De un extremo a otro de Estados Unidos, más de una decena de estados registran actualmente su mayor número de casos nuevos de COVID-19 desde el comienzo de la pandemia, pero el presidente Donald Trump y varios altos funcionarios locales rechazan cualquier alarmismo y rechazan un nuevo confinamiento.
El epicentro de la pandemia en el país más afectado del mundo se ha desplazado desde Nueva York y el noreste hacia una ancha banda que cubre el sur y el oeste. Ahora los ojos están puestos en los hospitales de Arizona, Texas o Florida, a donde el presidente acaba de trasladar la convención de nominación republicana de agosto.
La cita iba a tener lugar en Carolina del Norte, pero debido a la rápida expansión del COVID-19 en ese estado las autoridades locales habían exigido que su duración se redujera y que los asistentes utilizaran mascarillas, condiciones inaceptables para Trump.
Algunas jurisdicciones han decidido suspender momentáneamente el gradual reinicio de actividades que estaba en marcha.
La gobernadora del estado de Oregón, sobre el Pacífico, anunció una pausa de una semana en el proceso de reapertura que comenzó hace un mes, luego de un resurgimiento del virus.
El mapa de Estados Unidos está hoy en gran parte coloreado en rojo en el sitio Covidexitstrategy.org: la mayoría de los estados no cumplen con los criterios de reapertura definidos por la Casa Blanca, al aumentar los casos diarios, disminuir la capacidad hospitalaria y realizarse un número insuficiente de pruebas de detección.
Según un promedio de múltiples modelos epidemiológicos, el número de muertes por COVID-19 en Estados Unidos podría llegar a 130,000 al 4 de julio, día de la fiesta nacional. El 28 de mayo, el país superó oficialmente los 100,000 decesos.
Youyang Gu, un pronosticador independiente cuyas estimaciones han resultado ser muy precisas, predijo 200,000 muertes para el 1 de octubre.
El gobierno de Trump admite la aparición de algunos brotes, pero los funcionarios de su administración dicen que en caso de una segunda ola de contagios la economía no admitirá nuevos confinamientos.
“No hay alarma. No hay una segunda ola”, llegó a afirmar el viernes en Fox News el asesor económico de la Casa Blanca, Larry Kudlow.
Puntos calientes
Muchos de los nuevos casos de la enfermedad reportados son leves. En Florida, donde Trump tiene una residencia privada, el gobernador habla de un aumento “modesto” de los contagios y explica que el número de hospitalizaciones se mantiene estable, lejos de los picos observados en Nueva York.
Pero no es así en todos los estados. En Arizona, el número de casos ha aumentado y el 78% de las camas de cuidados intensivos están ocupadas, un récord.
Phoenix se ha convertido en un “punto caliente”. “Hemos reabierto demasiado y demasiado rápido, nuestros hospitales están luchando”, dijo la alcaldesa, Kate Gallego, durante una conferencia en el Centro para el Progreso Estadounidense.
Esta es también la situación en Texas, donde el número de pacientes hospitalizados está aumentando desde el largo fin de semana del Memorial Day, a fines de mayo, fecha que tradicionalmente marca el comienzo del verano y en la que los ciudadanos suelen abarrotar las playas.
La gente “estaba harta del confinamiento”, dijo el viernes en CNBC Scott Gottlieb, exdirector de la Agencia de Medicamentos de Estados Unidos (FDA).
“La mayoría de los estados no han cumplido con los criterios de reapertura establecidos por las autoridades de salud pública y la Casa Blanca, pero de todos modos han reabierto porque la gente lo quería”, señaló.
Las largas semanas de encierro pusieron a prueba a los estadounidenses y a sus representantes políticos, en especial a los republicanos, que parecen creer que sus electores ya no pueden soportar medidas restrictivas.
El gobernador de Carolina del Sur, Henry McMaster, dijo que, a pesar del resurgimiento del coronavirus, en su estado no será obligatorio el uso de mascarillas y los comercios permanecerán abiertos. “La respuesta será la responsabilidad individual”, afirmó.