Escribe: Jorge Toyama, Socio de Vinatea & Toyama, Abogados
Hay una revolución en el tiempo de trabajo. La tendencia en los países desarrollados es a la reducción de la jornada semanal de 48 a 40 horas e, incluso, algunos a 36 horas. Asimismo, se está dando la rebaja en los días de trabajo de cinco a cuatro días a la semana. Mientras se mantenga (o incremente) la productividad y el sueldo no se reduzca, la cantidad de días y horas de trabajo puede disminuir.
Hay varios estudios en estos países que comprobaron que al incorporar jornadas de cuatro días semanales, la eficiencia en las empresas no se perdió y las metas se siguieron alcanzando. En Chile, se acaba de reducir la jornada semanal de 48 a 44 horas y llegará a 40 horas el 2028. En Colombia ya se redujo una hora este año y llegará a 42 horas semanales el 2026. La media en países desarrollados está en 40 horas semanales.
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Todos quisiéramos trabajar menos, manteniendo la misma remuneración, para tener más tiempo en actividades personales y familiares, o simplemente para descansar. Las empresas seguramente estarían dispuestas a evaluar una reducción de la jornada si ello le genera una mejora en su productividad y rentabilidad. Surge la pregunta: ¿Es viable en el Perú? ¿Habría un impacto positivo en la productividad laboral si se trabajara menos horas? ¿Estamos cerca de subirnos a esa ola?
¿Qué factores hay que considerar para reducir la jornada laboral?
Habría tres factores relevantes para contestar estas interrogantes. En primer lugar, en el Perú, a diferencia de otros países, ya se trabaja menos días al año. Con 30 días de vacaciones anuales desde el primer año (la media en la región es 15 días) y 16 feriados al año (somos el tercero en la región), sin contar con los feriados regionales y los que se dan, eventualmente, como los días para APEC, ocupamos el primer lugar en Sudamérica con menos días de trabajo.
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En segundo lugar, la baja productividad. Las remuneraciones se suelen determinar por unidad de tiempo (pagos fijos por hora, día, semana o mes) o por unidad de obra (ventas, cobranzas, destajo, metas alcanzadas, etc.). Se paga por turnos de 12 horas, por jornadas atípicas compensadas, por jornada efectiva. Si se falta mediodía, se descuenta la mitad del sueldo diario. Si se trabaja en exceso, se abona horas extras. Los pagos variables no son la regla, son complementos o suplementos a las remuneraciones mensuales. En general, la productividad laboral peruana es muy baja. En promedio, un peruano produce 12.3 dólares la hora, lo cual nos ubica en el puesto 113 en el mundo, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Así, se necesitan dos peruanos para equiparar la producción de un trabajador colombiano y tres peruanos para alcanzar la producción de un chileno. Adicionalmente, nuestras actividades económicas son de extracción y exportación, con pocas industrias no primarias, y con énfasis en el sector servicios y comercio. Los centros de estudios no son hoy motores suficientes para generar profesiones que dinamicen y potencien la eficiencia de las empresas. Además, el talento peruano joven sigue migrando.
A todo lo expuesto, como tercer factor, se suma la elevada informalidad, que llega al 76%. En la informalidad tenemos trabajadores que laboran más de 48 horas semanales y no se les paga sobretiempo. Los peruanos informales ganan tan poco que evitan estar en “planillas”, reflejando un tema cultural adverso a lo “formal”.
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Entonces, a diferencia de otras realidades, la reducción del tiempo de trabajo sería viable en el Perú sólo si resolvemos previamente los graves problemas de nuestro mercado laboral. Producimos poco, somos informales y ya trabajamos menos días al año. A diferencia de Chile y Colombia, una reducción adicional de horas o días de trabajo en el Perú -en las condiciones actuales- podría afectar la productividad del trabajador, de las empresa y del país.
Para reducir jornadas a futuro, Estado y sector privado debemos trabajar para que nuestra educación superior se ajuste y sintonice con las necesidades del mercado laboral: habilidades blandas, énfasis en educación técnica, reconversión laboral, etc. Además, necesitamos una revolución digital para promover que las empresas inviertan en tecnología y que el Estado lidere la educación, formación y desarrollo en tecnología e innovación. Lo más importante sigue siendo que el Estado fomente más la inversión privada. El crecimiento y sostenibilidad de nuestro país está en atraer a empresas globales y multilatinas para que construyan aquí su planta regional, su centro logístico andino, la holding de esta zona del planeta, etc.
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Reducir la jornada de trabajo no debería ser aprovechada por los políticos para lograr una mejora de su alicaída aprobación. Es una decisión muy importante que requiere análisis detallado, diálogo social, pruebas piloto, evaluación de impactos sectoriales, etc. Trabajar menos sería viable si se demuestra que no afectará ni los sueldos de los trabajadores, la productividad de las empresas ni el PBI del país.
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