Demócratas de la Cámara de Representantes estarían supuestamente presionando al presidente Joe Biden para que revierta la política de Estados Unidos hacia Cuba una vez más, regresando a la pacífica coexistencia que prevalecía antes de que Donald Trump asumiera el cargo. En efecto, Biden debería dar los primeros pasos hacia una apertura renovada y dejar como responsabilidad que los líderes comunistas cubanos respondan.
Al igual que con muchas de las políticas de su predecesor, Trump declaró prontamente que el acercamiento de la Administración Obama con Cuba era un “mal negocio” y comenzó a desmantelarlo totalmente, imponiendo o reimponiendo más de 200 restricciones a los viajes, el comercio y las relaciones financieras y diplomáticas. Las fuertes medidas se tradujeron en votos para Trump en el sur de Florida, pero fueron un fracaso en casi cualquier otro aspecto. El régimen comunista de Cuba sigue firmemente arraigado. Más bien al contrario, se ha vuelto aún más dependiente de rivales estadounidenses como Venezuela, Rusia y China.
Los líderes de línea dura de La Habana siguen reprimiendo la disidencia. Los empresarios cubanos florecieron cuando se le permitió a estadounidenses visitar la isla, pero el impacto combinado de la reactivación de las restricciones estadounidenses y la pandemia los ha dejado en apuros.
Nada de esto es de beneficio para los intereses de EE.UU. Bajo Obama, EE.UU. y Cuba llegaron a más de 20 acuerdos que abordaban preocupaciones de seguridad de EE.UU., en temas que van desde la lucha contra las drogas hasta el medio ambiente. Biden debería abrir la puerta y renovar dicha cooperación.
Eso requerirá levantar la designación de Cuba como Estado patrocinador del terrorismo, que la Administración Trump impuso en sus últimos días sin una justificación real. También será necesario que Biden restablezca los lazos diplomáticos que se han deteriorado: nombrar un embajador, dotar de personal a la embajada de EE.UU. (tomando precauciones de seguridad adicionales mientras la causa de una misteriosa enfermedad que afectó a los diplomáticos estadounidenses en años recientes sigue bajo investigación) y reanudar los servicios consulares para que los cubanos viajen de nuevo a EE.UU. Las dos partes deben cooperar en salud pública para combatir la pandemia y reiniciar las conversaciones sobre cuestiones de seguridad.
Una mayor apertura debería centrarse por ahora en mejorar la vida de los cubanos dentro y fuera de la isla. La Administración debería levantar las restricciones a las remesas y también permitir viajar a la isla, porque los visitantes estadounidenses son buenos para las empresas locales. Eso significa permitir vuelos a ciudades distintas de La Habana e intercambios interpersonales, mientras se elabora una “lista restringida” más corta de entidades con las que los estadounidenses tendrían prohibido hacer negocios.
No obstante, Cuba no debería esperar que EE.UU. levante sanciones más específicas y mucho menos el embargo de décadas de antigüedad —cuyas disposiciones ahora están codificadas en la ley estadounidense—, a menos que también comience a dar pasos. Entre otras cosas, eso significa abordar las reclamaciones certificadas de propiedades incautadas después de la revolución de 1959, que ahora se estiman en casi US$ 9,000 millones con intereses. Los líderes de Cuba deben desempeñar un papel constructivo en la resolución de la crisis venezolana y mejorar su historial en materia de derechos humanos en el país.
El Gobierno ha tomado recientemente algunas medidas para racionalizar el sistema monetario del país y promover el sector privado, pero debería hacer más para abrir la economía a la inversión externa. La transición del Partido Comunista el próximo mes, cuando está previsto que dimita Raúl Castro, de 89 años, es la oportunidad para que el régimen afirme su intención de reforma.
Por más tercos y desconfiados que sean, los líderes cubanos deberían recordar dos cosas. En primer lugar, que todas estas medidas responden a los mejores intereses de su país. En segundo lugar, que cualquier distensión en las relaciones será temporal a menos que Biden pueda mostrar resultados. El régimen cubano cometió un gran error al no construir sobre la iniciativa de Obama, lo que llevó a muchos en EE.UU. a concluir que el compromiso era inútil. La próxima distensión fracasará a menos que sea de igual beneficio para estadounidenses y cubanos.