¡Yo también quiero pegar en la radio!
En la India, hasta hace no muchos años,
operaba (u opera) un sistema de castas.
En este sistema, los Brahmin o
sacerdotes tenían una serie de privilegios; seguidos por la casta de guerreros;
comerciantes; sirvientes; y, finalmente, los “intocables”. En nuestra
civilización, también los sacerdotes y guerreros han recibido tradicionalmente
un trato preferencial. Si miramos países en particular, hasta hace pocas
décadas, EE.UU. -entre otros países- tenía un sistema de castas basado en la
raza. Hay expresiones más sutiles de un sistema de castas: ¿Alguna vez ha
tenido que esperar varios minutos para que pase una “caravana oficial”
deteniendo el tráfico para todos los demás “mortales”?
aunque no son ni guerreros ni sacerdotes los privilegiados; sino músicos.
Resulta que hoy, en Perú, ser músico te debería dar derecho a recibir una “pensión
de gracia”, si eres algo popular. Lo que es peor, si no eres muy popular,
porque a la gente no le da la gana de oírte, entonces el Estado va a obligar a
las radios a pasar tu música (cuotas).
Sobre el primer tema, la verdad es que lo
encuentro tan ridículo, que ni si quiera me pronunciaré al respecto. Sobre el
segundo, que parece contar con algo más de apoyo popular, tengo algunas cosas
más que decir (ya escribí
anteriormente al respecto). He escuchado o leído varios argumentos que
considero -medianamente- dignos de ser rebatidos:
(i) La gente no elige lo que pasan en la radio, sino los
administradores de las estaciones. (Pueden
encontrar una versión de este argumento, aquí).
Supuestamente, esto sería una particularidad de la industria musical, además de
algo injusto. Es llamativo que las personas pasen por alto que es muy difícil
-sino imposible- encontrar un mercado donde el demandante de bienes decida -al
mismo tiempo- la oferta. Habitualmente, decidir la oferta es tarea del
ofertante. No recuerdo la última vez que decidí el menú de un restaurante o los
cursos en una universidad o la ropa que venden en una tienda por departamentos;
etc., etc., etc.. Quizá los que dicen esto viven en un mundo paralelo donde las
cosas funcionan de manera diferente. Por otro lado, esto no quiere decir que
los consumidores no tengamos alternativas. Existen muchas radios en Perú,
muchos programas en cada radio, existen aparatos reproductores de música,
existe Internet, existen conciertos en vivo, existen celulares que pueden
almacenar y reproducir música, etc..
(ii) Ser “bueno” no es lo mismo que ser “popular”. You don’t say. Creo que
a todos nos queda más o menos claro que Mozart es mejor que Justin Bieber. Sin
embargo, no vemos a muchos Mozart’s reclamando no ser populares como Justin. Si
uno comienza a pedir ser popular, entonces la medida de su éxito es la
popularidad. No nos tachen a los demás de ignorantes, sean consecuentes, más
bien. Si quieren ser populares, entonces no
son buenos en el propósito de ser populares. Si no quieren ser populares,
sino “técnicamente buenos”, entonces que decidan los expertos, pero eso es
independiente de la popularidad. Ser popular, por definición, es gustarle al
público. Decir “le debería gustar al público porque le gusto a los expertos”,
es tan estúpido como contradictorio. Habitualmente este argumento está ligado
al anterior: No es que ellos no sean buenos en ser populares, es que los
administradores de las radios no les dan la oportunidad de ser escuchados.
También hay muchos pintores frustrados que no son exhibidos, muchos actores de
presentaciones escolares y comerciales de televisión, muchos jugadores de fútbol
de pichangas de los domingos, muchos escritores que no ven publicados sus
trabajos y muchos niños que no llegan a la Luna. Todos ellos no recibieron la
oportunidad que -ahora- es reclamada por los rockeros. ¡Pero algunos son buenos, ojo! Una cosa no tiene que ver
con la otra. Eso es lo que no les entra en la cabeza, parece. Tendría que
existir una razón particular por la cual su talento no sea apreciado. Por
ejemplo, la discriminación, sea por raza, género u orientación sexual podría
ser una característica particular de un mercado que hiciera deseable la
regulación, por lo menos desde una perspectiva moral. ¿Están siendo excluidos
los rockeros peruanos por alguna
razón equivalente o por razones semejantes a las que cualquier bien es elegido
para ser ofrecido en el mercado (habitualmente, los gustos del público)? Esa es
la pregunta que deben responderse.
(iii) La radio debería estar regulada porque el espectro es público. Que algo tenga ciertas características no justifica, sin más,
cierta regulación. ¿Acaso que el espectro electromagnético sea un bien público
hace que no haya competencia? ¿Acaso el que haya menos competencia es
justificación para imponer determinado producto en un mercado? ¿Están hablando
en serio?
(iv) La música es cultura. Sin duda.
Pero, nuevamente, ¿está justificado poner cuotas de rock en las radios? ¿No sería incluso más propio poner música
clásica en las radios o enseñar a tocar instrumentos en los colegios? ¿No
existen muchos otros ámbitos que son igualmente “cultura” pero en los cuales ni
soñamos en poner cuotas? ¿Se imaginan una cuota de ceviche o papas a la huancaína
en los restaurantes italianos o en los chifas? La verdad es que estos dos
últimos argumentos parecen manotazos de ahogados.
Los administradores de las radios han
explicado por qué ponen determinado tipo de música en la radio. De la
explicación se nota que ellos no tienen nada contra la música peruana, sino
todo lo contrario. Se nota también que las veces que han apostado por alguna
música peruana -el rock- han perdido.
Se sabe también que ellos son los que han asumido las pérdidas. Nadie ha ido a
ponerles el hombro o compartir las pérdidas. Solo las ganancias quieren
compartir, nuestros inspirados músicos.
Algunos rockeros nacionales harían bien en seguir el ejemplo de los
cantantes de cumbia, que se han abierto un espacio con su propio esfuerzo y no
en base a rentas del Estado. O quizá deberían probar suerte tocando cumbia.