Hace tres décadas, Robert T. Fraley ayudó a inventar las semillas genéticamente modificadas, que se han convertido en una industria global de US$ 17,000 millones, y marcó el comienzo de una nueva era de productividad agrícola. Entonces, no es de sorprender que este veterano ejecutivo de Monsanto Co. no quiera que apoden a esos cultivos “comida de Frankenstein”, como les gusta llamarlos a sus críticos.
Fraley se retiró en junio como director de tecnología de Monsanto, pero dice que seguirá defendiendo a ultranza los avances científicos que, según él, dispararon el rendimiento de las cosechas y ayudaron a los agricultores a mantenerse unos pasos por delante de la madre naturaleza.
Los organismos genéticamente modificados (OGM) se han convertido en el legado de Fraley, y él está convencido de que el mundo necesitará más innovaciones de ese tipo para seguir el ritmo de la demanda de más alimentos a medida que crezcan las poblaciones y los ingresos.
"Hay tantos ejemplos donde la ciencia se puede ralentizar o frustrar a causa de información inexacta", como la eficacia de las vacunas o los impactos del cambio climático, dijo Fraley, de 65 años, desde la sede de Monsanto en St. Louis. "Vivimos en una época en la que hay avances espectaculares y el mayor desafío es asegurarnos de que puedan beneficiar a los consumidores".
También se trata de una oportunidad crucial de crecer para Monsanto, que fue adquirida este año por Bayer AG por US$ 66,000 millones. El acuerdo se cerró en junio y convirtió a Bayer, con sede en Monheim, Alemania, en el mayor fabricante de semillas y productos químicos agrícolas.
Fraley, quien ganó US$ 5.3 millones el año pasado, según documentos de la compañía, planea seguir como consultor para Bayer hasta fin de año. Después, continuará defendiendo la tecnología que ayudó a crear.
Ventas récord
Los productos biotecnológicos representaron el 34% del mercado mundial de protección de cultivos y el 30% del mercado de semillas comerciales, según Cropnosis. Los cultivos y semillas transgénicos podrían valer US$ 36,700 millones para el año 2022, según las estimaciones de Transparency Market Research.
Las ventas de semillas de Monsanto, la mayoría de las cuales fueron genéticamente modificadas, alcanzaron un récord de US$ 11,000 millones en su año fiscal 2017.
Fraley, que creció en una granja en Hoopeston, Illinois, se unió a Monsanto a los 27 años con un doctorado en Microbiología y Bioquímica. Trabajó en un equipo que insertó con éxito genes ajenos en plantas a principios de los años ochenta.
El resultado fue un éxito de ventas: semillas que toleran el poderoso herbicida a base de glifosato de la compañía, conocido como Roundup. Hoy, más del 90% de los cultivos de soja y maíz de Estados Unidos se realizan con semillas Roundup Ready modificadas para resistir el químico.
Por cierto, a la tecnología OGM no le faltan críticos, que dicen que no hay suficientes estudios para comprender el impacto a largo plazo de alterar la composición genética de los alimentos.
Si bien no hay evidencia de que los OGM tengan algún efecto adverso para la salud, los agricultores tienen prohibido usar semillas OGM en muchos países europeos y en Rusia, aunque la mayoría permite la importación de cosechas.