Bonos verdes, bonos azules, bonos marrones. Los inversionistas con consciencia medioambiental pronto podrán comprar un color diferente de activos cada día de la semana.
Una demanda récord de financiamiento sostenible está impulsando este arcoíris de tipos de deuda por parte de Gobiernos y empresas, para financiar formas cada vez más específicas de mitigar el cambio climático.
Mientras los bonos verdes —que prometen sus ganancias para financiar parques eólicos o parques solares— son los más dominantes, algunas de estas etiquetas hasta ahora han permanecido relativamente de nicho.
Esto cambiará a medida que un mercado que ahora vale más de US$ 2 billones se desarrolla rápidamente e ingenieros financieros crean nuevas formas de calificar dicha deuda. Una mayor amplitud en las opciones es una bendición para la creciente cohorte de fondos especializados con mandatos éticos, pero también crea más debida diligencia en una clase de activo que ya carece de claridad por la falta de estándares uniformes.
“Es confuso”, dijo Taimur Hyat, director de operaciones de PGIM, agregando que más reglas universales y menos fragmentación sería “extremadamente útil” para que PGIM use sus US$ 1.5 billones en activos para apoyar la transición hacia un planeta más verde. “Las pautas claras también evitarán el riesgo de percepción de cualquier lavado verde en la industria”.
Han pasado solo cinco años desde que la primera deuda soberana verde del mundo fue emitida por Polonia, país dependiente del carbón, para apoyar la transición hacia una economía con menos carbono.
Ahora las escisiones emergentes incluyen bonos azules para financiar proyectos marinos, marrones o bonos de transición para industrias demasiado sucias para volverse verdes, bonos de naturaleza para la biodiversidad y neutralidad de carbono para lograr emisiones cero neto. Luego, también hay bonos sociales para ayudar a la sociedad y bonos vinculados a la sostenibilidad para establecer objetivos organizacionales.
Bancos chinos emitieron sus primeros bonos azules y neutrales en carbono en meses recientes. Empresas calificadas en grado especulativo en América Latina se están uniendo a un auge europeo en términos de bonos vinculados a la sostenibilidad dado que pueden reducir los costos de endeudamiento y mejorar su imagen.
Pakistán busca alivio de la deuda al ofrecer bonos vinculados a la naturaleza para la recuperación de tierras este año, mientras que el Banco Mundial podría debutar con bonos de conservación de la vida silvestre para proteger a rinocerontes en África.
La Unión Europea ya ha superado récords de demanda de mercado con sus bonos sociales. El estímulo del Gobierno para recuperarse de la pandemia, junto con una serie de ambiciones cero neto, podría “impulsar esta tendencia y contribuir a un fuerte repunte de los préstamos y bonos temáticos vinculados a la sostenibilidad en 2021 y 2022”, dijo Gabriel Wilson-Otto, jefe global de investigación de sostenibilidad en BNP Paribas Asset Management.
Muchas opciones
La proliferación al menos proporciona a los inversionistas ambientales, sociales y de gobernanza corporativa una gama más amplia de activos que nunca.
“Estamos encantados de tener cada vez más opciones de donde elegir en el campo de la renta fija, ya que durante muchos años esta clase de activos estuvo rezagada en su atención a la inversión socialmente responsable”, dijo Ron Bates, director gerente y gerente de cartera en 1919 Investment Counsel. Analizar los diferentes tipos no es tan diferente de inversionistas que tradicionalmente revisan el plazo, las calificaciones y la liquidez de cada nuevo acuerdo, dijo.
Pero para obtener una aceptación más amplia para acceder a capital global, tal vez se necesitaría optimizar más el mercado. Se promocionaba que los bonos de transición tendrían el gran potencial de ayudar a las empresas petroleras a avanzar hacia las energías renovables. No obstante, a este momento hay pocos acuerdos de este tipo. Algunas empresas se apegan a los bonos verdes, a pesar del escrutinio que implica.
Y dentro de los bonos verdes, también hay un abanico de tonalidades, de verde claro a oscuro, a medida que una nueva generación de calificadoras intentan dar a los inversionistas mayor claridad sobre qué tan kosher son las ofertas.