Coto de caza: reforma universitaria y libre mercado
En Perú. en menos de tres años, hemos tenido tres presidentes y dos Congresos, hasta ahora. Y no es imposible pensar que tengamos alguno más (¿quizá militar si las protestas se desbordan?). Este hecho, por si mismo, ya es lamentable, pero lo es más si vemos las causales de renuncia y vacancia y las motivaciones (oportunismo) del Congreso y otros actores. En resumen, los políticos están tratando el país como si fuese un botín a ser repartido, como si la política fuese un coto de caza y estemos peremnemente en temporada. Fuera de la indignación que uno pueda tener en estos momentos, una pregunta relevante es, ¿cómo podremos detenerlo?
Sobre la constitucionalidad de la vacancia, no diré mucho. Existen especialistas que señalan que lo hecho por el Congreso fue un golpe de Estado. Yo no diría eso, porque no creo que sea correcto legalmente hablando y porque creo que es un discurso muy peligroso que podría justificar -sumado al escalamiento de las protestas- la intervensión de las fuerzas armadas, lo cual sí sería realmente un golpe.
La vacancia está dentro de los márgenes de interpretación de la Constitución, dado que el presidente puede ser vacado por “permanente incapacidad moral”. Vizcarra ha sido denunciado por graves hechos de corrupción. Lo que es más, fuera de responder sinceramente las acusaciones, Vizcarra ha tratado de entorpecer las investigaciones y ha mentido abiertamente sobre varios hechos (ser amigo de Richard Cisneros, conocer y haberse reunido con Camayo, tener más que una relación “estríctamente laboral” con el ex Ministro Hernández, etc.).
Vizcarra se la buscó, lo cual no justifica el actuar irresponsable y oportunista del Congreso. Lamentablemente, el texto constitucional es bastante permisivo con la figura de la vacancia por incapacidad moral, dejando un margen de acción amplio al Congreso. En este caso, además, los hechos no eran difíciles de calzar en el concepto. En el futuro, se podría pensar en poner más candados como elevar la votación o que el TC se deba pronunciar previamente (antes de hacer efectiva la vacancia). Lo mismo en relación a los pedidos de confianza y el cierre del Congreso.
No creo, sin embargo, que nada de esto vaya a solucionar el problema de fondo (que la política sea un coto de caza). Sigamos buscando.
La reforma universitaria
Parece relativamente claro que buena parte del Congreso está tomado por intereses particulares (lo contrario al interés social). A su vez, buena parte se concentra en el interés por manejar el sector educativo (universidades e institutos, sobretodo). Personajes como Acuña y Luna son emblemáticos representantes del mercantilismo en el sector universitario.
Con esto, muchos han vaticinado que el objetivo del Congreso, incluso de la vacancia, es “tumbarse” la reforma universitaria. Desde mi perspectiva, esto es ingenuo. Quizá le cambien de nombre, pero el rol del Estado sobre el mercado de universidades va a seguir siendo preponderante. Los mercantilistas están a favor de una Ley Universitaria. Si bien en estos días y meses veremos cambios en la Ley, no serán cambios que involucren menos participación del Estado en el sector.
La Ley es la razón por la que están en política, pero fuera de tumbarla, buscarán moldearla al máximo a sus intereses y endurecerla en todo lo que pueda afectar a sus competidores. Así, una ley como la “moratoria” (prohibición de creación de nuevas universidades), no solo es posible sino (creo) muy probable que sea aprobada por este Congreso. Sí, el que ingenuamente creemos que se opone a la reforma universitaria.
Como ejemplo, hace poco Sunedu ha sacado un Reglamento donde se niega a reconocer el título de alguien que haya estudiado en una universidad extranjera, si el servicio se prestó en Perú (presencialmente). Es decir, si yo estudio un master online en Harvard, Sunedu lo reconoce, pero si Harvard abre una sede en Perú y yo estudio mi master presencialmente, no lo reconoce. En el fondo, le cierra la puerta del país a universidades del primer nivel, a beneficio de las peruanas. Esto es mercantilismo puro y duro. Por eso Luna y Acuña serían locos si pensaran en “bajarse” a la Sunedu.
Lo que se ve en este mercado es una típica dinámica Bootleggers and Baptists, en la que existen personas genuinamente preocupadas por la educación (como Jaime Saavedra y muchos ciudadanos) que hacen el juego -sin saberlo- a personajes cuestionables como Luna o Acuña. Si bien los ideales por los que pelea alguien como Saavedra son buenos y nobles, lamentablemente se equivocó de camino en este punto. Darle poder absoluto al Estado sobre las universidades, convirtió la política en una arena muy atractiva para el mercantilismo.
Claro, esto no ocurre solo en la educación, sino en muchos otros sectores, pero creo que el más visible hoy por hoy es la educación. Yo vengo abogando hace cerca de 10 años por el libre mercado en el sector. Muchas veces me he cuestionado a mi mismo porque mi foco tan marcado en este sector. Supongo que los años y las circunstancias me han dado la razón en algo: este punto se ha convertido en algo así como el alfa y omega de la política peruana.
Libre mercado
En este punto, el que será tildado de ingenuo (o incluso, quizá hasta me digan “vendido” ), soy yo. Lo que necesitamos es más libre mercado. Sé que muchos de ustedes creen que Perú es un país neoliberal, pero distamos de serlo. El mercado de universidades es un ejemplo: ha estado prohibida durante 5 años la sola creación de universidades, actualmente existen estándares que reducen la competencia, como ya vimos, se limita muchísimo la entrada de universidades extranjeras al mercado peruano y hasta existe algo cercano a regulación de precios. No solo no es libre mercado, es prácticamente su antítesis.
Esto acerca a los mercantilistas a la política, no para desarmar la regulación, sino para amoldarla a sus intereses, lo cual implica muchas veces endurecerla. Siendo esto así, una solución (obvia, pero lamentablemente imposible en las circunstancias actuales), es volcarnos hacia el libre mercado.
¿Cómo haríamos esto? Existen dos caminos: 1. El camino largo (orgánico pero casi imposible): un cambio cultural (donde las personas puedan entender que el libre mercado es la mejor alternativa y demanden eso en lugar de más intervención). 2. El camino corto (probablemente inefectivo): cambiar la Constitución, de forma que principios como la “intervención subsidiaria del Estado en la Economía” se cambien por reglas que prohiban moratorias, fijación de precios, etc.
De momento, desde mi trinchera, seguiré en esta lucha condenada al fracaso, de tratar de convencer a mis compatriotas del camino correcto.