La ley de la oferta y la demanda figura entre lo primero que aprenden los estudiantes de Economía. Cuando el precio de algo sube, sus productores llevan más al mercado. Pero eso no está sucediendo con las bolsas globales: los precios de las acciones nunca han estado tan altos —han aumentado 14% los últimos doce meses—, mientras que la oferta de acciones se está reduciendo.
Analistas de JPMorgan Chase señalan que, en lo que va de este año, ha habido menos ofertas públicas iniciales (OPI) que el año pasado, cuando también hubo pocos listados nuevos. Eso significa que la emisión de renta variable, neta de recompras de acciones, es negativa en US$ 120,000 millones, respecto del 2022 —el monto más bajo desde 1999—. Grandes compañías como ByteDance, Openai, Stripe y SpaceX, que están valorizadas en decenas o centenas de miles de millones de dólares, permanecen con sus accionariados cerrados.
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Jamie Dimon, CEO de JPMorgan Chase, es uno de los que han expresado preocupación. Sostiene que parte de la explicación es la exigencia de divulgar asuntos ambientales, sociales y de gobernanza, así como la presión para presentar resultados financieros trimestrales que tienen que cumplir las empresas listadas. Pero en general, la desaparición bursátil es un efecto secundario de algo más positivo para fundadores de emprendimientos: tienen más opciones para levantar capital.
Los fondos de capital de riesgo administraban US$ 8.2 billones a mediados del 2023, según la consultora McKinsey, más del doble que el 2018. Si los fundadores no quieren abrir su accionariado, enfrentan menos presión que antes. Hay abundancia de fondos dispuestos a invertir en sus empresas, aunque no coticen en bolsa. Además, hay muchos motivos para permanecer así.
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Uno es el ascenso de los activos intangibles —que van desde derechos de autor, software y otra propiedad intelectual, hasta marcas—. René Stulz, catedrático de Finanzas de la Universidad Estatal de Ohio, señala que los requerimientos para divulgar información financiera y estratégica favorecen a firmas con activos tangibles, como maquinaria e inmuebles.
Si una empresa anuncia que posee un edificio, sus rivales no podrán robarle el activo, pero cuando se trata de ideas, investigación y otros intangibles, mientras las otras estén menos enteradas, mejor. Si una empresa intenta ocultar información cuando ingresa a la bolsa, podría recibir una menor valorización o, peor, podría estar violando la ley. Sin embargo, quienes no son fundadores, tienen motivos para preocuparse.
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Los mercados bursátiles son más transparentes, de modo que su menguante relevancia afecta a inversionistas pero también a reguladoras que monitorean la estabilidad financiera y a analistas que evalúan el mercado. Las acciones aún son la piedra angular para portafolios de inversionistas minoristas. Los economistas Alexander Ljungqvist, Lars Persson y Joacim Tag, indican que la desaparición bursátil podría reducir el respaldo del público a políticas proempresa.
¿Se puede hacer algo para reanimar las bolsas? El comportamiento de los inversionistas institucionales podría atenuar algunas de las consecuencias más perjudiciales. Su asignación de dinero a empresas de capital cerrado creció de 6% el 2018 a 10% el 2023, mientras que la destinada a empresas listadas se contrajo en porcentajes similares. Esto brindará a las familias exposición a inversiones en empresas de capital cerrado a través de fondos mutuos y de pensiones.
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Pero los inversionistas institucionales harán poco para mejorar la transparencia. Una opción que podría interesar a las reguladoras es imponer requerimientos estrictos a grandes empresas que opten por no listar, a fin de cerrar la brecha entre las reglas para las que cotizan y las que no. Una opción menos coercitiva es reducir la cantidad de información que las empresas tienen que divulgar cuando listan.
Desafortunadamente, esfuerzos de ese tipo han producido resultados mixtos en el pasado. En Estados Unidos, la Ley para Reactivar Nuestra Creación de Empresas (JOBS, por sus siglas en inglés), promulgada el 2012, redujo los requerimientos de divulgación para empresas de capital abierto. Aunque una evaluación de la norma, realizada el 2015, indicó que había incrementado las OPI en 25%, otra realizada el 2022, concluyó que eso había ocurrido porque impulsó OPI de baja calidad que terminaron por rendir por debajo del promedio del mercado.
Por tanto, la mejor esperanza para las bolsas podría residir en la codicia de los inversionistas de capital cerrado. Los mercados bursátiles todavía proporcionan una inmejorable vía de escape para quienes buscan convertir sus tenencias corporativas en dinero contante y sonante. La consultora Bain subraya que los fondos de capital riesgo cuentan actualmente con US$ 3.2 billones de activos financieros sin vender.
En algún momento, los inversionistas individuales querrán recuperar su dinero, pero hasta que eso ocurra, Dimon tiene razón: la contracción de los mercados bursátiles es motivo de inquietud.
Traducido por Antonio Yonz Martínez.
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