Cuando Verónica dejó de recibir pedidos en su empresa gráfica supo que debía reinventarse para que el negocio sobreviva a la pandemia. De diseñar decorados para tiendas exclusivas en Buenos Aires pasó a fabricar pantallas de protección contra el coronavirus como tabla de salvación.
En su casa, convertida en improvisado taller durante la cuarentena obligatoria en Argentina que inició el 20 de marzo, cientos de pantallas plásticas se apilan en una mesa de la sala familiar.
“Antes de la cuarentena estábamos en plena temporada porque trabajamos con marcas de ropa y estábamos en el recambio” para otoño-invierno austral, explica Verónica Acevedo, diseñadora gráfica y artista plástica, a la agencia AFP.
Su marido y sus dos hijos de 14 y 20 años ayudan en la confección de las pantallas, cuyo diseño surgió de apuro cuando su próspera empresa con 15 años de trayectoria dejó de recibir pedidos.
“Se empezó a bloquear todo, los empleados tuvieron que dejar de venir y quedamos a la espera”, relata Verónica sobre los primeros días del confinamiento, impuesto inicialmente por dos semanas, pero extendido desde entonces.
“Primero fueron 15 días, en esos 15 días no cobramos los trabajos que ya habíamos entregado, pensamos ’15 días aguanto', pero la cuarentena se prorrogó y ahí empezó el nerviosismo en esta casa”, explica la empresaria.
Su situación es similar a la de miles de empresas paralizadas sin plazo, fragilizadas por una recesión preexistente y a la espera de la ayuda millonaria del gobierno, trabada en la maraña del sistema bancario.
Según una encuesta de Aragón y Asociados un 50% de los profesionales independientes y por cuenta propia manifestaron estar perdiendo parte importante o todos sus ingresos por las restricciones.
El temor a no poder solventar los gastos diarios encabeza la lista de sus preocupaciones (62%), según el sondeo.
La pandemia halló a Argentina con su economía en recesión desde 2018, erosionada por la inflación que superó el 50% en 2019, con una caída de 2.1% del PIB el año pasado y al borde del default.
Pese a todo hay un 7% de empresas, como la de Verónica, que encontraron cómo reinventarse en la crisis: desde textiles que confeccionan barbijos hasta metalúrgicas que de fabricar corrales para ganado pasaron a vender camas hospitalarias para mantenerse a flote.