En estos últimos años se ha evidenciado un incremento en el deterioro de la calidad del empleo, impulsado tanto por las consecuencias generadas por la crisis sanitaria que llevó a la búsqueda de subempleos por necesidad o por la falta de preparación, o en efecto, a la ausencia de protección de los derechos laborales.
Según un estudio realizado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el desempleo mundial en los jóvenes es tres veces superior al de los adultos, debido a la difícil recuperación tras la pandemia y la estanflación, situación en donde la economía global está estancada mientras los precios suben y aumenta el desempleo.
Esta problemática no es ajena a la realidad local. En Lima Metropolitana, la población ocupada menor de 25 años disminuyó en 2.1 %, es decir, más de 15,000 jóvenes perdieron sus puestos de trabajo, según el último reporte del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI).
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Asimismo, otro de los desafíos de la empleabilidad, es que el 35% de empresas locales enfrenta dificultades para encontrar el talento calificado para sus operaciones, ya que requieren personal que cuente con una visión global sobre el ejercicio de su profesión.
“Es prioritario aumentar la inversión en la educación y en la formación de los futuros profesionales para así desplegar todo su potencial, pues en algunos casos los trabajadores jóvenes carecen de competencias básicas, como comunicación efectiva, autonomía, resolución de problemas o trabajo en equipo, situación que limita sus oportunidades laborales y los obliga a aceptar empleos de menor calidad”, señala Lorenzo Wong, gerente de Educación de la Universidad Científica del Sur.
Frente a ese escenario, la educación cumple un rol determinante para reducir las brechas e impulsar la generación de empleos de mejor naturaleza. Por ello, es necesario que los centros de estudio de educación superior no solo se centren en generar conocimiento en diversas disciplinas, sino también fortalezcan las habilidades de sus alumnos para que puedan insertarse en el mundo laboral y obtengan un empleo de calidad. El especialista detalla algunas competencias claves:
- Desarrollo de habilidades blandas. Si bien las destrezas duras como el conocimiento y la experiencia son importantes para la consecución de un empleo, es necesario que vayan de la mano con las habilidades blandas que son todas aquellas aptitudes no técnicas relacionadas con la forma en la que se trabaja, siendo pieza clave para que el egresado se relacione adecuadamente con las personas en el ámbito laboral. Por ello, es fundamental que la educación universitaria incluya el desarrollo de estas.
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- Manejo de herramientas digitales. La digitalización no solo se ha convertido en algo esencial para las empresas, sino también para las instituciones educativas, pues para mejorar la experiencia en el proceso de enseñanza – aprendizaje, y para mantenerse a la vanguardia, es importante que las universidades e institutos cuenten con una malla curricular que potencie las habilidades digitales a medida que la tecnología evolucione, esto les permitirá a los futuros profesionales insertarse en el mercado laboral con mayor facilidad.
- Dominio de otros idiomas. Manejar dos o más idiomas enriquece una solicitud de empleo, pues es un factor diferencial y valorable a la hora de formar parte de un proceso de selección, siendo relevante en la toma decisiones para la consecución de un trabajo.
- Actualización profesional. Las tendencias en cualquier campo laboral cambian constantemente, por lo que mantenerse siempre a la vanguardia brindará un mayor valor al trabajo que se realiza, es decir, es necesario aprender a aprender constantemente. Además, es una ventaja para adaptarse a las exigencias de las empresas más importantes del mercado. Por ello, es importante que todo profesional pueda continuar con una formación constante para acceder a nuevas oportunidades de empleo.
Este conjunto de competencias y la apuesta por una educación de calidad serán claves para la recuperación del empleo y competitividad en un entorno de constante cambio. Asimismo, un buen profesional no puede estar desligado de ser un ciudadano responsable, íntegro y con valores, y ser capaz de tener un impacto positivo en la sociedad en la que se desenvuelve.
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