“¿Percibes que la descripción de tu puesto cambió desde que te contratamos? ¿Qué te motivó a buscar otro empleo?”. Tales preguntas son típicas de una entrevista de salida, a la que un e-mail del área de Relaciones Públicas podría invitarlo luego de que usted haya presentado su renuncia. ¿Aceptaría asistir? Y de hacerlo, ¿cuán honesto debería ser con su próximamente exempleador?
Al igual que los humanos, las entidades corporativas no desean admitir sus deficiencias. Por ello, muchas empresas encaran de mala manera las renuncias. Las entrevistas de salida podrían ayudarlas a hacerlo mejor y, lo que es más importante, a entender por qué el alejamiento de trabajadores es crítico si no quieren que haya más dimisiones.
Reclutar y capacitar al mejor talento es un gran costo para las empresas, en particular las del sector servicios, de modo que cualquier cosa que pueda hacerse para reducir la rotación de personal es valiosa. La captación de personal de firmas rivales es parte de cualquier industria competitiva, así que saber qué atrajo a un empleado a otra empresa también puede ser de utilidad. Los empleados que se van contentos, en el futuro pueden desempeñar el rol de embajadores corporativos.
Para las empresas, la mejor entrevista de salida es la que no se realiza. Un estudio conducido por la revista académica Harvard Business Review concluyó que deben ser “la culminación de una serie de conversaciones regulares para retener (empleados)”. Tales intentos no funcionan todo el tiempo, ni siquiera con frecuencia —la rotación de personal es una realidad de la vida corporativa—.
En cuanto a los casos de renuncias irrevocables, algunas empresas organizan una conversación entre el renunciante y su gerente. Otras ofrecen un formato online, que es menos personal pero brinda la oportunidad de recoger retroinformación con facilidad. Es preferible programar tales interacciones después de que haya pasado la emoción inicial pero antes de que la mente del empleado deje de acompañarlo al trabajo. La información obtenida puede ser reveladora. En algunas empresas, recorre todo el camino hasta el directorio.
Los incentivos para un empleado renunciante son menos claros. Y si usted ha entablado acciones legales contra su empleador, es probable que su abogado le recomiende que evite la entrevista a toda costa. Es tentador ignorar a todos y simplemente marcharse o, por el contrario, no callarse nada. “Cuando uno quema sus puentes”, escribió el poeta Dylan Thomas, “qué lindo fuego hace”. Pero desahogarse de los agravios y las pequeñeces que le disgustaban del trabajo es mostrar una actitud superficial.
O sea, uno nunca sabe. Le podrían negar una carta de referencia o complicar innecesariamente los trámites relacionados con su opción de acciones y plan de jubilación. O podría perder la chance de convertir en cliente a su antiguo empleador. Esta columnista no tiene planes inmediatos de dejar su trabajo, pero si lo hace y le preguntasen participar en una entrevista de salida, aceptaría —y le aconsejaría a usted que hiciera lo mismo—.
Como en cualquier ruptura, la renuncia laboral incluye lidiar con conceptos elusivos como el decoro (“No eres tú, soy yo”) o cierre de una etapa (“Gracias por todo”). También es transaccional, de modo que sirve no ser demasiado franco. Ya sea que el proceso ocurra por teléfono, Zoom, en persona o con un formato online, absténgase de expresarse con demasiada libertad. Es mejor estar emocionado por su nuevo capítulo que soltar insultos contra colegas que fueron antipáticos o críticos con usted.
Es más seguro ser muy diplomático, a menos que se caiga en lugares comunes insinceros. Es malo decir, “Este lugar es tóxico”, pero puede ser peor esto: “lo que admiro del equipo de liderazgo es su visión a largo plazo”. Para lograr el equilibrio adecuado, es útil pensar en las entrevistas de salida como una evaluación del rendimiento, pero a la inversa. Un buen comienzo es subrayar lo que usted más disfrutaba del lugar (la remuneración, la camaradería o el café).
Explicar qué le atrajo del otro empleador puede ser particularmente instructivo. Sugerir cortésmente lo que usted mejoraría es jugar limpio; recuerde que las anotaciones de la entrevista son documentación oficial de la empresa que puede ser revisada. Haga lo que haga, no escriba en redes sociales comentarios groseros sobre su exempleador.
En su libro “El póquer mentiroso” (1989), Michael Lewis cuenta sobre un agente de bolsa sénior que renuncia a Salomon Brothers pues Goldman Sachs le ofrece más dinero. Sus gerentes le suplican que se quede, invocando la lealtad hacia la compañía; el agente retruca que si querían lealtad, debieron haber contratado un cocker spaniel.
Una entrevista de salida debe tratar de amabilidad mutua si es que las partes no tienen nada que perder. El que un empleado se niegue a participar es muestra de mezquindad y rencor. Para una empresa, es su última chance de dejar una buena impresión. Si usted decide irse, ¿por qué no hacerlo en términos amistosos?
Traducido para Gestión por Antonio Yonz Martínez