Para entender a Netflix, olvídense de “Rey Tigre”. Más bien, piensen en El Profesor y el resto de granujas que pueblan “La casa de papel”, la excitante serie española sobre el robo de € 2,400 millones (US$ 2,600 millones) a la Real Casa de la Moneda de Madrid. Al igual que esos secuestradores, Netflix está sacando ventaja de los confinamientos para hacer dinero.
Como sucede con El Profesor, el CEO de la compañía, Reed Hastings, suele estar un paso por delante del resto. Y como los bandidos, su dirigida tiene una regla de oro: ceñirse al plan, y hasta ahora le ha salido bien. El servicio se ha convertido en artículo de primera necesidad en la pandemia. Su valor de mercado, por encima de US$ 190,000 millones, ha superado al de Disney. Pero como es usual con Netflix —y con “La casa de papel”— justo cuando todo parece calmarse, comienzan los problemas.
Desde su fundación en 1997, su historia ha tenido una cualidad hollywoodense. En sus inicios con el alquiler de DVD, supo ganarse corazones y mentes (y billeteras) de sus suscriptores, con contenido abundante y excelente atención al cliente. Hastings creyó desde el inicio que las películas terminarían siendo descargadas desde Internet, pero en lugar de enfrentarse a canales de TV y estudios cinematográficos, aplicó esquemas novedosos de distribución y producción fílmica.
En el proceso, desarrolló la marca, su base de clientes y su capacidad de financiar su crecimiento. Ahora, la compañía es más global que sus rivales. Ben Thompson, del boletín online Stratechery, explica que Netflix pasó de los DVD a los derechos de streaming y luego al contenido original, acrecentando su base de usuarios adquirida en la fase previa, estrategia que le permitió ingresar en muchos hogares del mundo justo a tiempo para proveerles distracción durante una pandemia.
El 21 de abril, reportó un aumento de 15.8 millones en suscriptores el primer trimestre, más del doble de lo proyectado, y ahora totaliza 183 millones. Aunque la producción de nuevas series está paralizada, sus productores y animadores están atareados editando las que ya están completadas. La compañía confía en que la pandemia no afectará sus lanzamientos programados para este año.
También replicó a quienes dicen que su modelo de endeudarse fuertemente para financiar sus producciones es inviable. El primer trimestre generó flujo de caja disponible por primera vez desde el 2014, y señaló que gastará US$ 1,000 millones o menos este año, frente a US$ 3,300 millones en el 2019. Esto ayuda a explicar por qué puede endeudarse a tasas de interés similares a las de Disney.
No obstante, Netflix reconoce que las suscripciones se habrían acelerado por las cuarentenas, de modo que podrían ralentizarse cuando se relajen las restricciones. Además, todavía no logra ponerle fin a la preocupación de que el aumento de sus ingresos en el exterior no compensará el lento incremento de suscriptores en Estados Unidos, su principal mercado. En tanto, enfrenta nueva competencia. Disney+, lanzada en noviembre, ha atraído 50 millones de suscriptores globalmente.
Más allá del covid-19, la preocupación no es que los suscriptores de Netflix se muden a otro servicio, sino que otras grandes compañías adopten el streaming y se rehúsen a venderle sus nuevas series (como sucedió con Disney+) o a licenciar sus clásicas (ocurrió este año con “Friends”, adquirida por WarnerMedia en el 2019). Eso forzaría a Netflix a gastar más para mantener el ritmo.
Sin embargo, hay que tener en cuenta el devastador impacto de la pandemia en los conglomerados de medios. El confinamiento podría obligar a WarnerMedia a renunciar a la promocionada reunión del elenco de “Friends”, mientras que NBCUniversal ha escalonado el inicio de su servicio de streaming. AT&T (dueña de WarnerMedia) ha reportado caídas en sus ingresos por publicidad y al igual que Comcast (dueña de NBCUniversal), está agobiada con deudas.
Una recesión podría convencer a la menguante base de suscriptores de cable a pasarse al streaming, lo que deprimiría aún más los ingresos de los conglomerados. Disney sería la primera gigante de medios en reactivarse cuando terminen las cuarentenas, pero por ahora está debilitada. Sus parques temáticos –su mayor fuente de ganancias– están cerrados y su canal ESPN casi no tiene competencias que transmitir, y como todos excepto Netflix, depende de la publicidad.
Eso prepara el terreno para un final de la “guerra del streaming” más pronto de lo imaginado. En lugar de dejar a Netflix sin contenido, algunas de sus rivales lucharán por sobrevivir y sus endeudadas casas matrices podrían verse obligadas a volver a licenciarle series. A su más formidable competidora, Disney, le faltará el músculo financiero para tumbársela, mientras que Amazon y Apple, cuyos servicios de streaming no tienen la misma profundidad, cuentan con efectivo para sacudir la competición.
Por su parte, Netflix tratará de afianzar su liderazgo global, en especial con más éxitos internacionales como “La casa de papel”. Cuando El Profesor declara, proféticamente, “Somos la Resistencia”, podría estar hablando a nombre de Hastings.