El Perú es el país que más se preocupa por la educación inicial en Iberoamérica, pero uno de los que menos dinero destina a la educación superior. Según un informe de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), solo el 0.5% del PBI está dirigido al desarrollo de institutos y universidades.
Esto va de la mano de una percepción de deterioro de la calidad de enseñanza en la educación superior. En 1996, uno de cada cuatro estudiantes consideraba su formación universitaria como buena e incluso excelente. Mientras que el 2010, solo uno de cada nueve hacía una calificación favorable, según los censos universitarios elaborados por el INEI.
En estos años, la cantidad de universidades ha proliferado (entre el año 2000 y el 2014 la creación de casas de estudios creció de manera exponencial al punto de duplicarse), pero la calidad de la formación está trastocada.
Aun así hay una Ley Universitaria en marcha, que ha puesto la gestión del ministro de Educación, Jaime Saavedra, en el ojo público y que lo ha conllevado a aceptar que la medida es perfectible.
¿Reforma equivale a replanteamiento?¿Podríamos decir que estamos ante una real reforma de la educación universitaria? Para León Trahtemberg, especialista en educación, el término 'reforma' puede tener distintos matices: "Mientras algunos pueden considerar la modificación de la manera en que se elige a los rectores como una reforma, otros pueden calificarlo como un cambio administrativo".
Trahtemberg enfatiza que, bajo una concepción más amplia, una reforma implica un replanteamiento total del sistema universitario y, en este terreno, aún queda un amplio trecho por recorrer.
De acuerdo al experto, en el camino también debería contemplarse la transferencia científica y tecnológica, el fomento a la investigación, innovación y la creación de patentes, sin embargo "no hay un norte claro sobre ello y, estamos por esto ante una ley en el vacío".
"Estas son cosas que no se pueden trabajar a partir de una ley que solo toca el interior de la vida universitaria, se debe interactuar con otros sectores; y esa interacción sería para mí la que definiría realmente una reforma".
Trahtemberg ejemplifica: esto ocurriría si se detectara un enorme potencial en biodiversidad, que conllevara a las universidades a reformular sus carreras, a fomentar investigaciones, creación de patentes; contribuyendo a la industria alimenticia, cosmética, médica, e involucrando a empresas privadas.
"Este sería un caso de articulación entre sectores productivos empresariales e investigación académica que inicia con una visión sobre las prioridades del país".
Por esto, según argumenta el especialista, los cambios en la ley corren el riesgo de quedarse en una reformulación interna que, al fin y al cabo, no se "conecta a un salto en el desarrollo de país", que es lo que realmente se requiere.
Cuando la discriminación positiva también es urgenteLeón Trahtemberg destaca además la importancia de que el país determine las necesidades del mercado en materia de profesionales y se enfoque en tener capacidad de respuesta. "Si se detecta una sobreoferta de contadores, pero una suboferta de geólogos, lo lógico sería que cuando el Estado financie pondere de tal manera que haya más recursos para geología". Y prosigue: "El financiamiento de universidades públicas no debería ser ciego: podríamos hablar de una discriminación positiva para las carreras que más necesitamos". De ese modo, según el especialista, el recurso económico debiera estimular lo que nos falta, no redundar en lo que nos sobra. A ello anota que iniciativas como Ponte en Carrera informan sobre el panorama laboral, pero no es vinculante.
EN CORTOLas aulas al revés. León Trahtemberg conversó durante la segunda jornada de CADE 2016 con Salman Khan, fundador de Khan Academy. El matemático viene impulsando un sistema de aprendizaje invertido, en que los escolares estudian en casa con videos gratuitos y hacen sus tareas en la escuela. Al respecto, Trahtemberg opina que este sistema es un buen complemento para la escuela tradicional.