Reed Hastings, CEO de Netflix, ha cimentado la cultura de la compañía alrededor de ese concepto. Ray Dalio, presidente del exitoso fondo de inversiones Bridgewater, lo convirtió en principio básico de la firma. Se trata del “candor radical”, que postula que el refuerzo de la honestidad es la mejor manera de gestionar un negocio: nadie anda con rodeos para decir la verdad, y la ágil retroalimentación mejora el desempeño.
Sin embargo, la mayoría de empresas se ampara en una doctrina más despelotada. Es que las personas rara vez transmiten bien lo que quieren decir, pero esperan que aun así se les entienda. Para poder desenvolverse en ese tipo de centro laboral, hace falta un glosario.
“Te entiendo”
Significado aparente (A): Has planteado un argumento legítimo.
Significado real (R): Cállate.
“Conversemos sobre este tema en otro momento”
A: No debemos hacer que el resto pierda su valioso tiempo.
R: No volvamos a hablar de esto (ver también: “Pongámoslo en agenda”).
“Todos debemos aprender a ponernos en los zapatos del otro”
A: El entendimiento mutuo genera mejores resultados.
R: Quiero que sepas que mi trabajo es un infierno.
“Es que tengo curiosidad…”
A: Me gustaría saber por qué piensas que...
R: ...porque carece de sentido para todos los demás.
“Qué bueno que hayamos iniciado esta conversación”
A: Hemos planteado un tema importante.
R: No hemos logrado ningún avance en absoluto.
“Quería mantenerte al tanto”
A: Te estoy informando sobre algo de poca importancia.
R: Debí habértelo dicho hace semanas.
“¿Tienes cinco minutos?”
A: Tengo que decirte algo trivial.
R: Estás en muy, muy serios problemas.
“Manejemos el asunto de manera asincrónica”
A: Cada uno de nosotros trabajará en esta tarea en su tiempo libre.
R: Tengo que ir a mi clase de pilates.
“Está en el plan de desarrollo del producto”
A: Se hará pronto.
R: No se hará pronto.
“Estamos adoptando un enfoque ágil”
A: Trabajaremos iterativamente en base al feedback de los usuarios.
R: Literalmente, estamos planeando no hacer nada.
“Es tecnología heredada”
A: Es una maraña de sistemas viejos e incompatibles.
R: Nada de esto es culpa nuestra.
“Somos un negocio de plataforma digital”
A: Brindamos un ecosistema en el que otros pueden interactuar.
R: Simulemos ser una firma tecnológica y veamos qué pasa con nuestra valorización (ver también: “como un servicio”, “efectos de red” y “volantes de inercia digitales”).
“Estamos planificando para el metaverso”
A: Estamos listos para un mundo digital de experiencias compartidas y envolventes.
R: ¡Miren! ¡Hay que subirnos a ese carro! (ver también: “Web3″).
“Vengan al trabajo siendo ustedes mismos”
A: Sean auténticos y no teman mostrar vulnerabilidad.
R: Pero no traigan esos detallitos de su personalidad, obviamente.
En un mundo de candor radical, habría menos necesidad de traducción, la mayoría de gerentes y colegas podría mejorar su desempeño al no adornar sus respuestas. Es que ciertas palabras y frases son tan opacas que absorben todo significado visible.
Pero hay muchísimo que decir sobre la comunicación codificada. En el trabajo, la gente aprende a manejar sus interacciones sociales y no a definirlas. La transparencia no necesariamente es transmitida apropiadamente, aparte que la brusquedad perpetua es agotadora. Por eso, los humanos constantemente comunican sus mensajes con tacto y sutileza para evitar conflictos.
El candor radical está asociado con empresas que remuneran muy bien, quizás porque este enfoque conduce a un mayor éxito, o tal vez porque de otro modo, la gente no lo aguantaría.
Traducido para Gestión por Antonio Yonz Martínez
© The Economist Newspaper Ltd, London, 2021