En algunas partes del mundo, sobre todo Washington, “comercio exterior” es una frase grosera. Tanto Joe Biden como Donald Trump defienden el proteccionismo. La Organización Mundial del Comercio (OMC) es una sombra de lo que fue, así que se podría pensar que los acuerdos comerciales son cosa del pasado. Pero lo cierto es que, desde el sur de Asia hasta América Latina, continúan a buen ritmo.
Los tratados de libre comercio (TLC), que reducen aranceles y armonizan reglas entre los firmantes, proliferaron tras la caída de la Unión Soviética, con un promedio de trece al año en la década del 2000. Pero el ascenso de China hizo que muchos países y bloques reconsideren el sistema, y la OMC fue acusada de ignorar las distorsionadoras prácticas comerciales chinas. El 2023, solo fueron suscritos tres nuevos TLC. El exnegociador Dmitry Grozoubinski observa que la actividad ha disminuido, en parte, porque con 370 acuerdos vigentes, quedan pocos potenciales socios.
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No obstante, el interés por reforzar lazos comerciales no ha muerto. Data de la OMC muestra que ocho grandes economías –Australia, China, Corea del Sur, India, Indonesia, Israel, Turquía y la Unión Europea (UE)– han puesto en vigor al menos tres nuevos acuerdos comerciales en los últimos cinco años. Hay diversidad de estrategias. La UE negocia “acuerdos integrales”, con cláusulas que, además de comercio, cubren tópicos desde clima hasta género.
Por su parte, India busca acuerdos focalizados y simplificados. Le tomó menos de un año completar uno con Emiratos Árabes Unidos, y otro con Australia (ambos fueron suscritos el 2022), eludió muchas de las cláusulas que promueve la UE. Según un exnegociador indio, el enfoque de su país es alcanzar acuerdos que liberalizan sectores complementarios en cada socio, a fin de evitar dañar a exportadores actuales. El interés en nuevos acuerdos de muchas economías emergentes surge del deseo de atraer empresas que buscan estar menos expuestas a China.
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Junto con esos enfoques tradicionales, las políticas comerciales que esquivan el típico TLC están adquiriendo mayor importancia. Para muchos países, “existe la sensación de que los TLC exigen demasiado trabajo y atraen demasiada atención”, sostiene Kathleen Claussen, de la Universidad de Georgetown. Agrega que los niveles arancelarios de los TLC, en promedio, son menores de 10%, así que no queda mucho más para reducir.
Hasta Estados Unidos ha estado forjando nuevos lazos comerciales, discretamente, vía “miniacuerdos” enfocados en barreras no arancelarias que no necesitan la aprobación del Congreso. Un enfoque común es el acuerdo de reconocimiento mutuo (ARM), bajo el cual los países se comprometen a refrendar productos certificados por sus respectivos reguladores. Un estudio publicado por Claussen el 2022, contabilizó unos 1,200 miniacuerdos firmados por Estados Unidos.
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También sirven para llenar vacíos en la política económica. La Ley de Reducción de la Inflación incluye en sus requisitos para acceder a subsidios, además de producción estadounidense, a países con los que tiene TLC (lo cual excluyó a aliados importantes como Japón y la UE). Así que firmó un “acuerdo sobre minerales críticos” con el país asiático y lo clasificó como TLC (pese a que no muestra semejanzas), y negocia uno similar con la UE.
Otros países también usan miniacuerdos. Japón cuenta con un proceso expeditivo para aprobar medidas comerciales que no alteren la ley, lo mismo que la UE. Un estudio del 2023 de Lucian Cernat, de la Comisión Europea, contabiliza unos 2,000 miniacuerdos de la UE desde 1962, frente a sus poco más de 40 TLC. Tales convenios pueden tener impacto macroeconómico significativo. Otro estudio de Cernat señala que los ARM han impulsado entre 15% y 40% las exportaciones de los bienes incluidos en ellos, más que muchos TLC.
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Estados Unidos y la UE negocian un tratado que reduciría los costos de certificación en mayor magnitud que los costos de muchos aranceles, y que abarcaría unos US$ 200,000 anuales de flujo comercial. En gran parte del mundo, los acuerdos no tradicionales tienen probabilidad de crecer en importancia gracias al ascenso de la economía digital, indica Devon Whittle, exnegociador australiano. La eliminación de barreras a los servicios digitales es parte muy importante de las negociaciones comerciales modernas, y no hace falta ningún TLC.
A algunos les gustaría formalizar el nuevo sistema de acuerdos focalizados que suelen saltarse las reglas de la OMC. Un ensayo de Peter Harrell, exfuncionario de Biden, aboga por convenios sectoriales que permitan que economías afines refuercen sus cadenas de suministro a fin de reducir su dependencia en adversarios. Esto potenciaría lo que ya ocurre con ciertos miniacuerdos que hoy están de moda.
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También violaría las reglas de la OMC. Pero Whittle sostiene que “hay gobiernos que estarían dispuestos a ir más allá de los límites”. Después de todo, si Trump retorna a la Casa Blanca, una abundancia de reglas será rota de todos modos.
Traducido por Antonio Yonz Martínez.
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