¿Las impresoras o escáneres como adversarios? Caracterizada por nacer en un entorno digital altamente intuitivo —entre 1997 y 2010—, la generación Z o ‘centennial’ convive con la reputación de ser la líder de la interacción online. Esta popularidad, que se semeja más a un estereotipo, se convierte en una brecha en el escenario laboral: se denomina tech shame y se refiere a la inseguridad que experimentan los empleados más jóvenes frente al manejo de dispositivos considerados básicos en una oficina.
Pese a que los integrantes de este grupo generacional combinan su capacidad multitarea y creatividad con su eficiencia en redes sociales, hay una dificultad tecnológica que pocas veces exteriorizan. ¿Qué genera este retraimiento? Así opinan los expertos.
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El tech shame y el desempeño laboral
Hay una distancia considerable entre las aplicaciones telefónicas y los artefactos que conforman el inventario de TI de una oficina. “Los nativos digitales dominan la tecnología, pero de uso doméstico. La dificultad llega cuando se enfrentan a una realidad distinta, a una utilización de la tecnología que está orientada a ciertos objetivos a nivel empresarial”, explica Renzo Barturen, especialista del rubro en Certus.
Esta ausencia de familiaridad produce, de acuerdo con el experto, una sensación natural de miedo. ¿La razón? Despertar entre los empleadores o los cargos mayores una percepción de carencia de habilidades o de “no llegar al nivel esperado”. “Ser estereotipados como nativos digitales les genera una presión adicional. Ellos dominan de manera fluida la tecnología., pero no siempre es así, porque el campo cambia rápidamente”, agrega.
Por ello, Javier Kuan, director de estrategia de tecnología digital, de Esencia, empresa del grupo Efitec, sostiene que el tech shame es “crítico en entornos laborales”. “En el 2024 se ha encontrado que, en empresas a nivel global, como HP, hasta el 20% de ellos (generación Z) se ha sentido juzgado o no aliviado frente a estas tecnologías”, ejemplifica.
Al respecto, asegura que cualquier sentimiento de exclusión es perjudicial para la productividad. “Los equipos finalmente son diversos, deberían poder estar en capacidad de comunicarse y de trabajar en conjunto para que las empresas progresen en sus objetivos”, rescata.
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¿El tamaño de la empresa importa en el tech shame?
Kuan detecta que la dimensión de una empresa es un factor que acentúa o no esta brecha emergente. “No es lo mismo una pyme que un banco. Tecnológicamente se va a presentar este tech shame de una forma distinta. En la medida en que las áreas de recursos humanos puedan evaluar esta tendencia, se pueden tomar medidas al respecto”.
El experto es enfático: “El tech shame no nació solamente para corporaciones”. Aun así, expresa que los grupos empresariales grandes suelen disponer esfuerzos económicos en un área de TI, lo que podría crear un espacio para saldar dudas y abordar la problemática. Ocurre algo diferente con las pymes, las cuales cuidan su presupuesto para mantenerse en la línea de la formalidad y suelen dejar de lado estas necesidades.
Ante tal panorama, Kuan recuerda que el “tech shame siempre existió” y trae a colación el periodo en que aparecieron las primeras computadoras: “Eran complejas al inicio y los usuarios no sabían usarlas. Los que ya las dominaban estaban dejando en desventaja a la otra generación”, indica. No obstante, “lo notable ahora es que a la generación Z le cuesta este manejo tecnológico. Lo usual era que la antigua se perdía un poco”, precisa.
Coincide con él Barturen: “Para las generaciones anteriores, por ejemplo, la dificultad estaba en pasar de las herramientas manuales a las digitales. [...] El tema es que a la generación Z ya se le considera un grupo nativo digital; pero ser un nativo digital no lo hace inmune al tech shame, por eso es clave la capacitación constante”.
Como salida enumera, además, una mentoría intergeneracional. “Crear mentores o comunidades que permitan interactuar a estos jóvenes con profesionales o compañeros que dominen cierta tecnología. Cada uno aporta para que el tech shame se reduzca”, finiquita.
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Tech shame: el respaldo legal
Silvia Rebaza, asociada principal de la firma Philippi Prietocarrizosa Ferrero DU & Uría (PPU), pormenoriza para Gestión cómo la ley ampara a los trabajadores en el caso de que se encuentren vulnerables ante el tech shame u otras dinámicas de incomodidad durante el horario de trabajo.
Primero resalta la figura del empleador como vigilante de un ambiente laboral favorable. “Tiene la obligación de evitar riesgos psicosociales. Eso sí es un mandato. [...] El empleador posee una responsabilidad de intervención que va más allá de simplemente organizar programas o incentivos”, aclara.
Al respecto, expone que las sanciones son distintas según el seniority. “Una cosa es un compañero de trabajo que está generando un entorno hostil; pero si es un superior jerárquico de la persona afectada, hay un plus, porque este jefe es quien está desencadenando los riesgos psicosociales. En esos casos, hay medidas más severas”, advierte.
La abogada laboralista puntualiza que aunque en el Perú no hay una norma enfocada en tratar los asuntos de hostigamiento laboral-ambiental, existe el derecho a la seguridad y la salud, el cual todo trabajador posee. “Entonces, eso implica que también se debe velar por evitar situaciones que puedan implicar un acoso moral”, complementa.
Además, destaca la ley de salud mental. Observa que este marco permite preservar las buenas prácticas en los puestos de liderazgo, los mismos que tienen la tarea inherente de representar a la empresas con sus acciones. “Una persona con gente a su cargo no solamente debe ser alguien capacitado en conocimientos, sino alguien que tenga las habilidades blandas para liderar un equipo de trabajo, que esté atento a las necesidades de los empleados”, señala.
Insiste en que atrás quedó el jefe impositivo que ridiculizaba a los suyos como parte de la enseñanza y aplaude que este cambio de chip sea un logro de las nuevas generaciones: “Es un desarrollo de los derechos laborales”, resume.
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Tech shame: prevención antes que sanción
Al igual que los otros voceros, Rebaza subraya que así como las generación Z registra algunos problemas al acostumbrarse a las tecnologías que no ha utilizado antes, la solicitud va también para las generaciones mayores: “Se espera que manejen muy bien el internet, incluso la IA”, dice.
Por ello, asegura que es importante mirar a todo el cuerpo laboral de forma transversal y que, aunque las sanciones están sobre la mesa, listas para ser utilizadas en favor de la ciudadanía, “la prevención es urgente”.
“Es sencillo sancionar, pero si como empleador veo que ha pasado tiempo y hay algo que no se ajusta, debo mirar qué necesita cada uno de los grupos de las distintas generaciones. Como empresa no puedo presumir que una persona mayor sabe cómo utilizar un artefacto o que una persona menor sabe cómo utilizar una herramienta”, concluye.
Redactora de Economía en diario Gestión. Periodista piurana con seis años de experiencia profesional en el rubro.
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