Gerente general de AFP Integra
Las estrategias de inversión responsable o ASG (ambiental, social y gobernanza) existen desde hace muchas décadas. En 1995, el Social Investment Forum Foundation (US SIF) realizó el primer inventario de activos destinados a inversiones sostenibles, identificando casi USD 650,000 millones invertidos en Estados Unidos.
Este monto, de acuerdo con US SIF, subió a USD 17.3 trillones en 2020 para luego reducirse por ajustes metodológicos a US$ 8.4 trillones al cierre de 2022, cerca de 13 veces más que en 1995 y aproximadamente 12.5% del total de activos administrados en Estados Unidos.
La disminución entre 2020 y 2022 es consecuencia de uno de los grandes enemigos de las inversiones responsables: la subjetividad en las mediciones y la multiplicidad de criterios.
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A diferencia de los indicadores financieros clásicos (utilidad, ROE, Ebitda, etc.), los criterios ASG son muy subjetivos, complejos de medir y por ende difíciles de auditar.
Las metodologías no son claras ni absolutas. Prueba de esto último, es el cambio de metodología que ha anunciado MSCI, la más influyente agencia de ratings en temas ASG, que resultaría en la reducción de clasificación de más de 30,000 fondos a nivel global.
De acuerdo con el Financial Times, este cambio le otorgaría la clasificación AAA (la más alta posible) solo a 54 fondos en comparación con los cerca de 1,150 que hoy la “marketean”. Ajustes como el de MSCI son necesarios para reducir el riesgo de “greenwashing”, pero también, lamentablemente, les da argumentos a los detractores.
La tendencia anti-ASG ha tomado una fuerza sin precedentes en los últimos meses, a tal punto que Ron DeSantis, gobernador de Florida y potencial candidato a la presidencia de Estados Unidos, ha formado una alianza con otros 18 estados con el objetivo de combatir el movimiento ASG y, entre otros, reducir las inversiones que los fondos de pensiones de estos estados tienen destinadas a activos ASG.
En el comunicado publicado a medidos de marzo último incluyen afirmaciones como “la proliferación del movimiento ASG en Estados Unidos es una amenaza a la economía americana, la libertad económica individual y nuestra forma de vida, y está poniendo en una mafia woke las decisiones de inversión…”.
La politización y polarización alrededor del concepto ASG distorsiona el significado de este y le hace un flaco favor a quienes realmente están convencidos de la importancia de gestionar estos criterios de manera adecuada para maximizar valor en el largo plazo.
Soy un convencido de que evaluar criterios ASG al momento de invertir genera valor. Sin embargo, creo que en los últimos años ha habido una sobreventa del outperformance que se puede generar, sobre todo dando a entender que este sería consistente y permanente.
En mi opinión, el mayor valor de incorporar variables ASG al momento de invertir es que considera en el análisis a múltiples grupos de interés, lo que obliga a evaluar los riesgos de largo plazo y, por tanto, a identificar aquellas empresas que son gestionadas priorizando la generación de flujo de caja sostenible versus aquellas que priorizan la maximización de este en el corto plazo.
Cada inversionista debe preguntarse realmente qué retorno busca y qué impacto quiere generar, y elegir la estrategia con la que se sienta más a gusto, pero sabiendo que eventualmente, de una u otra forma, vivirá el efecto de esas decisiones.
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