Argentina está resucitando una página del libro de estrategia de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner al recaudar dinero para gastos fiscales a través de complejas maniobras contables y al vender bonos al banco central que, según los escépticos, es poco probable que alguna vez sean reembolsados.
Las medidas de la Administración del presidente Alberto Fernández, que incluye a Fernández de Kirchner como vicepresidenta, fueron impulsadas luego de la decisión del Fondo Monetario Internacional de otorgar al país US$ 4,300 millones en derechos especiales de giro (DEG), como parte de una campaña para ayudar a los países a hacer frente a las consecuencias de la pandemia de COVID-19 y apuntalar las reservas de divisas.
Con este dinero en sus manos, el Gobierno emprendió un proceso de varios pasos que incluyó conversiones de moneda, venta de bonos, pagos de deuda y nuevos préstamos. Estos mecanismos lo llevaron a obtener US$ 5,000 millones que podrá destinar a sus gastos, un monto superior a lo que otorgó el FMI.
Argentina tiene un historial de uso de técnicas contables creativas para suavizar su situación fiscal y esta parece otra táctica en la misma línea. Los analistas esperan que el Gobierno utilice el efectivo tanto para realizar los pagos adeudados al FMI hasta fines de este año como para financiar programas sociales antes de las elecciones de mitad de período de noviembre, cuando se pondrán en juego la mitad de los escaños en la Cámara Baja y un tercio del Senado.
La generosidad fiscal corre el riesgo de aumentar las presiones sobre los precios y socavar la calidad de los activos del banco central.
Como primer paso, el Gobierno decidió computar el dinero proveniente de los DEG como “ingreso corriente”.
Eso tuvo el efecto de básicamente aumentar su línea de crédito con el banco central en 84,400 millones de pesos (US$ 853 millones) debido a que las reglas limitan al organismo monetario a prestar al Tesoro más del 12% de la base monetaria o el 20% de sus ingresos anuales.
En una segunda parte del proceso, el Tesoro vendió los US$ 4,300 millones de DEG al banco central, y utilizó los pesos recibidos para cancelar los anticipos transitorios de la entidad que había tomado en lo que va del año. Eso también le dio más margen en la línea de crédito del banco central.
En la etapa final de la transacción, el Gobierno vendió letras en dólares intransferibles al banco central para recomprar los dólares que antes había vendido. Ayer, el Tesoro comenzó a usar esos dólares para realizar los pagos de un préstamo que el país obtuvo del FMI en el 2018.
Todos estos movimientos significan que el Gobierno podrá usar dos veces un mismo activo: los DEG habrán servido tanto para pagar la deuda del FMI como para cancelar los adelantos transitorios del banco central.
“Nada de esto ha sucedido desde la multiplicación de los panes y los peces en Galilea”, dijo Marcos Buscaglia, fundador de la consultora Alberdi Partners, con sede en Buenos Aires.
Es casi seguro que el gasto ejercerá presión al alza sobre la inflación y debilitará aún más el peso en los mercados alternativos que la gente usa para eludir los controles cambiarios, dijo Fernando Marull, director de la consultora FMyA, con sede en Buenos Aires.
“A medida que llegue el verano, el tipo de cambio se recalentará y veremos presión sobre la brecha entre los tipos de cambio oficiales y paralelos”, dijo Marull. “La economía tiene superávit de pesos y pocas reservas en el banco central”.