Editorial de Gestión. Un viaje en bus es el equivalente más largo e incómodo de uno en combi.
Editorial de Gestión. Un viaje en bus es el equivalente más largo e incómodo de uno en combi.

TRANSPORTE. Este mes, una conocida empresa de transportes anunció su liquidación, “debido a la crisis desatada por la pandemia y a la proliferación del transporte informal”. Sus directivos no informaron si se intentó acceder al programa Reactiva Perú o al sistema concursal de Indecopi, lo cual habría permitido un pago ordenado de deudas –empezando por los trabajadores–. Tampoco dijeron si una empresa vinculada, con la que comparte administración, talleres y terminales, correría la misma suerte.

Esa falta de precisión es característica del transporte en el país, tanto del urbano como del interprovincial y de las propias normas que regulan la actividad. Por ejemplo, existe una especie de híbrido: el transporte “interurbano”, que se presta entre ciudades o centros poblados de una misma provincia, según lo define una versión del Reglamento Nacional de Administración de Transporte del 2004, pero que no figura en una versión modificada del 2009, aunque esta sí señala qué son los “paraderos interurbanos” y autoriza el uso de las carreteras para tal fin.

La regulación también dispone que esa clasificación “no es excluyente”, lo que se traduce en un permiso para que las empresas recojan y dejen pasajeros donde quieran. En suma, un viaje en bus es el equivalente más largo e incómodo de uno en combi, lo que además dificulta la supervisión del cumplimiento de regulaciones sobre seguridad, estado de las unidades y cobro de pasajes –que es necesario para verificar la observancia de las obligaciones tributarias–. Es decir, se incentiva la informalidad. Son pocas las empresas que ofrecen servicios sin escalas, generalmente entre capitales departamentales.

El responsable de esa imprecisa normatividad es el Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC), mientras que la supervisión recae, desde el 2009, en la Superintendencia de Transporte Terrestre de Personas, Carga y Mercancías (Sutran), un nombre tan largo como corta es su capacidad para poner orden en las carreteras. Aunque el transporte interprovincial es un caos en todo sentido, donde más se evidencia la deficiencia del control es en los accidentes –vuelcos, choques o incendios de buses–.

Cuando estos ocurren cerca de Lima, el titular de turno del MTC anuncia la reestructuración de Sutran y mayor severidad en las sanciones. Pero a diferencia de otros sectores, donde por lo menos se ha intentado aplicar reformas, en el caso del transporte lo único que hasta ahora se ha logrado es abrirle rutas a la informalidad, un problema que la pandemia ha exacerbado.