Doce mujeres crearon una olla común al inicio de la pandemia, lo cual permitió que más de 80 familias pudieran subsistir en un asentamiento humano de San Juan de Lurigancho. Sin embargo, la situación económica del país y el casi nulo apoyo del Estado, les representa un problema para continuar adelante.
Son las 8 de la mañana del jueves 1 de setiembre. Desde la zona más alta de San Juan de Lurigancho, un grupo de mujeres -liderada por Abilia Ramos Alcántara, presidente de la Olla Común “Nueva Esperanza”- realizan las primeras faenas para preparar la comida del día.
Y es que el alimento que preparan -labor que empiezan desde muy temprano- será el sustento de las familias del asentamiento humano Antonio Raimondi. Abilia Ramos, una mujer de 41 años de 1.55 metros de altura, cuenta que el esfuerzo que realiza a diario lo hace junto a otras doce mujeres.
La preparación del almuerzo -agrega- lo hacen por turnos. Dos personas cocinan por día.
A mediados de marzo de 2020, el país inició una de las cuarentenas más largas a nivel mundial por la pandemia de la COVID. Esta situación generó que miles de peruanos quedaran sin empleo debido a la alta tasa de informalidad que se registraba entonces, un 68.4% en áreas urbanas, por lo que la situación alimentaria era un desafío para los ciudadanos en diversas zonas del país.
Durante esta etapa, esta olla común jugó un rol crucial durante el inicio del encierro, al preparar 120 menús al día debido a que muchos jefes de familia perdieron su empleo. La única forma que tenían estas familias para alimentar a sus hijos, muchos de ellos menores de edad, era a través de esta olla común, que se creó días después de decretada la cuarentena.
“Mucha de la gente se había quedado sin trabajo y también muchos adultos mayores trabajaban, pero por temor a enfermarse dejaron de trabajar (…) Este espacio es prestado por la comunidad para que las señoras, todas de la olla común, podamos cocinar acá”, sostuvo.
Tras pasar la peor etapa de la pandemia, la cantidad de personas que atiende se ha reducido y actualmente cocinan un promedio de 80 menús al día. El 20% de los menús que se venden (a un precio simbólico de S/ 3) -sostiene su presidenta- van destinados a casos sociales, es decir, es consumido por familias a los que no se les cobra ni un sol. Particularmente, infantes y adultos mayores.
Ya son las 11.30 de la mañana. El olor del plato del día se siente desde varias cuadras, mientras los niños del nido de la zona empiezan a salir rumbo a casa.
Los primeros comensales -en su mayoría mujeres- van llegando para la ración familiar. La señora María -que es una caserita fiel a la sazón de esta olla común- afirma que todos los días compra tres menús, pese a que en su hogar conviven cuatro personas. La economía no le alcanza para comprar un plato adicional.
Esta situación no la amilana. Con el mejor de los ánimos, afirma que los tres menús serán repartidos de forma equitativa entre todos los miembros de su familia. Nadie se quedará sin comer. “Eso ya es bastante, señorita. Es una bendición”, sostiene. La plata no alcanza.
La señora Abilia Ramos -lideresa de la Olla Común “Nueva Esperanza”- es técnico en enfermería, pero eso no la detiene de poder buscar un tiempo para poder representar a las ollas comunes de su distrito. Cuenta que las personas que son parte de esta organización no están a la espera de lo que pueda producir la olla, pues también cuentan empleos de medio tiempo para buscar salir adelante.
“Todos trabajan, no es que estemos esperando comer de la ollita, sino las señoras salen a trabajar, por ejemplo, ahora la vecina ha dejado su plato, pero se va a limpiar casas y sucesivamente. (…) No es que estemos sentadas esperando que nos regalen o nos donen, las vecinas todas trabajan, tejen pulseritas, limpian casas, la otra vecina vende pan. Pero es un día a día para poder generar y poder pagar la luz, pagar el agua de su casa, no es que podamos todos esperar de acá nomás”, dijo.
Parte del trabajo que realiza como representante de las ollas comunes de su distrito consiste en reuniones con autoridades de diversas instituciones, a fin de buscar un apoyo de parte del Estado para que las organizaciones vecinales de San Juan de Lurigancho puedan seguir creciendo.
Además, tienen el apoyo de organizaciones como el Programa Mundial de Alimentos. “Nueva Esperanza” cuenta con secretaria, tesorera y una almacenera, quien se encarga de hacer un registro de los alimentos que ingresan a la organización vecinal, a fin de que puedan ser distribuidos durante la semana.
-Los malabares diarios-
Pese al trabajo que cumplen estas mujeres, la situación económica postpandemia no les ha sido ajena y les ha afectado por el incremento de precios. En la Olla Común “Nueva Esperanza”, los menús se vendían en S/ 2, pero debido al alza de los productos, ahora tienen que ofrecerlos en S/ 3 y solo el plato principal, pues antes ofrecían una entrada de sopa, que según la señora Abilia Ramos era guardada por algunos adultos para la noche.
“Antes hacíamos un poco más de presitas, por lo menos así puedas echar un pollo, pero echabas un pollo, ahora se echa la mitad de un pollo para estas ollas grandes, entonces a veces hay que darle a los niños y a los abuelitos una presita y las señoras de acá se quedan sin nada solamente comiendo papas o fideos, es lo que puedas consumir”, manifestó.
Ante esta situación, la representante de la olla común sostiene que, para afrontar el incremento de productos como el aceite o el gas, que son esenciales para la producción de alimentos, decidieron vender cachangas o caldo de mote. Preparan cerca de 200 platos de caldo de mote que son consumidos por los choferes de mototaxis, muchos ellos extranjeros, y vecinos de la zona.
