¿Edad mínima para ser senador?
Hace unos días leí una crítica a la edad mínima para ser senador en Perú (45 años) y la excepción (haber sido congresista). Efectivamente es una edad exagerada (es mucho mayor que el promedio regional) y la excepción parece hecha a la medida de algunos actuales congresistas. Sin embargo, yo iría más allá: ¿se justifica (cualquier) edad mínima? Considero que no y en este breve comentario explico las razones:
- ¿Cámara “reflexiva” o la idealización del pasado?
En Perú, cuando se piensa en un “senador”, viene a la cabeza la idea de un ilustre señorón de cabeza blanca, en frac, corbata michi blanca, debatiendo sobre temas de geopolítica y comercio internacional, fumando un puro en el club Nacional. Sin embargo, ese personaje 1) no existe (o existirá, en el senado) y no es garantía de solvencia moral o intelectual (muchos traidores del país en la historia podrían calzar con la descripción de arriba). Además, tiene una connotación racista, clasista y retrógrada. Alguien moral e intelectualmente sagaz puede ser una mujer campesina de 20 años.
Ni la edad ni los títulos son garantía de nada. Si no, miren a nuestro ex-presidente, Ph.D en Stanford que recibió una coima de usd 30 milones de ODB y pasaba sus días borracho o en burdeles, por mencionar un ejemplo.
¿La edad mejora a las personas? Es relativo. La edad puede mejorar a las personas, no por nada existen frases como “más sabe el diablo por viejo que por diablo”. Podría decirse que la experiencia curte y hace más reflexivas a las personas. Sin embargo, eso es cierto sobre una persona, no sobre un pool de personas. Es decir, si cogemos a la persona A, de 20 años y de 45 años, posiblemente A de 45 años será más curtido y reflexivo que A de 20 años. Pero B de 20 años puede ser más curtido y reflexivo que A de 45 años. En otras palabras, al limitar el pool de personas a “mayores de 45″ años estoy reduciendo la cantidad de potenciales “buenas personas” que podrían ocupar el cargo de senador. La experiencia de la persona no solo se mide en años, sino en otras circunstancias: personales, estudios, cargos relevantes ocupados, etc. y no nos dice mucho sobre su bondad, prudencia o inteligencia.
Mucha de la bondad e inteligencia de una persona viene de nacimiento o se forma en los primeros años de vida (en casa y, en mucho menor medida, en la escuela o la universidad). Aquí otra frase popular: “lo que natura no da, Salamanca no presta”. Es decir, muchas cosas que no tenemos de nacimiento, la educación (o, agregaría, la experiencia) no nos lo dará.
- ¿Ser congresista nos coloca en mejor posición para ser senador?
No lo creo. La población peruana estaría de acuerdo en que el paso de la gran mayoría de congresistas ha sido funesto. Me dirán, quizá, que eso lo decidirán a través del voto, pero eso es relativo: i) el sistema electoral no es un reflejo fiel de las preferencias de los electores; ii) los electores no tienen incentivos para informarse o pensar mucho su voto, por lo que el resultado no es racional; y, iii) si el voto fuese tan definitivo sobre la bondad de un candidato, entonces no deberían existir requisitos para ser senador, ya que los mejores candidatos serían votados por un sistema racional y electores informados.
- El valor del senado -si acaso lo tiene- es procedimental, formal
Podríamos rompernos la cabeza pensando en formas de lograr que los más sabios, ilustres, experimentados o conocedores sean los que ocupen el senado. ¿Exigir doctorados, ocupar cargos públicos o privados de relevancia, ser distinguidos por la comunidad?
Nada de eso es garantía, pero lo cierto es que no requiere serlo. El senado es útil porque es una segunda revisión. Dificulta la aprobación de leyes porque hace que sea necesario conseguir más votos para aprobar una norma. Eso podría ser valioso independientemente de quién se siente en el senado.
Por supuesto, si el valor del senado es formal, ¿es posible lograr el mismo objetivo sin senadores? Claro, es lo que he argumentado en el pasado aquí (link).