A un mes de que la invasión de Rusia a Ucrania provocase la subida del precio del petróleo, la turbulencia en los mercados de uno de los más cruciales commodities muestra pocas señales de llegar a su fin. En la última quincena, el crudo brent ha oscilado entre US$ 98 y US$ 121 el barril. Sin tener en cuenta el caos generado por la pandemia el 2020, el índice de volatilidad del crudo (OVX) raramente ha sido tan alto en los últimos diez años como en los últimos 30 días.
Las variaciones reflejan la relación entre las fuerzas geopolíticas y económicas que están zarandeando al mundo, desde la guerra en Ucrania a las tasas de interés y el covid-19. Más allá del conflicto bélico, hay tres grandes fuentes de incertidumbre para el mercado de petróleo.
La primera es qué harán los miembros de la OPEP a medida que las sanciones impuestas por Occidente surtan efecto y el petróleo ruso sea rechazado. Estados Unidos ya prohibió su importación y hasta en países que no han dado ese paso, compradores potenciales están teniendo dificultades para negociar con intermediarios financieros rusos que han sido bloqueados por el sistema financiero global –resultado de las sanciones–, y podrían temer que se impongan nuevas restricciones.
El 16 de marzo, la Agencia Internacional de la Energía señaló que, como consecuencia, los mercados internacionales podrían enfrentar un déficit de 3 millones de barriles de petróleo diarios desde abril (el mundo consumió unos 98 millones de barriles diarios el año pasado). Esa disrupción, en el que fue un fluido mercado global, se ilustra mejor con la brecha entre los precios del brent y del petróleo de los Urales. El 31 de enero, era de US$ 0.60 por barril y el 23 de marzo, alrededor de US$ 30.
Esto otorga mucho poder a los dos países con mayor capacidad para cubrir parte de ese déficit: Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, los que, hasta ahora, han rechazado pedidos de aumentar sustancialmente su producción. A principios de marzo, la OPEP y sus aliados (Rusia incluida), solo confirmaron planes para elevar su oferta en 400,000 barriles diarios. Su próxima reunión, este jueves, será seguida con mucha atención. Es que cualquier viraje en los pronunciamientos públicos tiene el potencial de activar oscilaciones en el precio del crudo.
La segunda incertidumbre está relacionada con la capacidad de la producción estadounidense de petróleo de esquisto para remediar la reducción de la oferta. Durante 2010-2015, esa producción repuntó y ocasionó un desplome del precio del petróleo y el debilitamiento de la OPEP. Pero las condiciones en la economía estadounidense han cambiado marcadamente, así que analistas y gente del sector dudan que el esquisto esté a la altura del reto.
Para empezar, las condiciones de financiamiento son menos alentadoras que en 2010-2015. Se espera que la Reserva Federal (Fed) suba sus tasas de interés en varias ocasiones este año y el próximo. Otra dificultad proviene del ajustado mercado laboral estadounidense: unas 128,000 personas trabajaban en la extracción de petróleo y gas en febrero, frente a más de 200,000 a fines del 2014. Con el desempleo en 3.8% y los empleadores bregando por cubrir vacantes, no será fácil encontrar varias decenas de miles de trabajadores.
Las actitudes del sector también han cambiado. Tanto los productores estadounidenses como sus potenciales acreedores son ahora más cautos respecto del financiamiento. Bancos y administradoras de activos están sujetos a estándares ambientales más estrictos, uno de los factores del encarecimiento de los costos.
En lo que va del primer trimestre de este año, las exploradoras y productoras de energía han reportado el mayor aumento de sus gastos de arrendamiento operativo –los costos recurrentes por operar pozos– en al menos seis años, de acuerdo con la oficina de la Fed en Dallas. Las propias productoras, que en el pasado tuvieron dificultades para generar ganancias de manera consistente, ahora están más aplicadas con la disciplina del capital.
El tercer componente de la volatilidad tiene que ver con la demanda. La estrategia de “cero covid” de China está siendo puesta a prueba, pues ha registrado sus mayores números de contagios desde que comenzó la pandemia y grandes urbes están afrontando nuevos confinamientos. La investigadora de commodities Platts Analytics indica que las restricciones podrían reducir la demanda en 650,000 barriles diarios en marzo, aproximadamente el equivalente a la producción de crudo de Venezuela.
Incluso antes de los confinamientos, había señales de desaceleración en la economía china, en particular en el sector inmobiliario. Cualquier indicio de que el enfriamiento en la mayor importadora de energía del mundo se está generalizando significaría más tumulto para los commodities.
Las maquinaciones de la OPEP, las cifras del esquisto estadounidense y la salud de la economía china: cualquiera de estas fuentes de incertidumbre sería suficiente para generar oscilaciones de precios. Juntas, son una mezcla inflamable.
Traducido para Gestión por Antonio Yonz Martínez
© The Economist Newspaper Ltd, London, 2022