Cuando los puertos de Odesa fueron bloqueados a inicios de la guerra, los agricultores ucranianos vieron imposible embarcar sus cosechas al exterior. Los puertos de esa región son la principal ruta exportadora de Ucrania –segunda exportadora mundial de cereales y tercera de aceites vegetales–, así que los precios globales de los alimentos se dispararon.
La invasión rusa ha asestado un brutal golpe a la economía del país. Los combates están arrasando campos que el año pasado produjeron 20% del PBI ucraniano. Según la Escuela de Negocios de Kiev, los bombardeos han ocasionado US$ 10,000 millones en perjuicios a empresas. Los trabajadores se han sumado a la lucha o dejado el país. De los 6.2 millones de desplazados internos, un tercio está desempleado. El FMI estima que el PBI se contraerá 35% este año.
Sin embargo, lenta y denodadamente, la economía del país se ha adaptado a la guerra –y parece estar creciendo–. Es el caso de los puertos de Odesa, que ya están operando, aunque a menos de su capacidad normal. Un acuerdo alcanzado en julio bajo el auspicio de la ONU permite a Ucrania exportar productos agrícolas; desde entonces, al menos 7.8 millones de TM de grano han sido embarcadas.
El país espera cosechar entre 65 y 70 millones de TM este año, un tercio menos que sus niveles preguerra, pero grande considerando las circunstancias. Esa producción sería suficientemente rentable para habilitar la nueva temporada de siembras. En vista que los alimentos pueden ir en barco, la capacidad ferroviaria está disponible para la exportación de metales.
Los avances en el campo de batalla también han hecho la diferencia. En agosto, las entradas y salidas al país desde y hacia la Unión Europea (UE) fueron similares. El 80% de empresas trabajaba a más de la mitad de su capacidad en setiembre (57% en mayo). Esto refleja crecientes seguridad y respaldo oficial. Un programa del Gobierno ha ayudado a 745 empresas a trasladarse a partes del país más seguras.
En tanto, una inteligente política económica ha evitado una crisis financiera. Cuando comenzó la guerra, el déficit presupuestario saltó a US$ 5,000 millones mensuales (frente a expectativas previas de US$ 600 millones). A pesar de sus esfuerzos, el banco central tuvo que devaluar en julio y parece probable que lo hará de nuevo. Pero estos problemas han probado ser manejables.
Los bancos estaban bien capitalizados, las habilidades digitales perfeccionadas durante la pandemia siguieron mejorando y la independencia del banco central, establecida en las reformas post-2014, ha ayudado a prevenir el pánico. “Nada de esto habría sido posible hace ocho años”, señala Natalie Jaresko, exministra de Finanzas (2014-2016).
En un inicio, las donaciones internacionales solo permitían mantener el Gobierno a flote, pero luego, la necesidad de mayores montos se hizo más evidente. Estados Unidos ha enviado US$ 8,500 millones y pronto adicionará otros US$ 4,500 millones. La UE y sus miembros han prometido un monto similar, pero no habían cumplido hasta setiembre, cuando luego de muchas idas y venidas, acordaron enviar € 5,000 millones en préstamos. Quizás no sorprenda que la paciencia de Estados Unidos con Europa esté acabándose.
También la de Ucrania. Su Gobierno estima que el próximo año tendrá un déficit presupuestario de US$ 38,000 millones, equivalente al 19% del PBI previo a la guerra. Necesitará US$ 17,000 millones para reconstruir infraestructura clave y viviendas para quienes retornen. El dinero oportuno es más importante que su forma. Pero “importa mucho si serán préstamos o subvenciones cuando se considera el futuro regreso a los mercados de Ucrania”, señala Kostiantyn Kucherenko, de la firma de inversiones Dragon Capital.
El Gobierno de Biden espera enviar US$ 1,500 millones mensuales el próximo año, si puede superar la oposición republicana. Las necesidades concretas de Ucrania dependen en parte del acuerdo alcanzado en julio, que expira el 19 de noviembre. El Kremlin se queja de que sus exportaciones de fertilizantes están obstaculizadas por las sanciones impuestas por Occidente. Funcionarios ucranianos temen que este y otros reclamos sean un pretexto para cancelar el acuerdo.
El Gobierno ucraniano también tiene un rol que desempeñar. Su gasto tiene que estar mejor orientado, argumenta un reporte del Centro de Investigación de Política Económica (CEPR). Algunas medidas son dispendiosas –como topes al precio del gas–. El reporte aconseja seguir el ejemplo de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial: el número de hogares que pagaban impuesto a la renta creció diez veces y la recaudación subió más del doble.
El sistema tributario de tasa plana de Ucrania, diseñado para atraer inversiones en tiempos normales, no sirve para respaldar una economía de guerra. Aunque la economía del país está creciendo, sus perspectivas permanecen inciertas. Se necesitará ayuda adicional. Si los ministros ucranianos tomasen algunas decisiones difíciles, los tacaños europeos tendrían una excusa menos para no colaborar.
Traducido para Gestión por Antonio Yonz Martínez
© The Economist Newspaper Ltd, London, 2022