Tras quedar como segunda finalista en el Miss Universo, la representante de Perú, Janick Maceta, se abrazó con su coach emocional Carlos Mock y este le dijo: “No ganaste el título, pero sí la plataforma”. Ella le respondió: “Así es, gané la audiencia y eso es lo que quería para dar mi mensaje”. Para Mock, esa frase define la evolución que tuvo la ingeniera de sonido que, al principio, no era capaz de hablar sobre sí misma frente a sus compañeras.
A eso se refería tal vez su mamá también cuando le comentó a Jessica Newton que había entregado a una hija rota y que sobre el escenario demostraba haber superado sus obstáculos.
La mujer que vimos el domingo por la noche desfilar por televisión no brillaba solo gracias al vestido de gala con 50,000 piedras Swarovski de la diseñadora Maritza Mendoza, sino por su sonrisa y la seguridad en cada paso que daba y que había entrenado con Gerardo Mudarra, trainer de pasarela, pose y expresión corporal.
Pero ¿qué miedos albergaba esa joven de mirada intensa? Su mala postura y caminata, que habían sido criticadas alguna vez, habían mejorado con rutinas diarias de hasta una hora y media sobre tacones. A veces las clases eran a las 11:30 p.m., otras a las seis de la mañana.
La caminata debía verse natural y serena. “A ella le encanta el mar, así que jugaba a decirle que imaginara estar rodeada de azul y de brisa”, cuenta Mudarra, quien considera que hace que las misses usen recuerdos emotivos para aportar serenidad en su andar.
De adentro hacia afuera
Sin embargo, por más técnica que se aplicara, la seguridad de Janick para conducirse por el escenario debía venir de adentro. Eso implicaba derrumbar sus barreras emocionales.
Para ello, Mock le pidió llevar una foto de la Janick de 15 años y hablarle. “Deseo que seas fuerte, que no le creas a todos”, decía la Miss Perú, que en algún momento de su vida se sintió manipulada en los programas de televisión.
Algunos días la joven decía: “no creo que pueda sonreír más”. Era entonces momento de detener las entrevistas y poner énfasis en los hábitos saludables.
Colorear y diseñar, sus pasatiempos favoritos, debía practicarlos todos los días una hora, a pedido de Mock. Además, una alarma cada tres horas detenía cualquier actividad para respirar de forma consciente. “Es necesario en este mundo de la moda que es tan loco y no sabes cómo te pueden tratar”, añade el coach que mantiene un perfil bajo en redes sociales para ser un personaje en el que las misses puedan confiar sus vivencias sin miedo a ser expuestas.
El ojo en cada detalle
Maceta aprovechó su pasión por el diseño para apoyar a Maritza Mendoza con sugerencias sobre el traje. Desde la primera reunión se habló del vestido con que soñaba. Corte sirena, de mangas largas y en una malla tul piel que se ceñía a su cuerpo.
La última noche de su viaje, a pesar de que Mendoza le repitiera que no era necesario que se quedara, que mejor fuese a descansar, Maceta pasó la noche en el atelier hasta las 8 de la mañana. “Rescato su humildad y dedicación”, comenta Mendoza, quien ese día vio cómo el sol iluminó el vestido de forma especial. “Un presagio”, pensó.
Beto Pinedo, el diseñador del traje típico, tenía en mente tres bocetos. Uno inspirado en la cultura incaica, otro en un ave amazónica y finalmente la parihuana, que fue elegida por sus colores. Se celebraría así, frente al mundo, el Bicentenario, pensó la organización.
Con la idea aterrizada en papel, era momento de volver el sueño de Don José de San Martín en realidad. Se encontró con Janick en Tarapoto, durante el Miss Perú San Martín. La ocasión sirvió para sacar las medidas. El trabajo duró entre 25 y 30 días. Los frutos del esfuerzo de Janick y su equipo no se dejan de celebrar aún en el Perú y el mundo.