Las elecciones primarias de Argentina se desarrollaron exactamente como los inversionistas querían y dieron una dura reprimenda al presidente Alberto Fernández y a las políticas de izquierda que han trastornado la economía.
Era exactamente lo que los operadores, que habían elevado el valor de los pagarés soberanos a un máximo de nueve meses antes de la votación, estaban imaginando: una paliza tan severa que ciertamente llevaría a Fernández a finalmente dejar de lado las políticas fallidas de los radicales argentinos y volvería hacia la ortodoxia económica durante los dos últimos años de su Administración.
En cambio, parece ir en la dirección opuesta.
Poco después de la derrota hace dos semanas, Fernández reestructuró su gabinete reemplazando a algunos de los miembros más moderados. Prometió aumentar el gasto social de cara a la votación de noviembre que decidirá el control de ambas cámaras del Congreso. Y se ha acelerado la impresión de dinero para pagarlo todo, una medida que presenta el riesgo de empeorar la inflación que ya está en un 50%.
Los bonos han caído en picada cuando Fernández apuesta por el populismo económico, registrando uno de los peores resultados del mundo desde la votación y generando pérdidas de más del 3% para los inversionistas.
Los precios recientemente cayeron a alrededor de 30 centavos por dólar, su nivel más bajo desde julio, debido a la preocupación de que el aumento en el gasto dañe aún más las ya precarias finanzas de Argentina, socave la moneda y eventualmente conduzca a otro default multimillonario, el cuarto del país en este siglo.
Otro factor que se suma al pesimismo del mercado es la falta de eventos en el horizonte que podrían brindar cierto alivio antes de las elecciones generales del 2023.
Un acuerdo para reestructurar la deuda de US$ 45,000 millones de Argentina con el Fondo Monetario Internacional antes habría sido un acontecimiento positivo. Pero las negociaciones se complicarán por la insistencia de Fernández en el gasto populista, que agotará las reservas líquidas ya peligrosamente bajas de Argentina para fin de año, según Mauro Roca, director gerente de mercados emergentes de TCW Group Inc. en Los Ángeles.
“La Administración de Alberto Fernández prácticamente está apostando a la Cámara en las elecciones de mitad de período”, dijo Roca, quien supervisa US$ 17,000 millones en activos de mercados emergentes. “Habrá una recompensa por esas políticas en forma de inflación, y las conversaciones con el FMI se llevarán a cabo en condiciones aún peores de las que estamos viendo ahora”.
Los inversionistas se han desilusionado por la eterna promesa de moderación del Gobierno de Fernández, esperando inútilmente que se eliminen los controles de capital, el levantamiento de las restricciones a las exportaciones y el fin de la fijación de precios que Argentina ha utilizado para administrar la economía.
Las esperanzas se vieron frustradas aún más por los comentarios postelectorales de la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, en los que culpó a la estrategia económica del presidente de una “catástrofe política”. Ahora más que nunca, es poco probable que la fracturada coalición gobernante de Fernández llegue a un acuerdo sobre los métodos para hacer que el país vuelva a crecer, según Diego Ferro, fundador de M2M Capital en Nueva York.
“No van a ver políticas económicas coherentes en un Gobierno dirigido por grupos de personas que tienen puntos de vista muy diferentes sobre la dirección y la identidad del país”, dijo Ferro. “En dos años, es difícil saber qué tipo de Argentina heredará el próximo Gobierno”.
Los aliados de Fernández sufrieron en las urnas en medio de escándalos políticos por incumplir las reglas de cuarentena y acceder de manera anticipada a las vacunas contra el coronavirus, así como por la percepción de una mala gestión en la respuesta a la pandemia. La coalición opositora Juntos por el Cambio se adjudicó la mayoría de los distritos del país, incluida una inesperada victoria en la provincia de Buenos Aires, que representa más de un tercio del electorado total.
Eso no quiere decir que sean todas malas noticias para los argentinos. Con casi la mitad de la población completamente vacunada contra el COVID-19 y una relajación de las restricciones pandémicas antes de la temporada turística de verano, se espera que la economía se recupere casi un 7% este año, según las previsiones compiladas por Bloomberg.
El producto bruto interno se contrajo un 10% el año pasado cuando la nación sufrió una de las cuarentenas más prolongadas del mundo.
La mejor apuesta para los inversionistas en Argentina puede ser cambiarse a los bonos recientemente reestructurados de la provincia de Buenos Aires, que tienen cupones más altos que los pagarés de Argentina, según Siobhan Morden, directora de renta fija para América Latina de Amherst Pierpont en Nueva York.
La corredora Portfolio Personal Inversiones, con sede en Buenos Aires, sugiere adoptar una postura defensiva, deshacerse de los bonos emitidos más recientemente en Argentina por valores más antiguos que tienen cupones ligeramente más altos y protecciones legales más sólidas para los inversionistas.
Walter Stoeppelwerth, administrador de fondos de Gletir Corredor de Bolsa, dijo que la situación fiscal de Argentina hace inevitable que haya un ajuste de cuentas por delante.
“Los números no mienten”, dijo en un seminario web organizado por Portfolio Personal Inversiones el jueves. “El mayor riesgo de ser tenedor de bonos en Argentina es que el Gobierno se quede sin dólares nuevamente”.