Cuando el Gobierno de China anunció, el 5 de marzo, que su objetivo era alcanzar un crecimiento del PBI de 5.5% para este año, la meta parecía exigente, pero ahora parece casi fantasiosa. El 14 de marzo, el país registró 5,370 nuevos contagios de covid-19, número que sería poco significativo en muchos países, pero que en China es una intolerable amenaza contra su preciada política de “cero covid”.
El grueso de casos ocurrió en el provincia de Jilin (al noreste), la que fue puesta en cuarentena total, aunque también fueron implementados confinamientos de diversa rigurosidad en Shanghái y Shenzhen, dos urbes que representan más del 16% de las exportaciones chinas.
En Shanghái, cualquiera que quiera salir de la ciudad tiene que mostrar un resultado negativo de una prueba de ácido nucleico que haya sido tomada dentro de las 48 horas previas. Fueron clausurados parques y locales de entretenimiento, y bloques completos de departamentos fueron confinados si cualquiera que viviese en ellos era sospechoso de haberse expuesto al virus.
Las restricciones en Shenzhen fueron más severas. Se permitió a la población abastecerse de abarrotes y, luego, guarecerse durante una semana al tiempo que fue sometida a tres rondas de pruebas de descarte obligatorias. Todos debieron trabajar desde casa o no laborar en absoluto, a menos que fuesen parte del suministro de bienes y servicios esenciales para la ciudad, o para la vecina Hong Kong.
Las cuarentenas suponen una obvia amenaza para las cadenas de suministro mundiales. Shenzhen –cuyo nombre puede traducirse como “zanja profunda”–, representa casi el 16% de las exportaciones chinas de alta tecnología. Foxconn, que manufactura iPhones para Apple, suspendió las operaciones de sus plantas ubicadas en la zona por los primeros días de la semana del 14 de marzo, según informó Reuters.
Otros eslabones de la cadena de suministro tecnológica también interrumpieron su producción. Y se apagó el bullicio en los mercados de venta al por mayor de aparatos electrónicos en el subdistrito de Huaqiangbei, que son emblemáticos de la llamada “globalización de baja gama”. Shenzhen también alberga al puerto de Yantian, uno de los más ajetreados del mundo.
Tras un brote de covid-19 en mayo pasado, tuvo que operar al 30% de su capacidad por un breve periodo, lo que contribuyó a generar largas colas de buques en altamar y altas torres de contenedores en sus muelles. En esta ocasión, “las repercusiones se sentirán en todo Estados Unidos… y casi en todo el mundo”, alerta Johannes Schlingmeier, CEO de Container xChange, una plataforma de alquiler de contenedores.
No obstante, la cadena de suministro de China está algo lejos de romperse. Por ejemplo, Foxconn posee cierto grado de maniobra, pues tiene más de 40 plantas en el país y manufactura buena parte de iPhones fuera de Shenzhen. Además, marzo no es una temporada pico para la entrega de muchos de los productos que se fabrican en Shenzhen, puntualizan Helen Qiao, economista jefe para China de Bank of America Merrill Lynch, y colegas suyos.
Y las manufactureras chinas harán todo lo posible para mantener su producción en marcha. Por ejemplo, en Shanghái, una fabricante de autopartes ha solicitado trabajadores esenciales para que vivan y duerman en sus instalaciones cuando las condiciones lo permitan, según el sitio de noticias chino LatePost. También se permitirá que algunas plantas en Shenzhen operen en esta clase de burbuja.
La amenaza económica más probable del reciente brote es sobre el consumo chino. Las ventas al por menor estaban mostrando señales de vida: en enero y febrero, crecieron 4.9% en términos reales, respecto del mismo bimestre del 2021. El banco de inversión Nomura cree que esas ventas podrían volver a contraerse los próximos meses.
El brote también ha aplazado cualquier relajamiento de la política de cero covid, cuando en semanas recientes hubo algunas señales de flexibilización. Destacados expertos en salud pública habían comenzado a hablar de una vía de coexistencia con el virus y la empresa estatal China Meheco suscribió un contrato para comprar la píldora de Pfizer Paxlovid, que ayuda a proteger de enfermarse seriamente a personas contagiadas.
Pero el reciente brote ha sido recibido con más retórica restrictiva. En una visita a Jilin el 13 de marzo, Sun Chunlan, una de los cuatro viceprimeros ministros del país, dijo que las provincias chinas deben cumplir sin otorgar concesiones la estrategia de cero covid. Sin embargo, esa postura inquebrantable requiere poner en riesgo otras metas.
El banco de inversión Morgan Stanley ha revisado a la baja su proyección de crecimiento del PBI chino para este año, de 5.3% a 5.1%. Estima que el PBI del primer trimestre no crezca respecto del trimestre previo. La economía podría rebotar en los meses siguientes, pero si China quiere acercarse a su meta de crecimiento, primero tendrá que salir de su zanja.
Traducido para Gestión por Antonio Yonz Martínez
© The Economist Newspaper Ltd, London, 2022