La inclusión digital: ingrediente estrella del Bicentenario
Sin duda, uno de los cambios que veremos en la post pandemia es que el mundo será más digital: la inclusión digital, que se puede definir como el empoderamiento de los individuos para usar las TIC, habilitándolos para contribuir y beneficiarse de las economías y sociedades digitales de hoy[1], se volverá una nueva plataforma para fomentar la inclusión social. Y es que mientras más personas tienen acceso a tecnologías digitales, internet, y demás, el nivel de conectividad y oportunidades de los individuos crece estrepitosamente, y su calidad de vida mejora.
La democratización y masificación de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) permite facilitar el acceso a conocimiento, oportunidades laborales y espacios de ocio o entretenimiento de las personas. Promover la inclusión digital en estas épocas se posiciona ya como una necesidad para el desarrollo integral de la sociedad sin importar la condición socioeconómica de los ciudadanos.
Las metas de la inclusión digital deben buscar que nadie se quede por fuera, y hacer especial énfasis en las personas mayores, personas de menores recursos, y los individuos con alguna discapacidad. Este reto ofrece infinitas oportunidades en el siglo XXI y puede ser uno de los grandes temas para el enfoque de las políticas sociales y de desarrollo, en especial en el Bicentenario de la República del Perú.
Según un documento de la Comisión Europea de inicios de los 90’s, la popularización y masificación del acceso a las TICs eran indicados como los pilares del nuevo milenio. Hoy, 30 años después, países como Finlandia, México, Grecia, Francia, Costa Rica, han definido el acceso a Internet como un derecho fundamental.
Hoy podemos ver que la digitalización está en todos nuestros ámbitos de vida: el trabajo, las finanzas, la educación, el hogar, etc. Así, la pandemia ha empujado este cambio mucho más y al ponerlo valor y evidenciar sus beneficios nos permitió entender que seguir ignorando la necesidad de socializar el acceso a lo virtual ya no es una opción.
El abastecimiento, el comercio electrónico en general, las clases por Zoom y el trabajo remoto se han vuelto factores de suma importancia en esta nueva realidad, donde saber navegar los pasillos interminables de la Internet es algo que todo niño, joven y adulto debe de saber hacer.
Naturalmente, la inclusión digital tiene mucho que ver con la posibilidad de tener una vida financiera también digital, y por eso es importante revisar números en ese frente. Según Ipsos, 36% de peruanos usaba su tarjeta de débito para fines del 2020, 18% la banca digital y 12% tarjetas de crédito; mientras que 77% usa la Internet para buscar información, 75% para chatear, 75% para navegar sus redes sociales, 68% para leer noticias y 67% para escuchar música o radio. Además, se estimaba también que 9.1 millones de peruanos eran “digitales”, es decir que se conectan a Internet más de 7 veces a la semana; quienes a su vez representan el 54% de la población urbana entre los 18 y 70 años.
Como se observa en las cifras, los niveles de bancarización digital en el Perú siguen siendo muy bajos, en particular cuando vemos a las generaciones mayores. Así, el uso del efectivo para noviembre del 2020, ya en el segundo semestre de la pandemia, aún representaba, según Ipsos, 92% dentro de las formas de pago de los usuarios conectados, inclusive cuando este había sido considerado como no seguro.
Por el lado de la educación también existen retos. Aún siguen existiendo muchas zonas alejadas donde los estudiantes han tenido que dejar los colegios por falta de acceso a Internet, al igual que diversos trabajos y empresas que han dejado ir personal por el simple hecho de no encontrar la manera adecuada de digitalizar sus procesos.
Es aquí donde vemos la necesidad, una vez más, de instar al Gobierno a tomar los pasos y medidas necesarios para poder promover la correcta transformación digital de los ciudadanos, la democratización de las TICs y la bancarización digital de las personas; todo con miras a que el Perú del futuro en este nuevo ciclo, post Bicentenario, sea uno mucho más inclusivo y preparado para la correr la ola de la digitalización que permitirá arribar más pronto a la orilla del desarrollo y volver a liderar el crecimiento en la región.