¡Cuidado, niños jugando!
Hace
pocos días estaba hablando con una persona acerca de la norma que busca
restringir la pornografía en Internet. Ella estuvo de acuerdo con mis
argumentos hasta que escuchó la palabra “niños”. En ese momento, su instinto maternal
y arácnido se despertaron y comenzó a sospechar. De pronto, creía en la
necesidad de regular Internet. La palabra “niño” funciona como magia y es una
magia que congresistas -como Jaime Delgado- han aprendido a usar muy bien, al
punto de justificar cualquier disparate que se les ocurra. Esta ligereza
también está sirviendo para justificar una norma que restringiría los
videojuegos
(Imagen tomada de Just Chaos)
Piénselo. La “ley de comida chatarra”,
pese a estar dirigida a niños y adolescentes, impacta en toda la población. Sin
embargo, gracias a decir “niños”, es casi unánimemente aceptada. Después de
todo, ¿quién no quiere que los niños coman sano? ¿Acaso usted se opone a la
alimentación saludable de los niños? ¿Es usted un monstruo? De similar manera,
la “ley contra la pornografía” de Chehade, tiene como supuestos destinatarios a
los niños, pero sacaría de nuestras posibilidades búsquedas tan necesarias
-para algunos- e inocentes como “seno” o “sexo”. Pese a lo absurdo de esta
norma, muchos están de acuerdo porque lo contrario significaría estar a favor
de la pornografía infantil. ¿Usted quiere que su hijo vea porno? ¿Es usted un
monstruo?
Algo parecido podría ocurrir con los
videojuegos que -supuestamente- causan adicción y promueven la violencia. En
este reportaje, Jaime Delgado, autor de un proyecto
de ley para restringir el acceso a los videojuegos, señala que “(…) los niños son cada vez menos sensibles
a la violencia, conviven con la violencia, no les llama la atención la
violencia. Entonces, están mucho más propensos -si las circunstancias lo permiten-
a la delincuencia (…)” (ver el flojo vídeo, aquí). Así, sin mucho
“trámite”, Jaime Delgado concluyó que los videojuegos generan delincuencia (¿?).
Algo de ciencia: ¿qué dicen los estudios
(alguno de ellos) sobre el tema? Este estudio de John Sherry,
profesor de la Universidad de Pardue, por ejemplo, pese a reconocer el impacto
de los videojuegos sobre la violencia, concluye que la violencia en la
televisión tiene un impacto mayor. Por otro lado, un estudio
empírico de gran escala encontró evidencia “robusta” sobre el impacto de
los videojuegos en la agresividad -y comportamiento en general- de los niños
(en el mismo sentido, aquí).
Otros han sugerido poca o ninguna
relación entre violencia y videojuegos. Así, el reconocido experto en
comportamiento criminal, Stanton
Samenow, sugiere (en este vídeo) que incluso es del
“sentido común” darse cuenta que el hecho de que una persona vea violencia o
juegue un juego violento no lo va a llevar a ser violento en la “vida real”.
Cuando es preguntado acerca de los casos excepcionales (es decir, las personas
con una propensión especial a la violencia que las llevaría a cometer actos de
violencia por ver videos), Samenow señala que -pese a que es cierto que estas
personas podrían cometer actos violentos- basarse en dicha posibilidad nos
llevaría a censurar toda la violencia, en cualquier formato y para cualquier
edad, lo cual no solo sería impracticable, sino irrazonable. Sugiero enfáticamente
ver la entrevista a Samenow sobre el tema (nuevamente, aquí).
Un argumento poderoso y persuasivo es el
que sugiere una
relación inversa entre violencia -criminal- y videojuegos. Es decir, que
los videojuegos reducirían la violencia en el “mundo real”. De manera similar a
la pornografía, los videojuegos actuarían como un sustituto de la violencia
“real”. Esto es independiente de que las actitudes de los niños cambien (como
sugieren estudios citados arriba). Existe una diferencia entre pensar algo y
hacer algo. Ver pornografía o videojuegos de guerra puede cambiar mi percepción
acerca de la violencia; por ejemplo, volviéndome menos crítico ante los actos
de violencia. Eso no quiere decir, sin embargo, que voy a cometer un acto de
violencia solo por ver un acto violento. En definitiva, una actitud más
“tolerante” a la violencia no lleva a una persona a cometer actos de violencia
necesariamente. Esto es así, sobretodo, si la fuente de dicha “tolerancia” es
-al mismo tiempo- un sustituto de la violencia real: así como ver pornografía
puede llevar a la masturbación y -así- reducir el apetito sexual; la
satisfacción del apetito por violencia a través de los videojuegos, podría
reducir la cantidad de violencia “real” que dicha persona necesita para
satisfacer su apetito por violencia.
Una cita -particularmente buena- del ya
citado artículo:
“Una
de las funciones de las historias y los juegos es ayudar a los niños a ensayar
lo que quieren ser cuando sean grandes. Los antropólogos y sicólogos que
estudian el juego -sin embargo- han mostrado que existen otras funciones
también -una es dejarlos pretender ser lo que precisamente nunca serán.
Explorar, en un ambiente seguro y controlado, lo que es imposible o muy
peligroso o prohibido es una herramienta crucial para aceptar los límites de la
realidad. Jugar con la rabia es una herramienta valiosa para reducir su fuerza.
Ser malvado y destructivo imaginariamente es una compensación vital para el salvajismo
que todos tenemos que aplacar en nuestro camino hacia convertirnos en buenas
personas” (“Why Children Need Fantasy, Super
Heroes, and Make-Believe” por Gerald Jones)*.
Muchas veces se usa la palabra “niño”
para justificar normas. Sin embargo, el hecho de que una norma esté dirigida a
ellos nos debería llevar a tener más cuidado, no a ser más ligeros: no vaya a
ser que por querer ayudarlos, les estemos negando posibilidades vitales para su
desarrollo como personas.
* Traducción libre de: “One of the
functions of stories and games is to help children rehearse for what they’ll be
in later life. Anthropologists and psychologists who study play, however, have
shown that there are many other functions as well–one of which is to enable
children to pretend to be just what they know they’ll never be. Exploring, in a
safe and controlled context, what is impossible or too dangerous or forbidden
to them is a crucial tool in accepting the limits of reality. Playing with rage
is a valuable way to reduce its power. Being evil and destructive in
imagination is a vital compensation for the wildness we all have to surrender
on our way to being good people (“Why Children Need Fantasy, Super Heroes,
and Make-Believe” por Gerald Jones).
** Recomiendo ver: “Much
Apu about Nothing”.
*** Gracias a Fernando del Mastro por
alcanzarme los vídeos que he compartido aquí.