(Bloomberg).- Restaurantes, aeropuertos e incluso ceremonias de bodas ya no son espacios seguros para los políticos denostados de Brasil en tanto los votantes indignados por las aparentemente interminables sagas de corrupción del país expresan su ira contra los legisladores en público.

Una diputada estatal en la sureña ciudad de Curitiba –-e hija del ministro de Salud de Brasil- tuvo que ser escoltada desde su propia ceremonia de boda la semana pasada bajo un escudo de paraguas mientras los opositores enojados lanzaban huevos y le gritaban acusaciones de corrupción, en uno de los ejemplos más extremos de ciudadanos descontentos que atacan a los políticos en su tiempo libre.

A medida que la investigación anti-sobornos de la llamada operación 'Lava Jato' fue adquiriendo mayores proporciones, y la economía cayó en su peor recesión registrada hasta ahora, las imágenes captadas con cámaras telefónicas de los brasileños enfadados quejándose de los políticos se multiplicaron en Youtube.

Alrededor de una sexta parte de los legisladores de Brasil, o sea 91 de los 594 senadores y diputados de la nación, son sospechosos de participar en el escándalo, según Congresso em Foco, un sitio de noticias independiente del Congreso. Mientras tanto, Michel Temer se ha convertido en el primer presidente brasileño que enfrenta cargos de corrupción estando en funciones.

Legisladores que antes se sentían orgullosos de su estatus mantienen un perfil bajo, en tanto algunos se quitan sus insignias oficiales del Congreso antes de aventurarse en público. Restaurantes en la capital que solían prosperar bajo su auspicio ahora hacen frente a una disminución de su clientela política.

Con sus paredes cubiertas de fotos en blanco y negro de los principales políticos de los últimos 50 años, Piantella de Brasilia es el restaurante influyente indiscutido de la capital federal. Pero ha visto una fuerte caída en el número de clientes del Congreso en los últimos años, según Roberto Peres, el socio gerente.

"Desde Lava Jato tienden a esconderse", dijo. "Todavía tenemos algunos que vienen aquí, pero la gran mayoría prefiere no salir".

Sin embargo, ningún incidente desagradable ha perturbado el elegante salón comedor de Piantella, y en Brasilia en su conjunto los políticos suelen evitar las protestas comunes en otros lugares, debido a que gran parte de la clientela de los restaurantes de lujo está integrada por otros políticos, funcionarios o activistas de grupos de presión.

En Sao Paulo, la asociación de restaurantes y bares ha aconsejado a sus miembros que se abstengan de tomar partido entre los miembros del público y sus representantes electos como una forma de minimizar los actos de hostilidad.

Denis Rezende, el propietario de Cafe Journal, reunió a todo su personal para poner las reglas. "Les dije que no nos toca a nosotros juzgar, que lo dejamos a las autoridades pertinentes", dijo. "Dentro del restaurante, atendemos a todos".

A otro restaurante de Sao Paulo, Varanda Grill, el consejo le llegó un poco tarde. Un video de los clientes acosando al ex ministro de salud Alexandre Padilha con gritos de "ladrón" se volvió viral. Desde entonces, el propietario Sylvio Lazzarini estima que su clientela política ha caído un 80 por ciento.

Según Mauricio Santoro, politólogo de la Universidad Estatal de Río de Janeiro, este tipo de agresiones no son nuevas, pero cada vez son más frecuentes a medida que los brasileños están cada vez más resentidos por la lentitud del poder judicial para juzgar a los acusados ​​de delitos.

"Este tipo de acción individual es un acto simbólico", dijo. "Es una válvula de escape para una población que está profundamente frustrada".