El primer juicio vinculado al escándalo de los sobornos pagados por familias para asegurar el acceso de sus hijos a prestigiosas universidades de Estados Unidos arrancó este lunes, con dos padres sentados en el banquillo.
Gamal Abdelaziz, un exejecutivo de casinos, y John Wilson, un ejecutivo de un fondo de inversión, están acusados de haber pagado cientos de miles de dólares para que sus hijos pudiesen estudiar en la Universidad del Sur de California (USC).
Los dos se han declarado no culpables, a diferencia de muchos otros implicados en este escándalo -incluidas conocidas personalidades del mundo del espectáculo-, que reconocieron los hechos en los últimos años.
El caso está considerado como la mayor estafa de admisión universitaria descubierta en la historia del país, con más de US$ 25 millones abonados en sobornos, y ha puesto en evidencia la obsesión por la meritocracia, ejemplificada en el elitista sistema de las universidades estadounidenses.
Según los fiscales, implica a decenas de personas, principalmente padres y entrenadores deportivos, que organizaron una trama para falsificar datos y propiciar así el ingreso de sus hijos a varias universidades.
Entre otros, se han declarado culpables por este caso que estalló en el 2019 las actrices Lori Loughlin y Felicity Huffman.
El cerebro de la operación, según la acusación, era William Singer, un consultor especializado en el acceso a universidades que buscaba el pago de “donaciones” a departamentos deportivos de universidades a cambio de que reclutasen a alumnos que no cumplían con los requisitos, lo que les abría la puerta de estos prestigiosos centros.
Singer ya se declaró culpable de varios cargos y ha estado cooperando con la investigación.
En el juicio que arrancó hoy en un tribunal de Boston, Abdelaziz está acusado de haber pagado US$ 300,000 para que su hija ingresase en la USC como jugadora de baloncesto.
Mientras, Wilson, presuntamente abonó US$ 220,000 para que su hijo entrase al mismo centro como jugador de waterpolo y de conspirar luego para pagar 1.5 millones de dólares para garantizar el acceso de sus hijas a Harvard y Stanford.
Ambos han negado cualquier delito, asegurando que creían que el dinero eran donaciones y no sobornos al personal de las universidades.