Con este dinero logran hacer frente a los gastos que requiere la organización. Otra opción que tienen para comprar los insumos diarios que demanda la preparación de alimentos -ante la ausencia de apoyo estatal ya sea a través de programas sociales o municipales- es con la venta chatarra. “Vendemos a 0.30 céntimos el kilo de latas; a S/ 2 el kilo de botellas y a 0.40 céntimos el kilo de cartón”, explica
Otra forma de abastecerse de alimentos es con su propio biohuerto en la que siembran tomate, lechuga, rabanitos y hierbas aromáticas.
-Gasto diario pasó de S/ 50 a S/ 90-
¿Cómo se define el menú del día? Un día antes -sostiene la señora Abilia Ramos- definen lo qué se preparará al día siguiente. Todo depende del presupuesto que se tenga que está compuesto de lo que han vendido (en menús); las donaciones que reciben; los ingresos que genera la venta de chatarra y lo que consiguen en el mercado.
Este último, se ha convertido en su aliado. La señora Marlene -encarga de ir al mercado cada semana- cuenta que cuando va al mercado del distrito y se identifica como parte de la Olla Común “Nueva Esperanza”, los comerciantes -muchos de ellos, también mujeres- les dotan de alimentos que les pueda faltar para el menú.
¿Cuánto gastan al mes? Por uso del balón de gas S/ 600 a lo que se añade S/ 30 de agua potable. Luego está el precio de los alimentos. “Las verduras y el pollo están muy caros, al igual que la papa. En el caso del aceite lo tenemos que rehusar si es que se va hacer frituras”.
El menú diario es generalmente trigo, papa rellena, lomo saltado, locro, entre otros. Al mes demandan (gastan) S/ 2,610. Es decir, necesitan S/ 87 por día para preparar 80 menús (cerca de S/ 90 al día). Un gasto que es S/ 40 más caro que lo que necesitaban durante la pandemia.
Por aquel entonces (en la peor época del COVID) el presupuesto diario era de S/ 50.
De cara al futuro, la señora Abilia Ramos indica que eventualmente buscan abrir una panadería en el lugar donde se encuentra ubicada la Olla Común ‘Nueva Esperanza” para lograr que las mujeres que la integran puedan tener un ingreso continuo. Esto no significaría la desaparición de la organización, pues mantendrían la olla común en otro espacio para poder atender a los vecinos que la necesitan.
Sin embargo, precisó que es una necesidad el que puedan obtener dinero constantemente.
“Queremos hacer una panadería, nuestra visión a largo plazo no es quedarnos como ollita. Tal vez la ollita pasarla al costado, pero va a haber adultos mayores y acá mismo la mayoría son adultos que no tienen un seguro, que no tienen plata guardada en el banco, que viven del día a día y en esta pandemia a veces cuando se enferman no tienen cómo curarse”, dijo.
“Entonces lo que hemos pensado es hacer una panadería acá y que las señoras puedan tener sus propios ingresos y que la ollita siga funcionando, porque muchos adultos no tienen cómo alimentarse, cómo subsistir, entonces tener nuestra panadería y con nuestro propio ingreso seguir alimentando”, añadió.
-Pedido a futuras autoridades-
De cara a las elecciones municipales del próximo 2 de octubre, la representante de las ollas comunes de San Juan de Lurigancho indicó que es necesario que los candidatos incluyan la soberanía alimentaria como parte de sus planes de gestión a corto plazo, a fin de que cada distrito pueda contar con centros de recuperación de alimentos para proveer a las organizaciones vecinales que se encargan de las ollas.
Explicó que actualmente tienen que acudir hasta el distrito de Santa Anita recuperar alimentos, pues este es uno de los 5 distritos de la capital que cuentan con centros dedicados a esta actividad.
Esta también es una de los temas de agenda de la señora Ramos como parte de las labores que cumple como representante de las ollas.
“(Esperamos) que la propuesta de los candidatos también tenga la soberanía alimentaria como proyecto para este año y no cuando ocurra otra pandemia pueda generar y estamos haciendo ese trabajo para que los candidatos presten atención y se haga recuperación de alimentos en nuestros propios distritos y no tengamos que ir hasta Santa Anita”, solicitó.
-Nota-
- Villa María del Triunfo y San Juan de Lurigancho son los distritos con más ollas comunes. En el primero hay 360 ollas comunes mientras que en el segundo 256.
- Le siguen Pachacámac (210); San Juan de Miraflores (142); Independencia (123) y Comas (105), de acuerdo al registro de ollas comunes de la Municipalidad de Lima Metropolitana a febrero de 2021.
- Una indagación de Grade reveló que el promedio raciones cocinadas al día por las ollas comunes es de 92. Atienden aproximadamente a 28 familias. La mayoría carece de electricidad y funcionan en la casa de un vecino.
- Las ollas comunes atienden a cerca de 38,177 niños menores de 5 años; a 14,351 adultos mayores de 60 años; a 3,996 personas con discapacidad; a 3,297 mujeres embarazadas; a 3,517 personas con enfermedades crónicas y a cerca de 500 migrantes venezolanos, según el registro de ollas comunes de la MML.
- El 63% de las ollas comunes obtienen insumos alimentarios producto de la autogestión mientras que 1.6% de empresas; 12.2% de iglesias y 3.6% de ONG.
- Este reportaje (datos, fotos, entrevistas, videos y redacción) fue elaborado por los periodistas: Mía Ríos, Silvia Pérez, Karen Guardia, Javier Artica y Sebastián Acosta.