Luis Manuel Ordóñez
Jefe de Análisis de Intéligo SAB
En nuestro artículo anterior indicamos que el atractivo de una inversión está en función al flujo de ingresos futuros que ésta genere en el futuro. Se pueden hacer proyecciones de flujo de caja sobre la base de los ingresos por ventas y los costos de las empresas emisoras de los títulos valores en los que hemos invertido, de modo que podremos tener una idea de la rentabilidad que éstas tendrán.
Sin embargo, como señalamos, existen factores de riesgo que pueden afectar el flujo de ingresos generado por un portafolio de acciones. Dichos factores de riesgo los clasificamos en:
Riesgo específico: afecta solo a una empresa o a un grupo de ellas.
Riesgo de mercado: afecta a todas las empresas.
Así, un riesgo específico será, por ejemplo, cuando el precio internacional del cobre baja o presenta una tendencia a bajar considerablemente, de modo que ello afectaría a las empresas productoras del metal rojo. Esta caída no debería afectar a todas las compañías mineras en principio, pues las productoras de oro o zinc no deberían verse necesariamente afectadas por la caída del cobre. En todo caso habría que realizar un análisis profundo de las implicancias de una contracción en las cotizaciones de los commodities mineros.
Si efectuamos ese riguroso análisis y vemos que una fuerte recesión o crisis financiera internacional afecta los precios de los metales y, en consecuencia, también la demanda externa en forma considerable, podremos inferir que estamos ante un riesgo de contagio de dicha coyuntura hacia el conjunto de las empresas, por lo que estaremos ante un riesgo de mercado.
Ahora bien, si estamos ante un riesgo de mercado, nuestra reacción no tiene por qué ser necesariamente el retiro del mismo deshaciéndonos de los papeles que tengamos. Debemos afinar nuestro análisis en el terreno microeconómico y evaluar los planes que las empresas con seguridad desarrollarán para afrontar una recesión o crisis financiera. Como bien sabemos, toda crisis es a la vez una fuente de oportunidades y no faltarán compañías que las busquen y las encuentren.
Dicho todo esto es importante también entender que hay tres tipos de acciones (en términos de sensibilidad versus el mercado):
Acciones cíclicas. Son aquellas cuyas empresas emisoras registran una evolución de utilidades que acompaña el ciclo económico. Suelen tener costos fijos altos o un apalancamiento alto. Ejemplos de este tipo de acciones son las de los sectores construcción, industrial y de empresas mineras.
Acciones defensivas. Son las de aquellas empresas cuyas utilidades son relativamente insensibles a los ciclos económicos. El retorno de una acción defensiva tiene una baja correlación con el retorno del mercado. Como ejemplos tenemos las acciones del sector eléctrico y las acciones del sector consumo.
Acciones especulativas. Se refieren a las acciones que tienen el potencial de generar altos retornos, asumiendo sin embargo un alto nivel de riesgo. Ejemplos de este tipo de acciones son las de compañías mineras junior y de empresas petroleras en etapa de exploración.
En tiempos de desaceleración económica, recesión o crisis financiera, al elaborar una cartera de inversiones debemos tener cuidado en seleccionar las acciones que compongan la misma, considerando en primer lugar las defensivas y luego aquellas que, luego de la correspondiente evaluación microeconómica, veamos que puedan enfrentar de buena manera el ciclo negativo.
Ahora que se avizora una recuperación del dinamismo económico debemos analizar aquellos sectores y aquellas compañías que acompañarán el nuevo ciclo y podrán este año distribuir utilidades tanto en efectivo como en acciones. Como verán, en gran medida la labor previa a la toma de decisión de invertir en tal o cual papel dependerá mucho de separar la paja del grano.