Desde su lanzamiento en 2022, la serie “La emperatriz” (“The Empress” en inglés) ha capturado la atención del público en Netflix, ofreciendo una mirada dramatizada a la vida de Isabel de Austria, más conocida como Sissi. Ambientada en la corte vienesa del siglo XIX, la producción transporta a los espectadores a un mundo de intrigas y tensiones, explorando las complejidades de la existencia de esta monarca. A lo largo de la trama, se aborda su lucha por equilibrar las exigencias de la realeza con sus propios conflictos personales, mientras enfrenta su rol como emperatriz y la relación con el emperador Francisco José I, todo dentro de un contexto de amor, poder y desafíos internos.
La trama de “La emperatriz” destaca no solo los desafíos políticos y familiares que Sissi vivió, sino también sus luchas personales. Uno de los aspectos más profundos de la serie es cómo se retratan las tensiones en su relación con la madre de Francisco José, la archiduquesa Sofía de Baviera, quien tiene una gran influencia sobre la corte. Sin embargo, hay un tema central que, aunque no se aborda explícitamente en la serie, estuvo presente en la vida real de ella: la lucha de Sissi con su imagen corporal y su obsesión por mantenerse delgada, un trastorno alimenticio que marcaría profundamente su existencia.
EL TRASTORNO ALIMENTICIO DE SISSI
Isabel de Austria, conocida por su belleza, vivió con una constante preocupación por su físico, lo que la llevó a desarrollar comportamientos alimentarios dañinos. Su obsesión por mantener un cuerpo perfecto comenzó en su juventud, pero fue especialmente grave cuando tenía alrededor de 25 años, después de haber tenido varios hijos. El deseo de mantenerse en un peso ideal de 50 kilos, con una cintura de solo 47 centímetros, se convirtió en una constante en su vida, y esto afectó su salud física y emocional. Aunque en su época no existía el conocimiento sobre trastornos como la bulimia o la anorexia, muchos de sus comportamientos hoy se identificarían como síntomas de estas enfermedades.
Sissi llevaba una vida llena de dietas estrictas, hábitos alimenticios poco saludables y ejercicios excesivos. A pesar de su posición como emperatriz, su lucha interna era constante y se manifestaba a través de su necesidad de controlar su figura. La falta de especialistas en nutrición en el siglo XIX la llevó a crear sus propios regímenes, los cuales eran extremadamente restrictivos y poco equilibrados. De hecho, su dieta incluía alimentos como caldos de carne de ternera, pollo, venado y perdiz, pero carecía de frutas y verduras, lo que empeoraba su estado de salud.
Además de las dietas, Sissi sufrió de atracones de comida, un comportamiento característico de la bulimia, que realizaba a escondidas. Sin embargo, después de estos episodios, la emperatriz recurría al ejercicio compulsivo para contrarrestar lo que consideraba un “descontrol” en su cuerpo. Las largas caminatas por el monte y las sesiones intensas de gimnasia se convirtieron en su forma de lidiar con su culpa y ansiedad, aunque su salud física se deterioraba con el tiempo debido a estos esfuerzos extremos.
El trasfondo de esta obsesión por el físico parece estar relacionado con los embarazos que sufrió Sissi. A lo largo de su vida, tuvo cuatro hijos, aunque solo dos llegaron a la adultez. La pérdida de su hija Sophie, quien murió a una edad temprana, y la falta de deseo por la maternidad en general, sumaron a la tristeza y el descontento que sentía por su cuerpo. La emperatriz, en su desesperación por mantener una figura esbelta, llegó a experimentar problemas de salud como el insomnio, la irritabilidad y dolores crónicos debido a sus hábitos extremos.
La influencia de la corte en la vida de Sissi también jugó un papel crucial en su trastorno alimenticio. A menudo, la emperatriz comía en secreto, evitando la presencia de su esposo, el emperador Francisco José, y su familia política durante las comidas. Solo en ocasiones, cuando se encontraba con sus hermanos y hermanas o su hija menor, Valéry, sentía cierta comodidad. Esta relación con la comida reflejaba no solo su obsesión con el peso, sino también su necesidad de escapar de las presiones de su vida en la corte.
Para mantener su figura, Sissi se sometió a todo tipo de excentricidades, como el uso de paños húmedos alrededor de su cintura para moldearla, una práctica que realizaba varias veces a la semana. A pesar de estos esfuerzos, su salud comenzó a resquebrajarse. Sufrió de problemas musculares, como neuritis y reúma, además de edemas en las piernas y dolores de ciática, todo ello como consecuencia de sus extremas dietas y su constante ejercicio físico. A medida que su obsesión por mantenerse delgada crecía, su bienestar físico y emocional se veía cada vez más comprometido.
El trastorno alimenticio de Sissi es una de las facetas menos conocidas, pero profundamente significativas de su vida. Aunque la serie “La emperatriz” no profundiza en este aspecto de su personalidad, es importante recordar que detrás de la imagen de la emperatriz perfecta y distante, existía una mujer profundamente afectada por sus propios demonios. La obsesión con su cuerpo y su figura perfecta reflejaba una lucha interna que la acompañó a lo largo de su vida y que, lamentablemente, tuvo graves consecuencias para su salud.