El partido conservador de Angela Merkel se sume en una crisis con los llamados a la renuncia de su presidente, Armin Laschet, tras la debacle en las elecciones legislativas, lo que complica todavía más los esfuerzos para reclamar formar el futuro gobierno.
Líder de los democratacristianos, que alcanzaron su mínimo histórico desde 1949 con un resultado menor al 30% de los sufragios, Laschet no acepta admitir la derrota y renunciar a la sucesión de Merkel en la cancillería.
“Estamos dispuestos a emprender negociaciones para crear una coalición” con los Verdes y los Liberales del FDP, terceros y cuartos en la consulta, respectivamente, lanzó el impopular político.
El experiodista reconvertido a presidente de la región más poblada de Alemania sabe perfectamente que su carrera quedaría estancada en caso de admitir la derrota.
“Punto final”
Laschet cree que puede llegar a formar gobierno si los socialdemócratas, que superaron por poco a la alianza conservadora el domingo, no llegan a un acuerdo con los ecologistas y sobre todo con los liberales, partido de derecha con un programa muy alejado al de los primeros.
Pero, desde el domingo, Laschet ve a sus huestes volverse en su contra.
“¿Quién puede hacerle comprender a Armin Laschet que se terminó? Es muy preocupante la indiferencia con la que trata de disimular su fracaso político”, se inquietaba este martes el diario Süddeutsche Zeitung.
Es probable que la primera reunión del grupo conservador en el Bundestag, este martes de tarde, se vuelva una suerte de tribunal que juzgue a quien encarna la erosión de un bloque que perdió nueve puntos desde las elecciones precedentes, en el 2017. Un resultado que ya entonces fue considerado como decepcionante.
Michael Kretschmer, ministro-presidente del land (estado) de Sajonia, fue quien abrió las hostilidades: “los electores nos han dicho de manera clara ‘que la CDU no es la primera opción’. Actuar como si nada hubiera ocurrido nos llevaría a la ruina”, advirtió el líder de este territorio que integraba la exRDA, donde fue derrotada el domingo por la extrema derecha.
“No creo que podamos pretender dirigir el próximo gobierno”, añadió otro ‘barón’ del partido, Norbert Röttgen.
“¡Perdimos. Punto final!”, se hizo eco por su parte el líder de la juventud de la CDU, Thilman Kuban.
Frente a esta rebelión doméstica, Laschet se vio obligado a hacer promesas, admitiendo que la CDU, uno de los más viejos partidos europeos, en el poder durante los últimos 16 años, “necesita una renovación” a todos los niveles.
Su discurso respecto a la futura coalición también ha cambiado levemente. Laschet se limita ahora a afirmar que “ningún partido dispone de un mandato claro para formar gobierno”, tanto la CDU como los socialdemócratas del SPD.
Candidato torpe
Pero estas interpretaciones no han sido suficientes para disminuir la presión sobre Laschet. Por el contrario.
Inclusive uno de sus principales partidarios en el seno del partido, el experimentado líder del estado de Hesse, Volker Bouffier, abandonó a su pupilo al reconocer que la unión conservadora no puede “pretender tomar la responsabilidad del gobierno”.
Otro dirigente regional cercano a Laschet, Daniel Günther, también se distanció de un candidato torpe que no constituyó una “baza” durante la campaña.
Los diputados de la base han exigido directamente la renuncia de Laschet, responsable de una campaña fallida, pese a la participación de Merkel en la recta final.
“Hubiera querido una toma de conciencia. Has perdido, demuestra tu discernimiento, evita más daños a la CDU y dimite”, instó la joven diputada de Renania-Palatinado, Ellen Demuth.
La opinión pública alemana parece haber decidido, sin grandes rodeos. El 58% de los ciudadanos cree que la CDU-CSU no tiene “legitimidad” para formar un próximo gobierno, de acuerdo a un sondeo de INsa para el popular diario Bild.
Laschet parece concentrar en su persona todas las dudas y descontentos: el 51% de los partidarios de los conservadores quiere que renuncie a la presidencia del partido menos de un año tras haber sido elegido.