En la década de 1980, el primero de lo que se convertiría en una procesión de bancos europeos comenzó un asalto en Wall Street. Credit Suisse compró First Boston en 1988. Deutsche Bank absorbió a Bankers Trust una década más tarde.
Después del cambio de siglo, UBS, RBS, Barclays y otros bancos también sacaron sus chequeras. Su propósito era en parte seguir a los clientes como empresas globalizadas, pero también jugar a la defensiva: una respuesta a la arremetida de rivales estadounidenses en Europa.
La semana pasada, el sueño de Europa de dar batalla a los bancos de inversión netamente estadounidenses en el mercado de capitales más grande del mundo llegó a un final estremecedor con la capitulación de Deutsche Bank. Su atrasada reestructuración implicará el recorte de 18,000 empleos, principalmente en Londres y Nueva York.
La retirada es una humillación para un banco que alguna vez manifestó su deseo de sacar a Goldman Sachs de la cima de las clasificaciones globales de banca de inversión. Antes de la crisis financiera, Deutsche era la empresa con el mayor gasto y la más audaz entre los gigantes de la banca de inversión. En el 2007, estaba en segundo lugar, pisando los talones de Goldman. Ahora languidece fuera de los cinco primeros, y puede que siga cayendo.
Hoy los europeos son sombras de su antiguo yo. Algunos se han dado por vencidos en Wall Street para centrarse en banca corporativa y de consumo en casa (RBS) o en administración de riqueza (UBS y Credit Suisse). Los cinco principales bancos de inversión globales, liderados por JPMorgan Chase, son todos estadounidenses. En el 2007, la participación de los estadounidenses en los ingresos de la industria fue del 46%, frente al 39% de sus rivales europeos; en el 2018 fue de 52% versus 26%, según Dealogic. El rendimiento promedio de los bancos estadounidenses es de 13%, el doble que el de los europeos.
¿Cómo pudieron adelantarse tanto? La respuesta se encuentra en una serie de pasos en falso de los bancos europeos y circunstancias fuera de su control. Comencemos con las fallas de los bancos. La crisis financiera expuso una vulnerabilidad: los bancos europeos con grandes necesidades de financiamiento en dólares requirieron grandes inyecciones de liquidez de la Reserva Federal.
Pero los bancos habían fallado mucho antes. Subestimaron los desafíos culturales de integrar firmas cargadas de su propia historia y llenas de prima donas. Fueron a la caza de negocios de forma imprudente mientras se apresuraban a ponerse al día con los estadounidenses; de ahí, por ejemplo, la disposición de Deutsche para prestar a Donald Trump mucho después de que los bancos estadounidenses comenzaran a alejarse.
Se flexibilizaron los controles para echarle una mano a la expansión. No es una coincidencia que los peores fallos relacionados con hipotecas y lapsos de sanciones y lavado de dinero se registraron en bancos europeos. Cuando surgieron problemas, muchos fueron lamentablemente lentos para eliminar los activos malos y acumular capital. Algunos se negaron obstinadamente a reestructurarse, incluso cuando llegaban los vientos en contra.
Pero los europeos se habrían quedado paralizados incluso si hubieran evitado tales errores. Sus ambiciones se basan en una base menos sólida: los bancos estadounidenses disfrutan de un mercado doméstico gigante y homogéneo, mientras que Europa sigue fragmentada.
La economía de Estados Unidos ha crecido más rápido que una anémica Europa. La fragmentación regulatoria también ha tenido un costo. Las firmas estadounidenses se vieron obligadas a enfrentar sus problemas rápidamente, en el 2008, tomando fondos gubernamentales y reconociendo las pérdidas bajo el Programa de Alivio de Activos en Problemas (TARP, por sus siglas en inglés).
Sin una autoridad central dispuesta o capaz de imponerlo, los competidores del otro lado del estanque no recibieron un amor tan duro. Lentos para reaccionar al desplome del 2008, los responsables políticos europeos han tardado en ponerse de acuerdo en soluciones financieras.
El derrocamiento de Europa por parte de Estados Unidos en términos de venta, negociación y acuerdos de valores tiene un claro beneficio: una mayor eficiencia. Los gigantes locales de Wall Street son más eficientes, mejor administrados y pueden gastar más en tecnología. Pero hay que lamentar una reducción en la competencia, especialmente porque los honorarios de asesoría y seguros siguen siendo altos.
La fuente más probable de competencia a largo plazo es China. Sus grandes bancos han ampliado las clasificaciones en Asia, y sus ambiciones se extienden más allá de la región. Sin embargo, administrar enormes egos y paquetes de pago no es fácil. Este año, CITIC Securities, la mayor firma de China Continental, ha enfrentado un éxodo de personal top de su brazo internacional. Mientras tanto, los estadounidenses pueden saborear su victoria sobre los europeos.
Sin embargo, la victoria tiene un final amargo. Los precios de las acciones de la mayoría de los grandes bancos estadounidenses han quedado rezagados en el mercado de valores desde el 2008, lo cual no es tan impresionante para los dueños del universo. Vale la pena recordar que, incluso mientras miles de banqueros de Deutsche están dejando sus cargos, los grandes ganadores del último cuarto de siglo han sido los empleados de la industria, no sus accionistas.