Por Tyler Cowen
Pocos países generan más optimismo en términos de potencial que Colombia, pero la realidad se queda corta ante la promesa. Pareciera que al país le va bien, así que al visitar Colombia, como lo hice la semana pasada, se convierte en una especie de indicador sobre la riqueza de las naciones. ¿En qué deberíamos creer más: la evidencia en general positiva o las cifras verificadas, que son mediocres?
Las ventajas para Colombia son fáciles de detectar. Las principales ciudades del país están llenas de edificios de oficinas atractivos y tiendas minoristas, no solo en algunos barrios ricos sino en toda la ciudad. Tanto Bogotá como Medellín se dieron la pena de mostrar que estaban listas para el gran nivel, aunque aún no lo hayan realmente alcanzado por completo. Es imposible visitar estos lugares e irse pensando que Colombia es una causa perdida.
Colombia también tiene centros comerciales al estilo estadounidense mejores que muchos otros países, incluida la mayor parte de Europa occidental, con tiendas que se llenan con clientes de una variedad de grupos de ingresos.
Los colombianos también se destacan por su espíritu emprendedor. Un índice del 2021 clasificó al país como el más emprendedor de América Latina.
Como nación, Colombia es extremadamente proestadounidense, tanto en lo básico como en su política exterior. Los colombianos se identifican con Estados Unidos, tienden a ser escépticos frente al socialismo y han colaborado considerablemente con el Ejército estadounidense para combatir las drogas ilegales.
Es discutible si las características proestadounidenses conducen a la prosperidad, pero al menos muestra que el país no es alérgico a los ideales de prosperidad y oportunidad. Y los estrechos vínculos con Estados Unidos, donde hay un gran número de migrantes colombianos, han sido una especie de correa de transmisión para la experiencia empresarial, las conexiones comerciales y las remesas. Para consolidar esos lazos, en 2012 Colombia firmó un tratado de libre comercio con Estados Unidos.
Si todo lo que uno hiciera fuera visitar lugares, uno podría irse de Colombia más optimista sobre el país que prácticamente cualquier otra economía emergente.
Sin embargo, estos aspectos positivos han existido durante un tiempo y los resultados son reveladores. Según estimaciones del Banco Mundial, Colombia tiene un ingreso per cápita de poco más de US$ 16,000, utilizando estándares de paridad de poder adquisitivo. Para fines de comparación, el valor en México es de poco más de US$ 20,000. Se considera que Argentina ha sido un fracaso económico desde los años del peronismo, pero aún así tiene un ingreso per cápita superior a los US$ 22,000.
También es preocupante el perfil exportador del país. Después de los combustibles fósiles, que tienen un futuro limitado, las principales exportaciones del país son el café, las gemas y los metales preciosos. Ninguno es lo suficientemente grande o lo suficientemente sofisticado o capacitado para llevar a la nación a la cima. Cuando se trata de manufactura compleja, el país está muy por detrás de México y Brasil, y ni hablar de Corea del Sur.
En una visión pesimista de Colombia se mencionarían regiones geográficas muy diferentes del país que nunca han visto una unificación económica o incluso política completa. La falta de un Estado-nación completamente desarrollado se ha reflejado en los continuos problemas del país con las guerrillas y los capos de la droga.
Los principales centros urbanos de Bogotá y Medellín se encuentran en el interior profundo, rodeados de montañas y no pueden aprovechar los principales ríos navegables. No hay un puerto de clase mundial y, excepto por su conexión con Estados Unidos, el país está enfocado en sí mismo y ha atraído a relativamente pocos inmigrantes, aparte de los refugiados venezolanos de tiempos recientes. La Amazonía separa a Colombia de gran parte del resto de Sudamérica.
De hecho, Colombia no tiene un vecino más rico que lo hale, ya que Panamá es demasiado pequeño y la mayor parte de Brasil está demasiado distante. Los problemas de Colombia también incluyen un repunte reciente de problemas con exguerrilleros.
El giro del país al elegir al presidente de izquierda, Gustavo Petro, ha creado mucho debate y controversia, pero probablemente no cambiará los fundamentos de esos aspectos positivos y negativos, que están profundamente arraigados en la historia de Colombia. El partido de Petro tiene solo un pequeño número de escaños en el Congreso, lo que limita su influencia.
Entonces, al mirar solo los números, no se pronosticaría un gran futuro para Colombia, al menos no en términos económicos. Desde 1990, la economía ha crecido un promedio de alrededor del 2% anual, lo que no da para alcanzar a las naciones más ricas.
Aun así, espero que Colombia, de manera lenta pero segura, ascienda en la lista para acercarse a los países de ingresos medios. Y debo entonces preguntarme por qué deposito tanta fe en ese “pálpito” sobre el país. ¿Un espíritu proestadounidense y proempresarial realmente tiene que rendir frutos a largo plazo, incluso si los hechos concretos de la geografía económica sugieren un camino más difícil? Al final del día, no puedo renunciar a mi optimismo.
Colombia no son solo 50 millones de personas que quieren un futuro mejor. También es una exploración en curso sobre lo que contribuye al éxito nacional.