sus primeras medidas será convocar una “Cumbre de las Democracias”, esto es una reunión de las democracias del mundo para reafirmar la importancia de ese sistema de Gobierno en sí mismo, con el objetivo de contrarrestar la renovada fuerza de los líderes autoritarios.
Los ejes de esa iniciativa serían los aliados tradicionales de Washington: Corea del Sur, Japón, Australia, Nueva Zelanda y, por supuesto, Europa.
Expertos como Traub consideran que la alianza con la Unión Europea (UE) es algo “más natural” para Biden; pero el profesor de la Universidad George Mason, Michael Hunzeker, opina que un futuro Gobierno demócrata “no tendrá otra opción” que priorizar la relación con el Indo-Pacífico.
“Independientemente de lo que el propio Biden prefiera, simplemente hay demasiados desafíos y puntos críticos en esa parte del mundo como para enfocarse en otra parte, en este momento. Desde la guerra comercial con China hasta Taiwán”, que el gigante asiático considera parte de su territorio, explicó Hunzeker.
Estados Unidos ve en China a un gran competidor por la supremacía mundial y, más importante, lo percibe como un factor de riesgo, pues no sabe si Pekín quiere integrarse en el orden mundial de organizaciones internacionales y libre comercio o dinamitarlo para crear otro sistema a su medida.
Frente a ese debate, Obama ideó una política para integrar a China que bautizó “Giro a Asia” (Pivot to Asia, en inglés) y, por su parte, Trump ha dado una mayor importancia estratégica a la India, que tiene sus propios conflictos con China, en lo que llamó su “estrategia para el Indo-Pacífico”.
A pesar de que la figura de Biden es de sobra conocida por los estadounidenses, sigue habiendo incógnitas sobre cómo encararía el ascenso de China y otros desafíos para Washington.
Conviene no olvidar que, más allá de las “doctrinas”, los presidentes de Estados Unidos muchas veces no eligen sus cartas, ni los conflictos con los que tienen que lidiar y la suerte -o el destino- deciden cuál será su política exterior.